Actualmente, el costo económico del cambio climático es seis veces mayor de lo estimado. Así y todo, la economía continuará creciendo: “Es posible que en 2100 todavía seamos más ricos de lo que somos hoy. Pero seríamos el doble de ricos en 2100 si no hubiera cambio climático”.
Montevideo | Todo El Campo | El cambio climático resulta más caro de lo que se preveía. Un estudio publicado en National Bureau of Economic Research, (*) encuentra que cada aumento adicional de la temperatura en 1°C significa un impacto del 12% en el PIB mundial. El mundo ya es 1°C más cálido que en la época preindustrial.
Los profesores Adrien Bilal (docente asistente de Economía en la Universidad de Harvard y especializado en cambio climático y economía espacial) y Diego R. Känzig (docente asistente de la Universidad Northwestern) han trabajo juntos sobre el impacto del cambio climático, y profundizaron sobre los desafíos de estimar las consecuencias económicas de ese fenómeno.
Känzing dijo que calcularlo “es realmente difícil, porque la economía siempre está creciendo debido a otros factores”, pero “al mismo tiempo, uno de los subproductos de ese crecimiento son las emisiones que alimentan el cambio de temperatura”
Bilal en tanto comentó: “Cuando hace un poco más de calor en Alemania, se tiende a ver más olas de calor, pero no más viento ni precipitaciones. Pero cuando la temperatura mundial sube, se ven más de los tres. La temperatura global está mucho más correlacionada con los fenómenos meteorológicos extremos”.
Ambos investigadores trabajaron en la variable de temperatura global, y señalaron que la economía continuará creciendo: “Es posible que en 2100 todavía seamos más ricos de lo que somos hoy. Pero seríamos el doble de ricos en 2100 si no hubiera cambio climático”, especificó Bilal.
Para comprender las implicaciones de estos resultados para la política de descarbonización, los expertos aplicaron la temperatura global al “costo social del carbono”, un modelo desarrollado en la década de los ‘90 noventa por William D. Nordhaus, estadounidense ganador del premio Nobel de Economía.
En definitiva, Bilal y Känzig estimaron que el costo social a nivel mundial es de US$ 1.056 por tonelada, o sea seis veces mayor que las estimaciones más altas existentes hasta el momento que son de US$ 185 por tonelada
Utilizando su nuevo método para recalcular el costo social sólo para Estados Unidos, los coautores obtuvieron US$ 211 por tonelada.
MÁS CALENTAMIENTO, MENOS CRECIMIENTO.
Otro estudio, publicado en Nature (*), analizó cómo han respondido las economías locales a los últimos 40 años de calentamiento y proyectó esos efectos hacia 2050.
Descubrieron que ya estamos inmersos en un calentamiento que reducirá el crecimiento de la economía mundial en un 20%. Esto sitúa el costo económico de un período determinado de cambio climático en aproximadamente seis veces el precio estimado de poner al mundo en la senda de limitar el calentamiento a 2°C.
Existen límites en cuanto a la medida en que este proceso funcionará en el futuro. La incertidumbre de los modelos climáticos aumenta con el tiempo. La economía futura empieza a parecerse mucho menos a la actual, y aspectos como las temperaturas extremas empiezan a alcanzar niveles en los que el comportamiento de la economía en el pasado ya no es aplicable.
El estudio de Maximiliano Kotz, Andrés Lvermann y Leonie Wenz coincide con el de Bilal y Känzig en que el cambio climático resta prosperidad y crecimiento económico.
¿Qué ocurrirá en 2050? El modelo de los investigadores sugiere que “los daños ocasionados suponen una reducción permanente de los ingresos del 19% en promedio a nivel mundial”. En comparación con el nivel al que nos habría llevado el crecimiento, debido a las incertidumbres, el rango probable oscila entre el 11% y el 29%. Utilizando un escenario intermedio para el crecimiento económico sería un golpe a la economía de 38 billones de dólares.
Quien fuera ministra de Ambiente en el primer Gobierno de Lula y luego de Rousseff dijo que en el Congreso Aapresid que “no se puede aceptar a quienes ponen presión sobre la agricultura como si fuera la fuente de todos los problemas”
Montevideo | Todo El Campo | ¿La agricultura enfrenta el negacionismo por su papel como descarbonizador de la economía global? De acuerdo a las palabras de la exministra brasileña Isabella Teixeira, así es: “Como rechazamos el negacionismo climático, debemos rechazar el negacionismo de la agricultura y el de su papel para descarbonizar la economía global”, dijo la exministra de Medio Ambiente de Brasil y asesora del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en el Congreso Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) realizado del 7 al 9 de agosto.
Teixeira, fue ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil entre 2010 y 2016, durante los gobiernos de Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff. Actualmente es negociadora jefe de la delegación de su país en la COP 21 en la que se adoptó el histórico Acuerdo de París.
“Así como debemos rechazar el negacionismo del cambio climático, debemos rechazar el negacionismo de la agricultura y el de su papel para incrementar la descarbonización de la economía global, que no se basan en evidencias científicas y la responsabilizan de todos los problemas”, dijo en su exposición que reunió académicos, empresarios y referentes de la escena local e internacional, en búsqueda de soluciones y proyectos para una agricultura más sustentable.
En el Congreso Aapresid fue una de las expositoras que generó mayores expectativas. Participaron unas 7.500 personas.
“Existe hoy un dilema entre ambición, visión y narrativas que concilien los desafíos en materia de seguridad alimentaria, energética y la ruta hacia la descarbonización de la economía global. Brasil es un ejemplo de la importancia de la agricultura para la seguridad alimentaria y energética, además de la seguridad ambiental. Si se combate a los negacionistas del cambio climático, tampoco se puede aceptar a quienes ponen presión sobre la agricultura como si fuera la fuente de todos los problemas. Aunque la agricultura tiene dificultades, debemos saber que no podemos cambiar las economías de los países en desarrollo sin la agricultura. Y las transformaciones que deben hacerse solo deben realizarse sobre la base de la ciencia y de datos que sean confiables”, advirtió Teixeira.
EL CAMBIO CLIMÁTICO EXCEDEN EL TEMA AMBIENTAL.
Izabella Teixeira, que es una bióloga respetada mundialmente, expuso en el panel “El futuro de los sistemas agroalimentarios de las Américas”, que formó parte de una sección especial diseñada por Aapresid junto al IICA, como parte de su alianza estratégica orientada a favorecer en la región la diseminación de buenas prácticas y la transferencia de tecnologías que posibiliten la regeneración del suelo y el ambiente y la mitigación y adaptación al cambio climático.
La experta explicó que el debate y las negociaciones sobre el cambio climático exceden el tema ambiental, y por lo tanto no se circunscriben apenas al ámbito de las COP, de Naciones Unidas, sino que se trata de un tema fundamental sobre y para el desarrollo, que involucra la geopolítica y al comercio internacional, y es constitutivo de las relaciones de poder.
“La discusión ganó una importancia estratégica global -explicó-; es cómo vamos a impulsar el desarrollo y quién va a pagar por las transformaciones. Y eso ya no se discute solamente en el ámbito de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático sino también afuera: en el G20, G7, en los Brics o en la OCDE”.
“Tenemos que prestar atención a la ciencia para mirar los datos y entender las métricas en el tema del cambio climático, de manera que la sociedad pueda tener una dimensión correcta del problema y sepa cómo la agricultura lo afronta con sus tecnologías para adaptarse y emitir menos gases de efecto invernadero”, señaló.
En esa línea, llamó la atención sobre los intereses que mueven las acusaciones contra la agricultura y niegan su papel como proveedora de soluciones: “Se debe entender el papel de la agricultura en la seguridad alimentaria y nutricional y también en la seguridad energética y en la paz social. Hoy hay una agricultura que produce energía y que agrega valor permanente”.
Teixeira cuestionó el llamado proteccionismo verde, que pone trabas injustificadas al comercio internacional de productos agrícolas con motivaciones ambientales. Advirtió, de todas maneras, que hoy hay nuevas demandas de los consumidores que van a generar una suba de costos para los productores.
“Hay que salir de los discursos que niegan la crisis climática y la importancia de la agricultura como proveedora de soluciones. Hoy cuando uno piensa en la seguridad alimentaria y nutricional, esta está asociada a la seguridad energética. La agenda de la agricultura anuncia el futuro”, subrayó.
Ayudan a pronosticar y enfrentar crisis hídricas que son cada vez más frecuentes y severas debido al cambio climático.
Montevideo | Todo El Campo | La tecnología digital brinda herramientas de gran utilidad para diagnosticar y mitigar los impactos de las sequías, reveló un estudio presentado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en el contexto de la preparación para la tercera edición de la Semana de la Agricultura Digital (SAD) 2024, que se realizará en setiembre próximo.
El documento ofrece una muestra no exhaustiva de algunos recursos digitales producidos por entidades públicas y privadas en América Latina y el Caribe, que ayudan a pronosticar y enfrentar crisis hídricas que son cada vez más frecuentes y severas debido al cambio climático.
La SAD 2024, cuyo lanzamiento oficial se realizó a través de una serie de webinars donde se anticiparon las temáticas a ser tratadas, convocará a agtechs, fondos de inversión, grandes compañías, organizaciones de agricultores, institutos de investigación, ministerios y organismos públicos y multilaterales para debatir sobre digitalización agroalimentaria y favorecer la colaboración. Se trata de una iniciativa, liderada por el IICA desde 2022, que este año será nuevamente organizada junto a aliados estratégicos del Instituto como CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Centro International de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt).
La postulación para las agtechs de países de las Américas con soluciones digitales ya disponibles para su uso está abierta hasta el 1º de julio y el formulario puede bajarse en la página web www.semanaad.iica.int.
Quince agtechs serán seleccionadas para viajar a San José de Costa Rica entre el 23 y el 27 de setiembre, con todos los gastos pagos, mientras que las que no sean elegidas para viajar podrán participar de manera virtual e integrarse a la Red de Agtechs de las Américas del IICA.
Durante el webinar se debatió el rol que pueden tener las tecnologías para anticipar y mitigar efectos de sequías y ser más resilientes.
“Cada vez que hay una sequía son afectados miles o millones de productores agropecuarios y todas las sociedades, porque se reduce la producción y disponibilidad de alimentos. Hay innumerables ejemplos en la historia del impacto dramático de las sequías. Hoy el cambio climático nos hace vivir tanto sequías como inundaciones más frecuentes y extremas. La buena noticia es que los países de las Américas tienencada vez más herramientas para que esas circunstancias golpeen cada vez un poco menos”, dijo Federico Bert, gerente del Programa de Digitalización Agroalimentaria del IICA.
TRES PILARES.
Uno de los autores del estudio, el académico Guillermo Podestá, señaló que existen tres pilares que pueden ofrecer las tecnologías digitales en relación a las sequías: monitoreo, predicción y alerta temprana; caracterización y gestión de riesgo e impactos; planificación, preparación y respuesta.
“La naturaleza compleja de la sequía dificulta su gestión. Pero hay una creciente disponibilidad de recursos, tanto públicos como privados, para el monitoreo y gestión de esta amenaza. La mayoría de ellos no existía 10 o 15 años atrás”, dijo Podestá.
“De todas maneras -advirtió- la tecnología es necesaria pero no suficiente. Hacen falta enfoques proactivos y no reactivos por parte de los gobiernos”.
En el webinar también participaron los agricultores chilenos Macarena Valdés y Marco Aceituno, fundadores y dueños de la Granja La Pachamama, que prosperó en la producción de alimentos en medio de la fuerte sequía que ha castigado al país en los últimos años y llevó a la realidad la premisa de producir más con menos. Ambos fueron reconocidos como “Líderes de la Ruralidad» de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), debido a su aporte a la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental del continente y el planeta.
“Por una cuestión de supervivencia, empezamos a aplicar técnicas para mejorar la calidad de suelos y regenerarlo. Y así llegamos a hacer varias producciones que han ido complementándose y generamos una economía circular”, contaron.
Macarena y Marco relataron que comenzaron con el uso de forraje verde hidropónico para alimentar al ganado y luego comenzaron a emplearlo también como cubierta vegetal para el suelo.
La pareja de agricultores explicó que el año pasado llovieron solo 50 milímetros en la región central de Valparaíso, donde viven y producen, pero ellos pudieron adaptarse a la situación: “Recuperamos agua de lluvia gracias a los techos y la almacenamos en cisternas, para tener riego durante todo el año para nuestros 300 árboles frutales”.
No es solo el clima lo que afectará el rendimiento de los cultivos. A medida que el clima se calienta y cambia, las plagas y enfermedades se propagan más ampliamente, generando otra capa de imprevisibilidad para la agricultura.
Montevideo | Todo El Campo | El efecto que tendrá el cambio climático en los cultivos es un tema de preocupación. La organización humanitaria Acción contra el hambre hizo una lista de los 8 cultivos que verán disminuidas sus producciones por esa causa que se traduce en calentamiento global, cambios en los patrones de las lluvias, etc.
En 2019 la Universidad de Minnesota publicó un estudio en el que encontró que los rendimientos de cultivos como el arroz y el trigo ya están disminuyendo, mientras que las cosechas de sorgo, que es más resistente a la sequía, aumentaron durante el mismo período.
Sin embargo, no es solo el clima lo que afectará el rendimiento de los cultivos: a medida que el clima se calienta y cambia, las plagas y enfermedades se propagan más ampliamente, otra capa de imprevisibilidad para la agricultura.
El almacenamiento de alimentos también puede ser más difícil, ya que el aumento de las temperaturas hace que sea más probable que los insectos o el moho destruyan los cultivos que se almacenan al aire libre o en áreas protegidas, pero no refrigeradas.
También se espera que la crisis climática aumente la malnutrición al reducir la disponibilidad de nutrientes y la calidad de los alimentos, al tiempo que aumenta los precios. Las temperaturas más altas y el aumento de las concentraciones de CO2 en el aire conducen a niveles más bajos de nutrientes como el hierro, el zinc y las proteínas en cultivos como la soja, el trigo y el arroz. Este problema es especialmente preocupante en los países con menos diversidad alimentaria y donde las personas dependen de uno o dos alimentos básicos para su nutrición.
Así es como el cambio climático puede afectar a 8 cultivos clave que proporcionan ingresos a millones de pequeños agricultores. También son fuentes vitales de calorías y cultura para miles de millones de personas en todo el mundo.
MAÍZ.
La producción mundial de maíz probablemente experimentará una reducción masiva para 2050 debido a las variaciones de temperatura y a la disminución de las precipitaciones. Todas las principales áreas de cultivo, como EE.UU. y Brasil, se verán afectadas por este cambio.
Los pequeños agricultores dependen especialmente de las lluvias regulares para cultivar maíz, y el cambio climático ya está alterando los patrones típicos de lluvia. En lugares como Mozambique, donde el maíz se cultiva para el consumo local, esto probablemente será devastador.
TRIGO.
En regiones más frías como América del Norte y Europa, la producción de trigo puede experimentar un aumento de más del 5% en los rendimientos, si las lluvias lo permiten. Sin embargo, en áreas más vulnerables como India, América Central y África, los rendimientos pueden disminuir en un 3% o más.
Dado que la India produce el 14% del trigo del mundo, la disminución de la producción en las regiones productoras más cálidas y secas tendrá un impacto significativo en las familias productoras de trigo de la India y en los millones de personas que dependen de ellas para su sustento.
ARROZ.
Para más de 3.500 millones de personas, el arroz proporciona el 20% o más de sus calorías diarias, y la demanda está aumentando. Sin embargo, los rendimientos mundiales de arroz pueden caer más de un 5,5% si las temperaturas suben 1,5 grados. Algunas estimaciones predicen que los rendimientos podrían caer un 11% para 2050.
Los agricultores de toda Asia, incluidos los principales centros de población de China, India y Vietnam, y de África, donde Nigeria es el mayor productor de arroz del continente, se verán muy afectados. En Bangladesh, los agricultores ya han sufrido pérdidas de cultivos de arroz debido a las olas de calor y a la escasez de lluvias en la temporada de cultivo, lo que ha provocado la destrucción de más de 168.000 acres de arroz. Los campos costeros al nivel del mar corren un riesgo especial por el aumento del nivel del mar, cuando el agua de mar puede inundar la tierra firme, dañando o destruyendo los cultivos de arroz.
SOJA.
La creciente popularidad de la soja está impulsando la deforestación que contribuye a aumentar los niveles de carbono. Esta tendencia es más notable en América del Sur, donde los agricultores están aumentando la producción de soja para exportar a China y satisfacer la creciente demanda de alimentos industriales para animales.
Los efectos del cambio climático en los rendimientos de la soja son mixtos, ya que los investigadores encuentran que las plantas de soja responden favorablemente a concentraciones más altas de CO2 en el aire. Los rendimientos de la soja también pueden aumentar si los agricultores abandonan otros cultivos, como el trigo, o se expanden a tierras previamente boscosas, lo que está sucediendo en el Amazonas y puede ocurrir en áreas que hoy son demasiado frías para la producción de soja, como el estado de Nueva York y el sur de Canadá.
Sin embargo, incluso si las cosechas aumentan en el corto plazo, la mayoría de los científicos proyectan que los rendimientos disminuirán a finales de este siglo a medida que se intensifique el estrés por calor e agua.
PAPA.
Para 2050, la producción mundial de papas podría disminuir hasta en un 9%. Como las papas necesitan un suministro constante de agua para crecer, menos áreas serán adecuadas para la producción de papas. En los lugares productores de papa que dependen del derretimiento de la capa de nieve de las montañas, como Idaho, o de una temporada de lluvias constante, como Bolivia, los agricultores tendrán que adaptar las variedades o invertir en riego para mantener la producción.
BANANAS.
Estos productos similares se cultivan en los trópicos como cultivos comerciales o como fuentes locales de alimentos. Los investigadores encontraron que debido al aumento de las temperaturas en los últimos 20 años, la producción de plátano cayó en un 43%. Las variedades populares de plátanos también están amenazadas por enfermedades, como la raya negra de la hoja, que puede propagarse más rápido y más lejos en climas más cálidos.
Sin embargo, los cambios climáticos proyectados también podrían significar más tierra en la que cultivar bananos y plátanos para 2070.
CACAO.
La demanda de chocolate está creciendo y es poco probable que la producción de cacao pueda mantenerse al día. Costa de Marfil y Ghana, en África occidental, son responsables de la mitad de la producción mundial de cacao, y la región ya está experimentando lluvias erráticas y vientos cálidos.
Los granos de cacao solo crecen bien en condiciones muy específicas. Les gustan las temperaturas constantes, la alta humedad y las lluvias regulares. El aumento de las temperaturas está impulsando la producción de cacao a elevaciones más altas, donde simplemente hay menos tierra, o donde el cultivo podría significar deforestación.
CAFÉ.
El café es un valioso cultivo de exportación para muchos pequeños agricultores que dependen de los ingresos para comprar alimentos y suministros para sus familias.
En las principales naciones exportadoras de café, el cultivo brinda oportunidades económicas en todo el país a través de la agricultura, el procesamiento, el comercio, las finanzas y funciones relacionadas, que podrían estar en riesgo. Etiopía, que es el principal productor de café de África, podría perder el 25% de sus rendimientos de café para 2030.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Entonces, ¿qué se puede hacer?, es la pregunta ineludible.
Para evitar interrupciones en el suministro, precios más altos y más personas hambrientas, es posible que los agricultores deban expandir la producción o adoptar nuevas técnicas para lograr el mismo rendimiento. Es posible que algunos cultivos específicos del clima, como el café, deban cultivarse en nuevas áreas. Es posible que los agricultores también deban comenzar a cultivar variedades de cultivos familiares más resistentes y apropiados para el clima, o nuevos tipos de alimentos.
Rosario, Santa Fe, Argentina | Rosgan | Todo El Campo | Diciembre suele ser un mes de balances. Aun dentro de un contexto convulsionado como el que estamos transitando, con cambios y reestructuraciones diarias, es importante poner en valor aquellos avances que se van logrando en terrenos que indefectiblemente nos obligan a llevar la mirada al largo plazo.
En este sentido, no podemos pasar por alto el gran avance que se ha logrado recientemente en materia de lucha contra el cambio climático. En efecto, la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático desarrollada en Dubai, la COP28, concluye por primera vez con un acuerdo global para abandonar gradualmente el uso de combustibles fósiles. Se trata de la primera Conferencia en abordar de manera directa el impacto que generan los combustibles fósiles, en un acuerdo climático de la ONU.
Asimismo, otro de los acuerdos de trascendencia mayúscula para nuestro país por el preponderante rol que juega en la producción de agroalimentos, es la declaración voluntaria firmada por un conjunto de 134 países en la que acuerdan incorporar a la agricultura con un papel más relevante en sus planes climáticos y aumentar la reducción de emisiones relacionadas a la producción y el consumo de alimentos.
¿Pero qué sabemos hasta el momento en cuanto a los impactos que la producción de alimentos y en particular de la ganadería tiene sobre el clima? ¿Cómo nos posicionamos como sector ante estos desafíos?
Un artículo sumamente interesante elaborado recientemente por Ernesto Viglizzo para el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), titulado “Ganadería Bovina y Cambio climático en las Américas: hacia modelos de desarrollo bajos en carbono” aborda la problemática de una manera muy clara.
Comienza planteando el gran dilema que enfrenta la ganadería en la región, entre el rol que juega como proveedora global de alimentos de origen animal y la creciente preocupación que despierta la ganadería bovina en relación al clima, a la luz de las mediciones difundidas por la comunidad científica en cuanto a su responsabilidad en las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En este sentido, el primer error de base que remarca Vigglizzo radica en la generalización, es decir en difundir mediciones globales sin tener en cuenta la heterogeneidad que existe entre los diferentes sistemas de producción. La producción ganadera constituye un conjunto de sistemas diversos que oscilan entre sistemas extensivos de pastoreo natural, con baja emisión de carbono por hectárea, a sistemas altamente intensivos de engorde bajo confinamiento que, lógicamente, por su alta carga generan una elevada emisión de carbono por hectárea, con casi nula posibilidad de captura. Es esta misma generalización la que prima a hora de aplicar penalidades o restricciones a la comercialización de los productos, soslayando las diferencias.
En el caso de Argentina, entre el 65% y el 70% de la hacienda que llega a faena proviene de sistemas mayormente pastoriles, con encierres puntuales en la terminación. Este rasgo diferenciador de nuestra ganadería, a priori, nos posiciona con una gran fortaleza intrínseca que, dependiendo de cómo se aborde, podría convertir esta especie de amenaza comercial que sufre hoy el sector en una verdadera oportunidad.
Precisamente es en relación a ese abordaje donde el artículo de Vigglizzo se detiene poniendo especial foco en “la métrica”, es decir en cómo se mide el impacto de la actividad ganadera.
En este sentido, la tan renombrada “Huella de Carbono” en la que muchos países importadores comienzan a basar sus políticas comerciales se apoya en realidad un criterio de emisiones acumulativas a lo largo de todo el ciclo de vida del producto final sobrecargando así a la producción primaria con una cuenta de carbono que se genera, una vez abandonada la tranquera del predio, atravesando varios eslabones de la cadena hasta llegar a la góndola del supermercado.
Tal como remarca Vigglizzo, “si se le imputasen al ganado bovino únicamente sus emisiones biogénicas (o sea el metano y óxido nitroso que son producto de la fermentación entérica), se comprobaría fácilmente que su impacto en el clima global es mucho menor que el estimado a través del Análisis de Ciclo de Vida (ACV) de un producto”. En la actualidad ese valor no supera el 5% de las emisiones globales y tiende a disminuir porcentualmente al compararlo con la trayectoria que muestran las emisiones de carbono del resto de los sectores a nivel global.
En concreto, a diferencia del criterio de base de la “Huella de Carbono”, el cálculo del “Balance de Carbono” analiza la economía del carbono en el sistema predial y no por tonelada de carne producida. A su vez, su cálculo implica estimar anualmente no solamente las emisiones, sino también la captura y almacenamiento de carbono en el sistema analizado, donde la unidad de referencia pasa a ser la hectárea de tierra y no la tonelada de carne, como propone el ACV.
Al tomar como unidad de referencia la hectárea de tierra producida, el método permite discriminar la performance individual de cada productor, poniendo en valor el “cómo” se produce en cada eslabón de la cadena en lugar del “que” se produce, etiquetado como bien único en la góndola final.
Es así como el productor es quien en última instancia se puede convertir en sujeto de premio o penalización de acuerdo al balance de carbono generado en su propio sistema de producción.
Cambiar el foco de medición, habla por un lado de cierta honestidad intelectual tanto de la comunidad científica como también de la comercial, quienes son en definitiva usuarios primarios de este tipo de mediciones. Pero también, implica hacer foco en la responsabilidad individual de cada actor de la cadena productiva. Así como el productor ganadero no puede cargar con la responsabilidad de las emisiones que se generan fuera de la tranquera, sí debe asumir la plena responsabilidad de todo impacto ambiental que se produzca dentro del predio que trabaja.
A su vez, en la medida que este cambio de enfoque venga acompañado de incentivos comerciales para quienes contribuyan a la reducción de emisiones, dará paso a una serie de desarrollos tecnológicos y prácticas productivas que se valorarán como herramientas indispensables para convertir el problema en una oportunidad.
Como se mencionó, trabajar con mediciones generales inevitablemente sustenta la implementación de políticas comerciales también generales, que por abarcativas terminan siendo excesivamente restrictivas para el comercio mundial de alimentos.
Lejos de necesitar mayores restricciones, la creciente demanda de alimentos que requiere el mundo, necesita de soluciones que impliquen garantizar libertad de comercio, de modo tal que, sobre la base de una estricta responsabilidad cuantificable individualmente, se logre expandir la producción de alimentos en lugar de derivar en soluciones contractivas que a la larga terminan generando mayores carencias. En definitiva, la solución no radica en dejar de consumir carne para mitigar los efectos del cambio climático sino de convertirnos en verdaderos protagonistas de un cambio, que permitirá abastecer al mundo de los alimentos que necesita, de manera responsable y sustentable con el medio.