Los productos de exportación de Uruguay ajustaron a la baja; la leche en polvo entera lo hizo en 4,2% quedando a US$ 3.148 la tonelada.
Montevideo | Todo El Campo | Se realizó el martes 19 una nueva subasta de Fonterra que volvió a bajar. Fue la segunda licitación de marzo y ambas cerraron con caídas en el promedio; también bajó la leche en polvo entera, por tercera subasta consecutiva.
El detalle de los valores es el siguiente (en dólares, la tonelada):
Promedio: US$ 3.497 (-2,8%).
Manteca: US$ 6.408 (-1,4%).
Cheddar: US$ 4.192 (-1,9%).
Leche en polvo descremada: US$ 2.517 (-4,8%).
Leche en polvo entera: US$ 3.148 (-4,2%).
Grasa butírica anhidra: US$ 6.794 (+2,5%).
Lactosa: US$ 778 (-4,4%).
Muzzarella: US$ 3.905 (-1%).
FONTERRA Y LAS EMISIONES DE EFECTOS INVERNADERO.
En otro orden, portales neozelandeses como Rural News Group informan hoy que la cooperativa Fonterra ayudará a los agricultores para que alcancen los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo dijo Sean Spence, asesor de productos lácteos sostenibles de Farm Source para el norte y centro de Canterbury (isla sur).
Spence dijo que Fonterra cree que la leche de Nueva Zelanda es la leche más valiosa del mundo debido a nuestro modelo de agricultura alimentada con pasto, que le da una huella de carbono de un tercio del promedio mundial, pero era importante entender por qué Fonterra ahora había establecido objetivos de GEI.
En ese sentido hay cuatro factores claves. Uno de ellos es el acceso al mercado y a los clientes; en segundo lugar, el acceso a la financiación futura; tercero, Fonterra es una de las 200 empresas en Nueva Zelanda que pronto tendrán que informar sobre los objetivos de riesgo climático y el progreso hacia esos objetivos como manda la ley de mercados financieros; y en cuarto lugar, está la aspiración de Fonterra de ser un líder de la sostenibilidad a largo plazo, que consiste en crear resiliencia en el negocio.
Transporte de carga inicia el proceso hacia las emisiones cero. Son dos buques que construirá una empresa china.
Montevideo | Todo El Campo | Diana Shipping, compañía proveedora de servicios marítimos con ubicación en Atenas (Grecia), anunció el miércoles 14 que acaba de firmar contratos para la construcción de dos buques Kamsarmax valor US$ 46 millones cada uno, con metanol y combustible dual de 81.200 toneladas peso muerto (TPM). Ambos buques se construirán en Tsuneishi Group (Zhoushan) Shipbuilding Inc., China, y se espera que se entreguen prontos para operar el primero en la segunda mitad de 2027, y el segundo en la primera mitad de 2028.
Estos nuevos buques se diseñarán para cumplir con los requisitos de niveles de eficiencia energética y emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas, tal como se establece en la Fase 3 del Índice de diseño de eficiencia energética (EEDI), así como para cumplir con la normativa sobre emisiones (NOx-Tier III) de la Organización Marítima Internacional (OMI).
Son buques capaces de operar con metanol o fueloil indistintamente.
Cuando funcionan con metanol verde, los buques están diseñados para producir emisiones de GEI casi nulas según la metodología de evaluación del ciclo de vida del combustible (LCA) del pozo a la vigilia (WTW).
Rosario, Santa Fe, Argentina | Rosgan | Todo El Campo | Diciembre suele ser un mes de balances. Aun dentro de un contexto convulsionado como el que estamos transitando, con cambios y reestructuraciones diarias, es importante poner en valor aquellos avances que se van logrando en terrenos que indefectiblemente nos obligan a llevar la mirada al largo plazo.
En este sentido, no podemos pasar por alto el gran avance que se ha logrado recientemente en materia de lucha contra el cambio climático. En efecto, la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático desarrollada en Dubai, la COP28, concluye por primera vez con un acuerdo global para abandonar gradualmente el uso de combustibles fósiles. Se trata de la primera Conferencia en abordar de manera directa el impacto que generan los combustibles fósiles, en un acuerdo climático de la ONU.
Asimismo, otro de los acuerdos de trascendencia mayúscula para nuestro país por el preponderante rol que juega en la producción de agroalimentos, es la declaración voluntaria firmada por un conjunto de 134 países en la que acuerdan incorporar a la agricultura con un papel más relevante en sus planes climáticos y aumentar la reducción de emisiones relacionadas a la producción y el consumo de alimentos.
¿Pero qué sabemos hasta el momento en cuanto a los impactos que la producción de alimentos y en particular de la ganadería tiene sobre el clima? ¿Cómo nos posicionamos como sector ante estos desafíos?
Un artículo sumamente interesante elaborado recientemente por Ernesto Viglizzo para el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), titulado “Ganadería Bovina y Cambio climático en las Américas: hacia modelos de desarrollo bajos en carbono” aborda la problemática de una manera muy clara.
Comienza planteando el gran dilema que enfrenta la ganadería en la región, entre el rol que juega como proveedora global de alimentos de origen animal y la creciente preocupación que despierta la ganadería bovina en relación al clima, a la luz de las mediciones difundidas por la comunidad científica en cuanto a su responsabilidad en las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En este sentido, el primer error de base que remarca Vigglizzo radica en la generalización, es decir en difundir mediciones globales sin tener en cuenta la heterogeneidad que existe entre los diferentes sistemas de producción. La producción ganadera constituye un conjunto de sistemas diversos que oscilan entre sistemas extensivos de pastoreo natural, con baja emisión de carbono por hectárea, a sistemas altamente intensivos de engorde bajo confinamiento que, lógicamente, por su alta carga generan una elevada emisión de carbono por hectárea, con casi nula posibilidad de captura. Es esta misma generalización la que prima a hora de aplicar penalidades o restricciones a la comercialización de los productos, soslayando las diferencias.
En el caso de Argentina, entre el 65% y el 70% de la hacienda que llega a faena proviene de sistemas mayormente pastoriles, con encierres puntuales en la terminación. Este rasgo diferenciador de nuestra ganadería, a priori, nos posiciona con una gran fortaleza intrínseca que, dependiendo de cómo se aborde, podría convertir esta especie de amenaza comercial que sufre hoy el sector en una verdadera oportunidad.
Precisamente es en relación a ese abordaje donde el artículo de Vigglizzo se detiene poniendo especial foco en “la métrica”, es decir en cómo se mide el impacto de la actividad ganadera.
En este sentido, la tan renombrada “Huella de Carbono” en la que muchos países importadores comienzan a basar sus políticas comerciales se apoya en realidad un criterio de emisiones acumulativas a lo largo de todo el ciclo de vida del producto final sobrecargando así a la producción primaria con una cuenta de carbono que se genera, una vez abandonada la tranquera del predio, atravesando varios eslabones de la cadena hasta llegar a la góndola del supermercado.
Tal como remarca Vigglizzo, “si se le imputasen al ganado bovino únicamente sus emisiones biogénicas (o sea el metano y óxido nitroso que son producto de la fermentación entérica), se comprobaría fácilmente que su impacto en el clima global es mucho menor que el estimado a través del Análisis de Ciclo de Vida (ACV) de un producto”. En la actualidad ese valor no supera el 5% de las emisiones globales y tiende a disminuir porcentualmente al compararlo con la trayectoria que muestran las emisiones de carbono del resto de los sectores a nivel global.
En concreto, a diferencia del criterio de base de la “Huella de Carbono”, el cálculo del “Balance de Carbono” analiza la economía del carbono en el sistema predial y no por tonelada de carne producida. A su vez, su cálculo implica estimar anualmente no solamente las emisiones, sino también la captura y almacenamiento de carbono en el sistema analizado, donde la unidad de referencia pasa a ser la hectárea de tierra y no la tonelada de carne, como propone el ACV.
Al tomar como unidad de referencia la hectárea de tierra producida, el método permite discriminar la performance individual de cada productor, poniendo en valor el “cómo” se produce en cada eslabón de la cadena en lugar del “que” se produce, etiquetado como bien único en la góndola final.
Es así como el productor es quien en última instancia se puede convertir en sujeto de premio o penalización de acuerdo al balance de carbono generado en su propio sistema de producción.
Cambiar el foco de medición, habla por un lado de cierta honestidad intelectual tanto de la comunidad científica como también de la comercial, quienes son en definitiva usuarios primarios de este tipo de mediciones. Pero también, implica hacer foco en la responsabilidad individual de cada actor de la cadena productiva. Así como el productor ganadero no puede cargar con la responsabilidad de las emisiones que se generan fuera de la tranquera, sí debe asumir la plena responsabilidad de todo impacto ambiental que se produzca dentro del predio que trabaja.
A su vez, en la medida que este cambio de enfoque venga acompañado de incentivos comerciales para quienes contribuyan a la reducción de emisiones, dará paso a una serie de desarrollos tecnológicos y prácticas productivas que se valorarán como herramientas indispensables para convertir el problema en una oportunidad.
Como se mencionó, trabajar con mediciones generales inevitablemente sustenta la implementación de políticas comerciales también generales, que por abarcativas terminan siendo excesivamente restrictivas para el comercio mundial de alimentos.
Lejos de necesitar mayores restricciones, la creciente demanda de alimentos que requiere el mundo, necesita de soluciones que impliquen garantizar libertad de comercio, de modo tal que, sobre la base de una estricta responsabilidad cuantificable individualmente, se logre expandir la producción de alimentos en lugar de derivar en soluciones contractivas que a la larga terminan generando mayores carencias. En definitiva, la solución no radica en dejar de consumir carne para mitigar los efectos del cambio climático sino de convertirnos en verdaderos protagonistas de un cambio, que permitirá abastecer al mundo de los alimentos que necesita, de manera responsable y sustentable con el medio.
A su vez Uruguay se encuentra trabajando en proyectos donde se ha demostrado que haciendo buen manejo de pastoreo y gestión de carga en sistemas fuera de equilibro existen oportunidades de disminuir las emisiones de metano.
Montevideo | Todo El Campo | En la Conferencia Global de Ganadería Sostenible que se está realizando en la sede central de FAO (Roma), Uruguay presentó el documento “Emisiones de metano en la ganadería y arroz: Cuantificaciones, mitigaciones y métricas”, el cual fue elaborado por la Alianza para la evaluación del desempeño ambiental de la ganadería (LEAP), y contó con la participación de más de 300 expertos provenientes de la academia, gobiernos, industrias y organizaciones no gubernamentales internacionales.
El documento explora más de 30 estrategias de mitigación de emisiones de metano, así como una amplia discusión de las métricas para su medición, dado que cada métrica tiene interpretaciones diferentes y se pueden vincular a objetivos ambientales específicos. El metano es un potente gas de efecto invernadero que se caracteriza por tener una vida media muy corta en a la atmosfera (aproximadamente 10 años). El mismo es descompuesto por sumideros naturales como la propia atmósfera donde se degrada entre el 90-96%, mientras que el 4 a 10% del metano es degradado en el suelo.
LA EXPOSICIÓN DE URUGUAY.
Por Uruguay, Gianni Motta de la Gerencia de Estrategia e Innovación del Instituto Nacional de la Carne, remarcó que la ganadería es una parte fundamental de la economía y desarrollo social del país.
Uruguay tiene una baja población y una superficie agriculturizable muy alta lo que posiciona al país como un país agroexportador, cuyas exportaciones provienen, en un 75%, del sector agropecuario, que representa verticalmente alrededor del 25% del PBI.
Dado que el sector agropecuario es el motor de la economía del Uruguay su perfil de emisiones se ve reflejado en ello, donde el 50% de las emisiones del país provienen del metano enterico de la ganadería.
Nuestro país se ha comprometido a reducir la intensidad de emisiones de metano en un 32% para el año 2025.
La producción ganadera se desarrolla en su gran mayoría en tierras no arables donde se encuentran nuestras pasturas naturales, en este sentido la ganadería es esencial en la protección de este recurso natural evitando la degradación del mismo, conservando la biodiversidad y suelos, siendo parte esencial del ciclo natural del bioma pampa uruguayo.
A su vez Uruguay se encuentra trabajando en proyectos donde se ha demostrado que haciendo buen manejo de pastoreo y gestión de carga en sistemas fuera de equilibro existen oportunidades de disminuir las emisiones de metano.
AUSTRALIA Y NUEVA ZELANDA.
Durante las disertaciones la representante de Australia, Nicola Hinder, mencionó algunas de las estrategias de mitigación que se vienen llevando a cabo en su país con el objetivo de tener una ganadería carbono neutral para el año 2030. Una de esas estrategias es la de selección genética de animales más eficientes, estudios de aditivos y suplemento animal, y facilitar adopción de prácticas que generen secuestro de carbono.
Nueva Zelanda a través de la representación de John Roche, comentó sobre una aproximación multidimensional donde el metano es una parte más del foco donde los servicios ecosistémicos que brinda la ganadería también deben ser tomados en cuenta.
El documento publicado por FAO-LEAP sobre Emisiones de Metano en la Ganadería es una herramienta que es de gran ayuda para técnicos y asesores de políticas públicas para la toma de decisiones relativas a mitigar efectos de este gas de efecto invernadero.
LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN.
Hacia el cierre del panel, Frank Mitloehner, Professor and Air Quality Specialist, University of California Davis cerró el panel con un mensaje relativo a la comunicación, dado que, aunque se haya realizado una excelente documentación sobre los efectos del metano en el medio ambiente, si se falla en la comunicación este documento sería igual a no haberlo realizado.
El Uruguay se encuentra en el comité de dirección del LEAP hace ya 10 años a través de la representación del INAC. A su vez aporta conocimiento técnico en el desarrollo de guías técnicas con el apoyo del INIA donde se han desarrollado 12 guías para determinar el impacto ambiental de la ganadería en diversas áreas como evaluación de uso de aditivos, cuantificación de biodiversidad, uso de agua por la ganadería, modelación de stocks de carbono en suelo, flujo de nutrientes, evaluación de performance ambiental de cadenas de cerdos, aves y grandes rumiantes entre otros. Estas guías ayudan a la estandarización de métodos de cuantificación lo que permite manejar métricas comparables entre países y sistemas de producción en un lenguaje técnico y consensuado internacionalmente.