En la región se observa un patrón común: durante la última década, el crecimiento agrícola se ha fundamentado principalmente en un uso intensivo de insumos y capital, más que por mejoras en la eficiencia.
Montevideo | Todo El Campo | ¿Sabías que América Latina y el Caribe multiplicó por cinco su producción agrícola desde 1960? Sin embargo, en los últimos años, gran parte de este crecimiento se ha sostenido más en el uso intensivo de insumos -tierra, trabajo y agroquímicos- que en mejoras reales de eficiencia o innovación tecnológica. De hecho, entre 2010 y 2020, la productividad total de los factores (PTF) se desaceleró de manera significativa.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) está analizando esas tendencias en 25 países, combinando datos y evidencia para repensar el futuro de la agricultura en la región.
Uno de esos países es Uruguay, y el estudio realizado por el BID ofrece una evaluación que incluye nuestro país el cual muestra, entre 1995 y 2021, valores de PTF relativamente estables; desde 2008 sin grandes aumentos ni caídas, contrastando con el crecimiento sostenido de Brasil, Chile y Paraguay, que han mejorado su productividad agrícola.
Para Uruguay todos los índices coinciden en que ha habido poca variación, lo que refuerza la idea de una productividad estable, pero sin dinamismo. Eso se traduce en una madurez estructural de la agricultura uruguaya, pero también podría indicar falta de innovación tecnológica o inversión en eficiencia productiva.
Uruguay aparece con una posición conservadora en comparación con Paraguay o Perú en cuanto a mejoras en eficiencia y transformación estructural.
El siguiente artículo de la doctora en Economía PhD. Lina Salazar y la Ec. Diana Tadeo ayuda a contestar esa pregunta. Salazar es la economista líder de la División de Medio Ambiente, Desarrollo Rural y Gestión del Riesgo de Desastres del BID, en tanto que Toledo es consultora de la División de Agricultura y Desarrollo Rural del BID.
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¿Por qué se desacelera la productividad agrícola en América Latina y el Caribe?
PhD. Lina Salazar y la Ec. Diana Tadeo | Durante las últimas seis décadas, la productividad agrícola ha sido un motor esencial del crecimiento económico en América Latina y el Caribe (ALC). En este período, la región multiplicó por más de cinco veces su producción agrícola (USDA, 2024). Sin embargo, en los últimos años, este aumento ha dependido cada vez más del uso intensivo de insumos -como tierra, trabajo y agroquímicos- en lugar de mejoras en eficiencia o innovación tecnológica. Esta tendencia genera preocupaciones sobre la sostenibilidad ambiental y pone en riesgo la seguridad alimentaria y los medios de vida de las poblaciones rurales a largo plazo.
Para apoyar a los países de la región a aumentar la productividad agrícola y, de esta manera, impulsar el sector agropecuario y mejorar la seguridad alimentaria, el BID está desarrollando una serie de estudios, tanto a nivel regional como nacional, que examinan cómo diversos factores inciden en el crecimiento de la productividad agrícola.
El primer estudio de la serie, Agricultural Productivity in the Latin America and Caribbean Region (1961-2021) (1), analiza las dinámicas y los factores determinantes del crecimiento de la producción y la productividad agrícolas en 25 países de la región durante seis décadas, a partir de datos de USDA, Faostat y la OIT. En un contexto de creciente vulnerabilidad ambiental, pobreza persistente e inseguridad alimentaria, comprender estos patrones es clave para el diseño de políticas públicas eficaces y sostenibles.
¿QUÉ ES LA PRODUCTIVIDAD TOTAL DE LOS FACTORES (PTF) EN LA AGRICULTURA?
La productividad total de los factores (PTF) utilizados en la producción agrícola es un indicador que permite evaluar qué tan eficientemente se utilizan los recursos en esta actividad. A diferencia de métricas más simples -como el rendimiento por hectárea o la productividad del trabajo-, la PTF considera de forma conjunta los principales insumos: tierra, trabajo, capital y materiales. Esto la convierte en una herramienta más integral para entender la eficiencia del sector agrícola.
Siguiendo la metodología propuesta por Fuglie (2012) (2), el estudio descompone el crecimiento de la producción agrícola para identificar la contribución específica de cada insumo (utilizando ponderaciones variables por década). La mejora en la eficiencia productiva se calcula por diferencia, como el residuo no explicado por el uso de insumos. Esta aproximación no solo facilita la evaluación del desempeño agregado del sector, sino que también permite comparaciones entre países y subregiones, algo fundamental dada la heterogeneidad de ALC.
A nivel regional, se observa que la expansión del uso de tierra para fines agrícolas y el empleo de mano de obra han perdido relevancia como factores que explican el crecimiento de la producción agropecuaria. En contraste, el aumento de capital (como maquinaria y activos ganaderos) y el uso de insumos (como fertilizantes y agroquímicos) han tenido un impacto positivo en dicho crecimiento.
REGIÓN HETEROGÉNEA, PERO DESAFÍOS COMPARTIDOS.
El análisis muestra que el crecimiento de la productividad en ALC ha registrado variaciones importantes a lo largo del tiempo. Entre 1961 y 1980, y nuevamente entre 1991 y 2010, la región experimentó aumentos significativos en la PTF, probablemente impulsados por la adopción de tecnologías agrícolas, y mayor inversión en investigación (Ludena, 2010) (3). En cambio, la década de 1980 -conocida como la “década perdida”- marcó una ruptura, ya que la crisis económica que afectó a la región redujo la inversión pública y privada, debilitando la capacidad de los países para sostener avances en productividad.
Sin embargo, lo más preocupante es la desaceleración observada en la década más reciente, entre 2010-2020. En este período, tanto el crecimiento de la producción agrícola como el de la PTF disminuyeron significativamente. De hecho, solo el 26,5% del crecimiento agrícola se explicó por mejoras en eficiencia, una proporción incluso menor a la registrada en los años ‘80. Esta caída fue generalizada en todas las subregiones.
Al mismo tiempo, el estudio revela una marcada heterogeneidad entre países. Mientras Chile, Brasil y Costa Rica lograron sostener un crecimiento constante en la productividad agrícola, otros han mostrado un desempeño más modesto. Estas diferencias refuerzan la necesidad de avanzar hacia estrategias diferenciadas, adaptadas a las condiciones y capacidades de cada país.
A pesar de las trayectorias contrastantes, se observa un patrón común en toda la región: durante la última década, el crecimiento agrícola se ha fundamentado principalmente en un uso intensivo de insumos y capital, más que por mejoras en la eficiencia. Esta dinámica no es sostenible en el largo plazo y podría intensificar los desafíos ambientales y sociales ya existentes.
CÓMO IMPULSAR LA PRODUCTIVIDAD AGRÍCOLA DE FORMA SOSTENIBLE.
El estancamiento reciente de la productividad agrícola en ALC ocurre en un contexto de creciente presión sobre los recursos naturales y mayores riesgos para la seguridad alimentaria. Aunque la producción total ha seguido en aumento, la creciente dependencia del uso de insumos y la caída en la eficiencia productiva son señales de alarma. Por ejemplo, se estima que cerca del 90% de la deforestación entre 2000 y 2018 estuvo vinculada a la expansión agrícola, siendo ALC una de las regiones más afectadas por esta tendencia (FAO, 2021) (4), comprometiendo la base natural para el desarrollo futuro del sector.
Frente a este panorama, es fundamental que ALC transite hacia un modelo agrícola más sostenible, resiliente y eficiente. Esto implica invertir en innovación, adoptar tecnologías limpias, fortalecer la asistencia técnica y mejorar la gestión de los recursos naturales. También será clave diseñar políticas públicas adaptadas a las realidades locales, que promuevan mejoras en productividad sin comprometer los ecosistemas, y que, al mismo tiempo, favorezcan la apertura a mercados internacionales y el aprovechamiento de oportunidades de inversión extranjera.
Este estudio ofrece una base sólida para repensar las estrategias de desarrollo agrícola en la región. Si bien hay señales preocupantes en la evolución reciente de la PTF, también hay una oportunidad. Con el diagnóstico adecuado, es posible redirigir los esfuerzos hacia un modelo de crecimiento agrícola más justo, equilibrado y sostenible.
Avanzar hacia una agenda de productividad con enfoque territorial y articulación público-privada permitirá adaptar las intervenciones a los distintos ecosistemas productivos de la región. El BID, a través de programas que promueven la adopción de tecnologías en la región -por ejemplo, las iniciativas implementadas en Argentina (Prodaf) (5), Bolivia (Criar) (6) y República Dominicana (Patca) (7)- puede contribuir a esa transformación desde el conocimiento técnico y la cooperación regional. Mejorar la productividad agrícola no es solo una opción: es una necesidad urgente para el presente y el futuro de América Latina y el Caribe.
Publicación internacional muestra las iniciativas de ganadería sostenible que están en ejecución en los países del CAS que Uruguay integra. El documento es el resultado de consultas a más de 200 profesionales relacionados a la ganadería sostenible de la región.
Montevideo | Todo El Campo | Las iniciativas de ganadería sostenible actualmente en ejecución en los países que integran el Consejo Agropecuario del Sur (CAS) fueron mapeadas y analizadas en detalle en una publicación realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). El material ya está disponible para consultar (*).
El trabajo es el resultado de consultas a más de 200 profesionales relacionados a la ganadería sostenible de la región, pertenecientes a diversas organizaciones del sector público, privado y la comunidad internacional.
El documento resume la tarea realizada durante el primer año de funcionamiento de la Plataforma de Ganadería Bovina Sostenible de las Américas, un espacio de colaboración liderado en forma conjunta por IICA y el BID, cuya misión es contribuir al intercambio, la colaboración, la generación y la difusión de conocimientos sobre la sostenibilidad económica, social y ambiental de los sistemas de producción ganaderos que coexisten en las diferentes regiones de las Américas.
Manuel Otero, director general del IICA, afirmó que “el lanzamiento de esa publicación, que aborda específicamente el tema de la ganadería sostenible en el Cono Sur de nuestro continente, es un aporte invaluable de nuestras instituciones para alinear las acciones de los países hacia las buenas prácticas productivas en este importante sector económico, social y cultural de estos países”.
En esta primera fase de funcionamiento, la plataforma se focalizó en los sistemas de producción de carne bovina en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, países que comparten el CAS, foro ministerial de consulta y coordinación de acciones regionales, que tiene como objetivo definir las prioridades agropecuariaS.
Esas seis naciones representan el 30% de las existencias mundiales de ganado bovino (45% si se excluye a India) y el 42% de las exportaciones mundiales de carne, en volumen. La región alberga más de 3 millones de unidades productivas ganaderas, lo cual refleja la importancia de la actividad para el desarrollo sostenible de los territorios rurales.
CINCO SECCIONES DEL INFORME.
El informe consta de más de 100 páginas que se estructuran en cinco secciones.
En la primera se analiza el significado de ganadería sostenible para la región y se mapean las iniciativas de ganadería sostenible actualmente en ejecución en los países mencionados (marcos estratégicos, políticas públicas, programas, proyectos privados, espacios de colaboración, etc.).
En la segunda sección, se realizó un estudio del estado del arte en ciencia y tecnología de la ganadería bovina de carne enfocada en cuatro temas: balance de carbono, balance hídrico, biodiversidad y bienestar animal.
La tercera sección identifica y evalúa la percepción de los diferentes actores sobre las brechas y demandas en las cuatro áreas mencionadas.
En la cuarta sección se presentan avances hacia una propuesta para construir un marco de indicadores para evaluar la sostenibilidad de la ganadería y, finalmente.
Y en la quinta sección se realiza un análisis del estado de situación, las demandas y las prioridades de investigación vinculadas con los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero.
El informe culmina con un conjunto de reflexiones sobre el trabajo realizado.
URUGUAY, UN ACTOR CLAVE.
El documento menciona a Uruguay en varios contextos clave relacionados con la construcción de un enfoque regional de ganadería bovina sostenible en el Cono Sur y Bolivia, posicionándose como un actor clave en la transición hacia sistemas ganaderos más sostenibles.
Algunas de las contribuciones científicas y técnicas que se incluyen mencionan a investigadores uruguayos como Marcia del Campo, en bienestar animal, Verónica Ciganda en balance de carbono o Oscar Blumetto en biodiversidad.
INDICADORES Y SOSTENIBILIDAD. El documento propone un marco de indicadores para evaluar la sostenibilidad ganadera, y Uruguay participa en la validación y priorización de estos indicadores.
Se reconoce la necesidad de alinear políticas públicas, ciencia y producción para lograr una ganadería más resiliente, eficiente y ambientalmente responsable.
¿CÓMO SE POSICIONA URUGUAY? Uruguay se posiciona como un actor técnico y político destacado dentro del Consejo Agropecuario del Sur en el proceso de construcción de una ganadería bovina sostenible. El siguiente cuadro muestra una comparación de su desempeño frente a otros países del CAS en función de los ejes clave del informe:
El país ha sido proactivo en la validación de indicadores de sostenibilidad, especialmente en las dimensiones ambiental y social. Además, se encuentra entre los países con mayor avance en inventarios de gases de efecto invernadero (GEI) del sector ganadero.
CONCLUSIÓN: URUGUAY ENTRE LOS PAÍSES DE VANGUARDIA.
Uruguay se posiciona como un referente técnico-científico en sostenibilidad ganadera dentro del CAS, con fortalezas en investigación aplicada, participación institucional y compromiso con la mejora de indicadores. Aunque enfrenta desafíos comunes en gobernanza de datos, su capacidad de articulación y liderazgo lo colocan en el grupo de vanguardia junto a Argentina, Brasil y Chile.
Nota: el artículo cuenta con contribución de inteligencia artificial en su redacción. Los cuadros o fueron elaborados con inteligencia artificial.
Los autores son Fabio Montossi, Celia Jones, Diego Gauna y Gonzalo Muñoz.
Montevideo | Todo El Campo | El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó en su web el documento “Construyendo un enfoque regional de ganadería bovina sostenible: una primera experiencia en el Cono Sur y Bolivia”, material cuyos autores son Fabio Montossi, Celia Jones, Diego Gauna y Gonzalo Muñoz.
Como el propio Montossi lo explicó, la publicación trata sobre la ganadería vacuna sostenible que incluye a los países Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
El trabajo, que es presentado en la categoría “Monografía”, constituye un aporte de la plataforma de ganadería sostenible liderada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el BID.
La misma define por primera vez a la ganadería sostenible para la región, así como su orientación y diferenciación a futuro.
También contribuye en una puesta al día sobre los aportes en ciencia y tecnología sobre las temáticas de balances de carbono y agua, biodiversidad y bienestar animal de los sistemas ganaderos vacunos de la región, así como identifica y prioriza las demandas de I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) en estos temas según la mirada de los actores públicos y privados y aporta elementos estratégicos para una agenda futura a implementar.
Asimismo, desarrolla un grupo de indicadores para medir la sostenibilidad de la ganadería en los países mencionados.
Finalmente, estudia el estado de situación de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero -claves para el posicionamiento global de la región en tema de emisiones y con incidencia directa en temas ambientales y de competitividad- e identifica áreas y estrategia de mejora con una mirada regional.
Montossi expresó su “agradecimiento personal” a las autoridades de IICA, BID y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de Uruguay, “y de todos aquellos referentes que contribuyeron al cumplimiento de los ambiciosos objetivos trazados con el trabajo.
En la presentación de los resultados del estudio de impacto de la investigación del INIA, se recomendó “fortalecer la proyección científica y articulación con políticas públicas”.
Montevideo | Todo El Campo | El martes 29 de abril, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) presentó la “Evaluación de impacto de INIA en los últimos 20 años”, un estudio realizado por un equipo consultor internacional independiente y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La conclusión a la que se arribó fue que “INIA ha sido un motor clave del desarrollo agropecuario en Uruguay, con una inversión en investigación desarrollo e innovación (I+D+i) altamente rentable. Para sostener y expandir su impacto, se recomienda fortalecer su proyección científica y su articulación con políticas públicas”.
RESUMEN DE LOS RESULTADOS.
1) Impacto en la productividad agropecuaria y la ecoeficiencia. Los estudios indican que la Productividad Total de Factores (PTF) en Uruguay ha crecido a una tasa anual del 1,53%, con un aumento del 89% en la productividad agropecuaria entre 1980 y 2022.
Productividad agrícola: Creció a una tasa del 1,3% anual.
Productividad ganadera: Creció a una tasa del 1,6% anual.
Gasto en I+D agropecuaria: Representa el 66% de la inversión total del país y ha crecido a una tasa anual del 3,4% entre 1961 y 2022.
Relación entre inversión en investigación y productividad: Un aumento del 1% en el stock de conocimiento del INIA incrementa la PTF entre 0,28% y 0,35%.
En términos de ecoeficiencia, el índice de eficiencia en el uso de los recursos ha crecido significativamente, con un aumento estimado de 0,416% a 0,513% por cada 1% adicional de inversión en I+D+i.
2) Retorno económico de la inversión en I+D+i. El análisis de costo-beneficio muestra que la tasa interna de retorno modificada (TIRM) de la inversión en I+D+i del INIA varía entre el 18% y el 25% anual, dependiendo de los modelos aplicados. Esto confirma que el financiamiento en investigación agropecuaria es altamente rentable y contribuye a la competitividad del sector agropecuario.
Este resultado obtenido es comparable con el de institutos de relevancia para la ciencia agropecuaria a nivel internacional, como el Instituto Nacional de Investigación sobre Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de Francia; el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Cataluña, y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias de Chile.
3) Estudios de caso. Los estudios de caso reflejan la aplicación práctica de la investigación del INIA en diferentes sistemas productivos:
Variedad INIA Merín (arroz): Incremento del 20% en el rendimiento por hectárea, con el 84% de los productores adoptando la variedad.
Diagnóstico de Actividad Ovárica (DAO) en ganadería: Aumento de 6 puntos en la tasa de preñez.
Manejo Regional de Plagas en Fruticultura: Reducción del 50% en el uso de insecticidas, mejorando la rentabilidad y sostenibilidad.
Pastoreo 3R en lechería: Mayor eficiencia en el uso de recursos forrajeros, con adopción creciente por parte de los productores.
4) Impacto en la producción científica y en la colaboración académica. INIA tiene un papel central en la generación de conocimiento en Uruguay:
Contribuye con el 8% de la producción científica nacional y el 35% en ciencias agrícolas.
El 92% de sus publicaciones son en colaboración, y el 73% incluyen socios internacionales.
Impacto de citas académicas: Su índice de impacto normalizado (MNCS) es de 0,95, ligeramente por debajo del promedio internacional.
Estos datos resaltan la influencia científica del INIA, aunque también muestran oportunidades para incrementar su impacto internacional.
5) Visibilidad en medios y en políticas públicas. En términos de influencia en políticas públicas, el 13% de sus publicaciones han sido citadas en documentos gubernamentales y de organismos internacionales como la FAO y la European Food Safety Authority.
El análisis altmétrico muestra que el INIA tiene alta presencia en redes sociales como Twitter (21% de sus publicaciones tienen menciones).
6) Conclusiones y recomendaciones. El impacto del INIA en Uruguay es amplio y significativo, con efectos positivos en productividad, ecoeficiencia, rentabilidad económica y generación de conocimiento.
Sin embargo, los informes destacan oportunidades para fortalecer su impacto:
Mejorar la visibilidad internacional de sus investigaciones, aumentando la publicación en revistas de alto impacto.
Ampliar la vinculación entre ciencia y políticas públicas, asegurando que más investigaciones sean utilizadas en la toma de decisiones gubernamentales.
Reforzar la presencia en medios de comunicación para mejorar la difusión de sus hallazgos.
Las certificaciones voluntarias de sostenibilidad parecen ser una herramienta valiosa para impulsar el comercio, en particular, el de los países en desarrollo que exportan hacia mercados más desarrollados.
Montevideo | Todo El Campo | Las normas voluntarias de sostenibilidad (VSS, por sus siglas en inglés) son certificaciones privadas que aseguran que los productos y procesos de producción cumplan con una amplia variedad de métricas de sostenibilidad, promoviendo prácticas sostenibles en las cadenas de suministro.
En una nota del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- (que se publica a continuación) se analiza un reciente estudio de este organismo internacional regional que muestra que las certificaciones VSS pueden impactar positivamente las exportaciones agrícolas, particularmente en países en desarrollo como América Latina y el Caribe.
Marcelo Dolabella y Mario Saeteros son los autores del siguiente texto. Ambos son consultores de Investigación Económica en el Sector de Integración y Comercio en el BID.
El texto original tiene modificaciones para Todo El Campo.
EL IMPACTO DE LAS NORMAS VOLUNTARIAS DE SOSTENIBILIDAD EN LAS EXPORTACIONES AGRÍCOLAS: ¿AMIGAS O ENEMIGAS?
Los productos básicos agrícolas representan una proporción sustancial de las exportaciones de muchos países en desarrollo, particularmente en América Latina y el Caribe (ALC). Esto significa que cualquier cambio en las prácticas agrícolas puede tener un impacto significativo en los flujos de comercio.Las normas voluntarias de sostenibilidad (NVS) son certificaciones privadas que garantizan que los productos y los procesos productivos cumplen con una amplia variedad de métricas de sostenibilidad que persiguen fomentar prácticas sostenibles a lo largo de las cadenas de suministro. Estas normas tienen potencial de impulsar o restringir los flujos comerciales en la región.
¿De qué modo afectan al comercio internacional estas normas? ¿Son amigas o enemigas? Este artículo explora un estudio reciente del BID (*), que analiza datos referidos a 12 de los principales esquemas de NVS1 aplicadas a ocho productos básicos clave del sector agrícola entre 2013 y 2021, y que aporta nuevas reflexiones sobre su influencia variable en el comercio. En lugar de centrarse únicamente en normas específicas el estudio analiza 12 grandes regímenes de SSV para ofrecer una visión global de su papel en el comercio internacional.
LAS CERTIFICACIONES NVS: CARACTERÍSTICAS Y TENDENCIAS.
En 2021, había 25,7 millones de hectáreas certificadas en los países en desarrollo, de las cuales el 37 % pertenece a ALC. Si se observa más detenidamente la evolución de las áreas certificadas, se advierte una tendencia al alza en todos los casos (gráfico 1). Entre 2013 y 2021, la superficie certificada de ALC se incrementó un 37%, pasando de 6,8 a 9,3 millones de hectáreas. Sin embargo, en otras regiones en desarrollo, aumentó a más del doble.
El coeficiente de cobertura de las certificaciones NVS2 varía de un país a otro y para cada producto básico. Por ejemplo, en 2021, apenas el 1,7 % de la soja y el 2,7 % de las bananas de todo el mundo tenían una certificación NVS. Por su parte, el algodón y el cacao fueron los productos básicos más certificados, con al menos el 20,3 % y el 21,5 % de sus superficies cosechadas certificadas, respectivamente.
LOS EFECTOS EN EL COMERCIO.
Las razones por las cuales las NVS pueden tener efectos positivos o negativos en el comercio dependen de diversos mecanismos. Por lo tanto, los efectos globales de la adopción de las NVS en el comercio en los distintos países y productos deben ser estudiados y comprobados mediante datos y análisis empíricos.
¿Qué fuerzas inclinan la balanza?
Las NVS potencian las exportaciones agrícolas. Un aumento de un punto porcentual en las superficies con certificación NVS incrementa los flujos comerciales en un 1,9 %. No obstante, este efecto varía con la proporción de superficie ya certificada. El efecto es más pronunciado en superficies no certificadas o muy limitadas, y disminuye a medida que crece la superficie certificada. Esto sugiere que los productores pioneros en la adopción de las normas obtendrán mayores beneficios.
Las bananas, el aceite de palma, el té y el algodón son productos que impulsan los efectos positivos del aumento de las certificaciones NVS en el comercio. Por ejemplo, aumentar un punto porcentual en la cobertura de las NVS para las bananas y el aceite de palma genera un aumento del 4% en las exportaciones.
Los efectos en el comercio son más pronunciados en los países de ingresos más bajos que exportan hacia países de ingresos altos. Si un país de ingresos bajos aumenta su cobertura de las NVS un punto porcentual, es probable que sus exportaciones se incrementen más de un 20 %. Esto significa que las certificaciones NVS pueden cumplir una función muy importante al reducir las asimetrías de información entre consumidores y productores.
En el caso de los exportadores de ALC, los resultados sugieren que se produce un cambio de destinos de exportación. La adopción de las NVS para una mayor cantidad de productos genera un incremento de las exportaciones hacia países de ingresos altos y una disminución de los destinos de ingresos bajos.
La proliferación de los esquemas de NVS para un producto básico en particular reduce los beneficios de la certificación. Este efecto es más pronunciado en el caso de los grandes productores, lo cual puede atribuirse a los costos adicionales de cumplir con múltiples normas y requisitos divergentes. Del lado del consumidor, contar con más opciones puede generar confusión y la sensación de que se está frente a un ecopostureo o greewashing (prácticas engañosas donde las empresas fingen ser más ecológicas de lo que realmente son).
Los mercados globales menos saturados ofrecen un mayor potencial para exportar. Cuando la cobertura global de las NVS para un producto básico en particular es casi nula, aumentar la cobertura local de estas normas puede dar lugar a un incremento de las exportaciones en un 4,4 %. No obstante, a medida que aumenta el número de agricultores que certifican su producción, este efecto positivo empieza a menguar y, eventualmente, se torna negativo.
BALANCE Y RECOMENDACIONES.
La evidencia empírica sugiere que los efectos de la adopción de las NVS en el comercio tienden a ser positivos, aunque con una gran heterogeneidad y muchos matices.
Para traducir estos resultados en medidas de política se recomienda:
1. Incorporar los requisitos de las NVS en la legislación nacional. Para fortalecer la competitividad de los exportadores es preciso trabajar en estrecha colaboración con los organismos de certificación a fin de alinear las normas nacionales con los requisitos de las NVS reconocidas internacionalmente. Esto ayudaría al sector exportador de los países en desarrollo a estar mejor preparado para cumplir con las regulaciones medioambientales, como el Reglamento Europeo sobre Productos Libres de Deforestación aprobado por la Unión Europea.
2. Promover el reconocimiento mutuo y la coordinación entre las NVS. Simplificar el cumplimiento a través de acuerdos de reconocimiento mutuo entre las distintas NVS puede evitar la duplicación de costos y ampliar el acceso a mercados. Asimismo, los considerados “metarreguladores”, como la Alianza Internacional de Etiquetado Social y Ambiental (ISEAL, por sus siglas en inglés) pueden colaborar en este proceso.
3. Recurrir a los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales para promover la adopción de las NVS. Establecer preferencias arancelarias adicionales para los productos certificados y el reconocimiento mutuo de las reglas de las NVS entre los socios de un acuerdo mitigaría los costos que implican estas normas y promovería, al mismo tiempo, una producción sostenible.
CONCLUSIÓN.
Las certificaciones NVS parecen ser una herramienta valiosa para impulsar el comercio, en particular, el de los países en desarrollo que exportan hacia mercados más desarrollados. Estas certificaciones destacan la calidad y sostenibilidad de los productos, lo que impulsa la demanda, facilita el acceso a los mercados, reduce brechas institucionales y promueve el desarrollo económico. Sin embargo, los beneficios varían según el tipo de producto básico y tienden a disminuir a medida que proliferan las normas o que aumenta la producción certificada. Para maximizar el impacto de las NVS, los responsables de formular las políticas y las partes interesadas deben considerar el contexto específico y los desafíos asociados con los distintos productos básicos y mercados.