Nueva Zelanda y el talón de Aquiles de suspender obligaciones de pago por emisiones.  

Nueva Zelanda y el talón de Aquiles de suspender obligaciones de pago por emisiones.  

Una buena noticia que tiene aspectos que juegan en contra del sector productor primario, porque los consumidores seguirán reclamando medidas de control de emisiones, y muchos países los querrán en los tratados comerciales que firmen.

Montevideo | Todo El Campo | En 2008 Nueva Zelanda puso en marcha el Régimen de Comercio de los Derechos de Emisión (ETS) que abarcó en ese momento varios sectores de la actividad económica, entre ellos la agropecuaria. Pero en junio pasado se supo que el Gobierno eliminó la obligación de que productores paguen por las emisiones ganaderas, lo que fue bien recibido por el sector rural (*). Sin embargo, esa buena noticia tiene su talón de Aquiles: los clientes globales reclaman productos con una huella más baja, y no tomar medidas en ese sentido puede llevar a un adormecimiento de los productores que resultará adverso en el corto plazo, dijo -palabras más, palabras menos- Todd Charteris, presidente ejecutivo de Rabobank, en el marco de la Cumbre de Industrias Primarias en la ciudad de Wellington.

Charteris enfatizó en que más allá de las resoluciones del Gobierno de Nueva Zelanda, el consumidor seguirá pidiendo que se tomen todas las medidas de control de emisiones.

“Hay voces que se están haciendo más fuertes. Estas son las voces de los consumidores, las crecientes expectativas de las empresas de procesamiento y comercialización de alimentos más poderosas del mundo, y las voces de la cadena de suministro en general, incluidos los inversores, que también enfrentan una presión regulatoria significativa para minimizar las emisiones de alcance tres”, expresó.

Agregó que un análisis resultó en que “más del 80% de las exportaciones de Nueva Zelanda se dirigen a países con exigencias obligatorias relacionadas con el clima, que ya están vigentes o en camino de estarlo”.

Otro factor mencionado por Charteris fue que los acuerdos de libre comercio están cada vez más cargados de obligaciones exigibles sobre emisiones y otros objetivos de sostenibilidad. Por tanto, en temas de sostenibilidad, “si nos dormimos, perdemos”.

Los 50.000 agricultores de Nueva Zelanda y muchos en el sector alimentario y agrícola en general deben estar “preparados”, expresó: “Debemos prepararnos para el viaje que tenemos por delante para reducir las emisiones de la agricultura” en el país.

Planteó que el país genere una herramienta nacional de medición de emisiones en las explotaciones agrícolas, ya que actualmente había demasiados equipos y grupos trabajando en lo mismo: “Necesitamos un punto de referencia de lo que son las buenas prácticas y las emisiones sostenibles”, enfatizó, porque los productores que trabajan para reducir las emisiones deben ser recompensados con incentivos y primas de precios.

Artículo de Todo El Campo en base a nota de Sally Murphy en Noticias RNZ

(*) Nueva Zelanda elimina obligación de que productores paguen por las emisiones ganaderas.

Raíces profundas mejoran el control del carbono.

Raíces profundas mejoran el control del carbono.

Con los avances de la ciencia es posible desarrollar variedades de cultivos y forrajes que envían sus raíces hasta un metro de profundidad. Raíces profundas son mucho menos vulnerables a la descomposición por parte de los microbios, y pueden servir como reservas de nutrientes y agua.

Montevideo | Todo El Campo | ¿Qué vinculo hay entre la profundidad de las raíces de una planta y el almacenamiento más eficaz del carbono?

Molecular Plant publicó un artículo titulado “Profundizando: raíces, carbono y análisis de la dinámica del carbono del subsuelo” (*) en el que afirma que “las variedades de cultivos con raíces más profundas contribuyen al almacenamiento de carbono al depositarlo en capas más profundas del suelo, lo que brinda protección contra la labranza y la erosión”.

Agrega que “varios rasgos de la raíz, incluidos los ángulos de crecimiento, las características de las células corticales (grosor, recuento, área de la pared), la formación de aerénquima, el diámetro de la estela y el esclerénquima cortical multiseriado (MCS), permiten que las plantas se adapten a suelos duros y naveguen por la impedancia mecánica”. En algunos cultivos (el caso del arroz), se “promueve un enraizamiento más profundo en situaciones de estrés por sequía”.

Ángela Fernando, autora principal del artículo y consultora de la Alianza de Bioversity International (**), dijo que la labranza profunda que actualmente domina la agricultura (que rompe el suelo antes de plantar) y la descomposición de las raíces poco profundas hacen que el carbono del suelo vuelva a entrar en la atmósfera. Por lo tanto, se necesita variedades de raíces más profundas y una comprensión de los mecanismos que subyacen a las distintas variedades de cultivos.

Afirmó que el carbono orgánico del suelo es “como un almohadón escondido en el suelo” y que si las raíces de una planta son capaces de alcanzar aproximadamente dos metros de profundidad, son mucho menos vulnerables a la descomposición por parte de los microbios, y pueden servir como reservas de nutrientes y agua cuando se dan condiciones de sequía.

La mayoría de las variedades actuales de cultivos y forrajes extienden sus raíces hacia fuera, pero gracias al descubrimiento del gen DRO1 que controla el ángulo de las raíces, ahora es posible desarrollar variedades de cultivos y forrajes que envían sus raíces hasta un metro de profundidad.

“No hay biomasa nueva, simplemente las raíces se inclinan de forma que ahora crecen directamente hacia el suelo, donde no se van a descomponer, y eso significa que el carbono del suelo permanece atrapado ahí abajo”, afirmó Fernando.

“PARA OBTENER UN CERTIFICADO DE CARBONO, HAY QUE TENER PRECISIÓN”.

Joe Tohme, director de la Alianza de Bioversity International para las Américas, afirmó que el descubrimiento de DRO1 en 2013 supuso un “avance significativo” (***) en la investigación para adaptar los cultivos alimentarios al estrés hídrico, ya que las raíces más profundas tienen acceso a las fuentes de agua del subsuelo.

En otro orden, los investigadores y autores del artículo en Molecular Plant explican que si el carbono del suelo puede medirse de forma más rápida y precisa y en una gran superficie, sería más fácil que se evaluara el carbono del suelo y que los agricultores participaran en los mercados de carbono.

Para obtener un certificado de carbono, hay que tener precisión, así que estamos trabajando en una asociación público-privada para desarrollar una metodología de medición del carbono del suelo que pueda resultar rentable para los agricultores”, afirmó Michel Gómez, del equipo investitador.

En cuanto al cultivo de plantas, se espera que las nuevas variedades de arroz y forrajes de raíces profundas puedan aumentar el secuestro de carbono en el suelo.

“En el futuro, las tecnologías de edición genética (como Crispir) son prometedoras para la creación de variedades de cultivos adecuadas para la captura eficiente de recursos y el secuestro de carbono”, concluyó Fernando.

(*) Profundizando: Raíces, carbono y análisis de la dinámica del carbono en el subsuelo – ScienceDirect

(**) Alliance Bioversity International – CIAT (alliancebioversityciat.org)

(**) Un gen del arroz recién descubierto va a la raíz de la resistencia a la sequía – Cornucopia Institute

Dinamarca acuerda impuesto a las emisiones de gases en el ganado.

Dinamarca acuerda impuesto a las emisiones de gases en el ganado.

Quienes se oponen cuestiona que el impuesto desincentivará la inversión tecnológica en un país que ya es uno de los productores más ecológicos del mundo.

Montevideo | Todo El Campo | Los desafíos de la ganadería siguen en aumento. En una medida sin precedentes, Dinamarca crea un impuesto que grave las emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono CO2) de la ganadería, por el cual los productores deberán pagar anualmente unos 100 euros por animal. Organizaciones agrarias han criticado la medida.

La medida se toma luego de meses de debates y negociaciones entre diferentes actores del país: partidos políticos, asociaciones ganaderas y medioambientales.

El pago es de unos 16 euros por tonelada de dióxido de carbono emitida por vacas, cerdos y otras especies ganaderas, han informado medios europeos.

La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, socialdemócrata, espera que la medida “allane el camino hacia el futuro, tanto en nuestra región como a nivel global”.

Dinamarca es un importante productor de cerdos. Con casi 6 millones de habitantes, posee 13,1 millones de cerdos en sus granjas. En los últimos 30 años, la producción porcina pasó a ser un referente europeo y mundial por su eficiencia productiva.

Organizaciones agrícolas como Bæredygtigt Landbrug, que no ha formado parte de las negociaciones, han criticado inmediatamente el acuerdo, al tiempo que algunas organizaciones ecologistas consideran que el acuerdo prevé demasiadas deducciones fiscales que lo hacen, en la práctica, inoperante.

“Me parece una locura”, opinó Peter Kiaer, secretario de la organización agrícola Bæredygtigt Landbrug, que no participó de las negociaciones que crearon el impuesto.

El gremialista cree que el impuesto desincentivará la inversión tecnológica en un país que ya es uno de los productores más ecológicos del mundo. “El Gobierno no escucha a los agricultores y ganaderos”, enfatizó.

Søren Søndergaard, presidente del Consejo Danés para la Agricultura y la Alimentación señaló que se llega a un punto “contra todo pronóstico”. “Hemos podido sacar adelante un modelo fiscal en el que los ganaderos que apliquen soluciones sostenibles puedan evitar completamente el nuevo impuesto”, agregó, lo que significa que no todos los productores pagarían.

Lars Aagaard, el ministro de Ambiente, señaló que el sector primario es el principal emisor de gases de efecto invernadero en el país y eso debe cambiar: “Esto no puede continuar, el sector primario debe contribuir y ser parte de un futuro verde”.

Foto de portada: ganado vacuno en Dinamarca | Foto de Pxfuel.

El 75% de los gases de efecto invernadero proviene del sector energético y la quema de combustibles fósiles.

El 75% de los gases de efecto invernadero proviene del sector energético y la quema de combustibles fósiles.

Eliminar la desforestación, el buen manejo de campo natural, de pasturas, la agricultura conservacionista, la ganadería regenerativa, todo eso ayuda a reducir emisiones.

Montevideo | Todo El Campo | El vicepresidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, Walter Baethgen, dijo que, a pesar de las evidencias, la ganadería es presentada como la mala en mundo urbanizado, en el que el 90% de las personas vive en las ciudades y está cada vez más lejos del proceso de producción de alimentos.

El especialista indicó que cuando se menciona el “efecto invernadero, enseguida se piensa en algo malo, pero el efecto invernadero es lo que permite que haya vida en el planeta” y consiste en el mantenimiento del calor que “cuando va a escapar a la atmósfera se encuentra con algunos gases que son como el techo de un invernáculo, que absorben ese calor y lo vuelven a emitir. Sin ese efecto invernadero natural no podría haber vida en el planeta”.

El problema está en el efecto invernadero aumentado, y eso se debe a que en los últimos 250 años la actividad humana generó muchos de esos gases, con la capacidad de atrapar calor y volverlo a emitir, al punto de que estamos en un planeta que, si fuera un invernáculo, tiene el techo de vidrio más grueso, atrapa más calor y modifica el clima del mundo”.

Agregó que “no importa tanto que la temperatura aumente de cero a cinco grados cada cien años, lo que importa es que eso desestabiliza el clima y entonces hay más sequías, más inundaciones, más zonas de calor”.

Por tanto, “el primer efecto del cambio climático es el efecto invernadero aumentado, y si nos importa el cambio climático la primera pregunta es de dónde salen los gases con efecto invernadero”, planteó.

El origen de esos gases, “en casi el 75%, viene del sector energético, de la quema de combustibles fósiles; y si en verdad lo que nos importa es el cambio climático, no nos distraigamos con cosas que en la suma representan la cuarta parte de las emisiones; concentrémonos en ese 75%”.

PÉRDIDAS FUGITIVAS DE METANO.

Baethgen explicó también qué son las pérdidas fugitivas de metano: “Cada vez que se abre una mina de carbón, antes que la gente ingrese a trabajar, hay que ventilarla” por la acumulación de metano. Además, “cuando se abre un pozo de petróleo hay un escape de metano que sigue saliendo mientras se explota el pozo”. Y la tercera pérdida fugitiva se da en las tuberías, “desde el yacimiento de gas natural hasta nuestro hogar. Todas las tuberías tienen pérdidas”.

En los tres casos, “son pérdidas por ineficiencias, que la industria debería reducir hasta por un motivo económico”. La suma de las pérdidas fugitivas de esas tres fuentes da “el 6,8% del total de emisiones de gases de efecto invernadero”. En contraste, “todas las vacas del mundo emiten un poco menos que eso. Solo las fugas del sector combustibles fósiles son mayores que el metano de todas las vacas del mundo”.

EL CICLO EN LA ACTIVIDAD GANADERA.

Ingresando en el sector productivo ganadero, Baethgen dijo que el vacuno “come el carbono que está en el pasto y lo transforma en proteína, en grasa y hueso, pero hay una parte que se pierde como metano”, que “a los diez o quince años se oxida y pasa a dióxido de carbono, que vuelve al ciclo de la fotosíntesis”, a ser parte de una pastura que la vaca vuelve a consumir. Por tanto, en ese ciclo, “no hay una entrada ni generación de carbono nuevo y eso es importantísimo”, remarcó.

Con el combustible fósil pasa algo distinto: “En el subsuelo hay lugares en donde el carbono estuvo millones de años y un día comenzamos a liberarlo e ingresamos carbono nuevo, no es el mismo carbono reciclado”.

Cuando se quema un bosque tropical “pasa una cosa parecida”, porque ese carbono que estaba en una masa enorme de árboles, cuando estos fueron cortados o prendidos fuego, se libera y entra al ciclo del carbono en que antes no estaba”.

“El número que nos tiene que importar son las entradas netas: diecisiete millones de toneladas de metano por año”, precisó.

LO QUE SE PUEDE HACER DESDE EL AGRO.

Por otra parte, Baethgen dijo que “hay mucho por hacer también en el sector agropecuario”, bajando las emisiones netas, y eso se logra “reduciendo las emisiones o lo que hay en la atmósfera”.

La emisión se reduce “atacando el 75%, descarbonizando las economías, usando energías renovables. Uruguay es un ejemplo en el mundo, casi el 100% de la electricidad es renovable, más del 70% de la energía es renovable. Ese es el camino”.

“Eliminar la desforestación, el buen manejo de campo natural, de pasturas, la agricultura conservacionista, la ganadería regenerativa”, todo eso es reducir emisiones. “Lo otro interesante es cómo capturo o cómo limpio la atmósfera. Lo hago secuestrando carbono con el manejo, con buenos sistemas agropecuarios o aumentando la forestación”.

LA MALA IMAGEN DE LA GANADERÍA

El vicepresidente del INIA dijo que “la imagen de la ganadería en el mundo es mala”, y en esa percepción tal vez tenga que ver la urbanización de la humanidad: “Yo creo que el mundo está cada vez más urbano, el 90% de la gente vive en las ciudades y está cada vez más lejos del proceso de producción de alimentos”. Cuando a esa persona le dicen que la vaca contamina y lo mejor es no comer carne, “como está lejos del proceso, cree eso con facilidad. Además, cree que en el mundo hay un sistema de producción ganadera y lo asocia a la quema del bosque tropical para poner pastura y comenzar a producir”.

Pero “¿qué pasa con los sistemas donde hay ganado y herbívoros desde hace seis u ocho millones de años? Esos herbívoros, junto con los fuegos naturales, fueron los que hicieron que esos paisajes se mantuvieran como pasturas naturales”, aseguró Baethgen. “La pregunta que tenemos que hacernos es qué es lo natural en Uruguay, ¿qué es lo que había hace seis u ocho millones de años? Había herbívoros. Esa es una cosa para pensar”.

La exposición de Baethgen fue en la primera edición de Agro en Punta Expo & Business.

Fuente: La Mañana. Más información sobre la exposición de Baethgen: Derribando mitos: la ganadería y los gases de efecto invernadero (contenidoscrea.org.ar)

Foto de portada de CREA.

La agricultura urbana tiene una huella de carbono 6 veces mayor que la de los productos convencionales.

La agricultura urbana tiene una huella de carbono 6 veces mayor que la de los productos convencionales.

Un estudio de la Universidad de Michigan revela que los huertos urbanos presentan una paradoja: las frutas y verduras cultivadas en estos huertos muestran una huella de carbono seis veces superior a las cultivadas de manera convencional.

Montevideo | Todo El Campo | Un nuevo estudio internacional dirigido por la Universidad de Michigan (UM) encontró que las frutas y verduras cultivadas en granjas y jardines urbanos tienen una huella de carbono que es, en promedio, seis veces mayor que los productos cultivados convencionalmente.

Sin embargo, algunos cultivos urbanos igualaron o superaron a la agricultura convencional bajo ciertas condiciones. Los tomates cultivados en el suelo de parcelas urbanas al aire libre tenían una menor intensidad de carbono que los tomates cultivados en invernaderos convencionales, mientras que la diferencia de emisiones entre la agricultura convencional y la urbana desapareció para los cultivos transportados por aire como los espárragos.

«Las excepciones reveladas por nuestro estudio sugieren que los profesionales de la agricultura urbana pueden reducir sus impactos climáticos cultivando cultivos que suelen ser cultivados en invernaderos o transportados por vía aérea, además de hacer cambios en el diseño y la gestión del sitio», dijo el coautor principal del estudio, Jason Hawes, estudiante de doctorado en la Escuela de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la UM.

«La agricultura urbana ofrece una variedad de beneficios sociales, nutricionales y ambientales basados en el lugar, que la convierten en una característica atractiva de las futuras ciudades sostenibles. Este trabajo arroja luz sobre las formas de garantizar que la agricultura urbana beneficie al clima, así como a las personas y los lugares a los que sirve».

La práctica de la agricultura dentro de los confines de una ciudad, se está volviendo cada vez más popular en todo el mundo y se promociona como una forma de hacer que las ciudades y los sistemas alimentarios urbanos sean más sostenibles. Según algunas estimaciones, entre el 20% y el 30% de la población urbana mundial se dedica a alguna forma de agricultura urbana.

A pesar de la fuerte evidencia de los beneficios sociales y nutricionales de la agricultura urbana, su huella de carbono sigue siendo poco estudiada. La mayoría de los estudios publicados anteriormente se han centrado en formas de AU de alta tecnología y uso intensivo de energía, como las granjas verticales y los invernaderos en los tejados, a pesar de que la gran mayoría de las granjas urbanas son decididamente de baja tecnología: cultivos cultivados en suelo en parcelas al aire libre.

El nuevo estudio dirigido por la UM, publicado el 22 de enero en la revista Nature Cities (*), tenía como objetivo llenar algunos de los vacíos de conocimiento comparando la huella de carbono de los alimentos producidos en sitios de agricultura urbana de baja tecnología con los cultivos convencionales. Utilizó datos de 73 granjas y jardines urbanos en cinco países y es el estudio publicado más grande para comparar las huellas de carbono de la agricultura urbana y convencional.

Se analizaron tres tipos de sitios de agricultura urbana: granjas urbanas (gestionadas profesionalmente y enfocadas a la producción de alimentos), huertos individuales (pequeñas parcelas gestionadas por horticultores individuales) y huertos colectivos (espacios comunales gestionados por grupos de horticultores).

Para cada sitio, los investigadores calcularon las emisiones de gases de efecto invernadero que alteran el clima asociadas con los materiales y las actividades en la granja durante la vida útil de la granja. Las emisiones, expresadas en kilogramos de dióxido de carbono equivalente por porción de alimento, se compararon con los alimentos cultivados por métodos convencionales.

PRODUCCIÓN DE DIÓXIDO DE CARBONO.

En promedio, los alimentos producidos a través de la agricultura urbana emitieron 0,42 kilogramos de dióxido de carbono equivalente por porción, seis veces más que los 0,07 kg de CO2e por porción de los productos cultivados convencionalmente.

«Al evaluar los insumos y productos reales en los sitios de agricultura urbana, pudimos asignar los impactos del cambio climático a cada porción de producto», dijo el coautor principal del estudio, Benjamin Goldstein, profesor asistente de la Escuela de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la UM. «Este conjunto de datos revela que la agricultura urbana tiene mayores emisiones de carbono por porción de fruta o verdura que la agricultura convencional, con algunas excepciones».

Joshua Newell, profesor y codirector del Centro de Sistemas Sostenibles de SEAS, dirigió la parte del proyecto de la Universidad de Michigan. Los investigadores de la UM formaron un equipo internacional de colaboradores de universidades cercanas a los diversos sitios de cultivo de alimentos. Diez de esos colaboradores son coautores del estudio Nature Cities.

Los agricultores y jardineros de los centros de agricultura urbana de Francia, Alemania, Polonia, el Reino Unido y los Estados Unidos fueron reclutados como científicos ciudadanos y utilizaron entradas diarias en su diario para registrar los insumos y las cosechas de sus centros de cultivo de alimentos a lo largo de la temporada 2019.

Los insumos para los sitios de agricultura urbana se dividieron en tres categorías principales: infraestructura (como las camas elevadas en las que se cultivan los alimentos o caminos entre las parcelas), suministros (incluido abono, fertilizantes, telas que bloquean las malezas y gasolina para la maquinaria) y agua de riego.

«La mayoría de los impactos climáticos en las granjas urbanas son impulsados por los materiales utilizados para construirlas: la infraestructura», dijo Goldstein. «Por lo general, estas granjas solo operan durante unos pocos años o una década, por lo que los gases de efecto invernadero utilizados para producir esos materiales no se utilizan de manera efectiva”.

Por otro lado, la agricultura convencional es muy eficiente y difícil de competir. Por ejemplo, las granjas convencionales a menudo cultivan un solo cultivo con la ayuda de pesticidas y fertilizantes, lo que resulta en cosechas más grandes y una huella de carbono reducida en comparación con las granjas urbanas, dijo.

TRES MEJORES PRÁCTICAS.

Los investigadores identificaron tres mejores prácticas cruciales para hacer que la agricultura urbana de baja tecnología sea más competitiva en carbono con la agricultura convencional:

  • Amplíe la vida útil de la infraestructura. Prolongue la vida útil de los materiales y estructuras de UA, como camas elevadas, infraestructura de compostaje y cobertizos. Una cama elevada utilizada durante cinco años tendrá aproximadamente cuatro veces el impacto ambiental, por porción de alimento, que una cama elevada utilizada durante 20 años.
  • Utilizar los residuos urbanos como insumos de acceso universal. Conservar el carbono mediante la participación en la «simbiosis urbana», que incluye dar una segunda vida a los materiales usados, como los escombros de construcción y los desechos de demolición, que no son adecuados para nuevas construcciones pero potencialmente útiles para la UA. La relación simbiótica más conocida entre las ciudades y la UA es el compostaje. La categoría también incluye el uso de agua de lluvia y aguas grises recicladas para el riego.
  • Generar altos niveles de beneficios sociales. En una encuesta realizada para el estudio, los agricultores y jardineros de la UA informaron abrumadoramente de una mejora en la salud mental, la dieta y las redes sociales. Si bien el aumento de estos «productos no alimentarios» de la AU no reduce su huella de carbono, «los espacios de cultivo que maximizan los beneficios sociales pueden superar a la agricultura convencional cuando los beneficios de la AU se consideran de manera holística», según los autores del estudio.

Los coautores del artículo de Nature Cities son de la Universidad McGill en Canadá, la Universidad Paris-Saclay y la Unidad de Investigación Agroecológica y Ambiental en Francia, la Universidad de Kent en el Reino Unido, ILS Research en Alemania, la Universidad de la Ciudad de Nueva York y la Universidad Adam Mickiewicz en Polonia.

El proyecto contó con el apoyo del Consejo de Investigación Económica y Social del Reino Unido, el Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania, la Agencia Nacional de Investigación de Francia, la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, el Centro Nacional de Ciencias de Polonia y el programa de investigación e innovación Horizonte 202 de la Unión Europea.

Fuente: Universidad de Míchigan. Foto de portada de Victoria Schoen.

Artículo científico: Comparación de la huella de carbono de la agricultura urbana y convencional | Naturaleza Ciudades (nature.com)

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