Los gobiernos deben invertir en de la “resiliencia en los sistemas agroalimentarios”.
Hay que “responder a los desafíos actuales y futuros, procurando diversificar las fuentes de insumos, de producción, de mercados, de cadena de suministros y actores, apoyando la creación de pequeñas y medianas empresas, cooperativas, consorcios y otras agrupaciones para mantener la diversidad en las cadenas de valor agroalimentarias”.
El uruguayo Mario Lubetkin, subdirector general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), consideró que “una de las principales estrategias” que deben asumir los gobiernos es el de la “resiliencia en los sistemas agroalimentarios”, para de esa forma “responder a los desafíos actuales y futuros, procurando diversificar las fuentes de insumos, de producción, de mercados, de cadena de suministros y actores, apoyando la creación de pequeñas y medianas empresas, cooperativas, consorcios y otras agrupaciones para mantener la diversidad en las cadenas de valor agroalimentarias”.
Agrega que “los sistemas agroalimentarios globales, relacionados con la compleja producción de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios, así como su almacenamiento, elaboración, transporte, distribución y consumo producen anualmente 11.000 millones de toneladas de alimentos y dan empleo a miles de millones de personas, ya sea en forma directa o indirecta”.
En la columna de opinión titulada “2021, el año que puso a dura prueba los sistemas alimentarios” *, Lubetkin resalta que este año quedó demostrada “la fragilidad de los sistemas alimentarios cuando se enfrentan a perturbaciones repentinas como las observadas durante la pandemia del Covid-19”, y precisa que hubo “un crecimiento del hambre en el mundo”, y que los datos recientes indican que hay “más de 811 millones de personas padeciendo hambre”.
“Tres mil millones de personas no pueden permitirse dietas saludables, mientras otros mil millones pasarían a engrosar las filas de quienes padecerían esta dificultad si la crisis redujera sus ingresos en un tercio”, agregó citando un estudio de la FAO (SOFA2021).
Hay vulnerabilidad alimentaria, y se agravará: “El costo de los alimentos podría sufrir un incremento que afectaría a 845 millones de personas en caso se siguiera produciendo una alteración en las rutas de transporte de los productos alimentarios, como se viene verificando desde el inicio de esta pandemia hace ya casi dos años”, advierte.
PERTURBACIONES.
Esas perturbaciones tendrán su efecto “a largo plazo en el sistema de alimentación, en el estado de bienestar de las personas, sus activos, sus medios de vida, seguridad y además en la difícil capacidad de soportar perturbaciones futuras a partir de fenómenos meteorológicos extremos, así como el recrudecimiento de enfermedades y plagas en las plantas y animales”.
Por otra parte, destaca que “los sistemas agroalimentarios globales, relacionados con la compleja producción de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios, así como su almacenamiento, elaboración, transporte, distribución y consumo producen anualmente 11.000 millones de toneladas de alimentos y dan empleo a miles de millones de personas, ya sea en forma directa o indirecta”.
Sin embargo, la FAO pudo observar que hay una “tendencia” respecto a los países de bajos ingresos que “afrontan dificultades mayores”, pero a su vez, “los países de ingresos medios y altos no están excluidos de estas fragilidades”.
Un caso de país con ingreso medio es Brasil, “donde el 60% del valor de sus exportaciones proviene de un solo socio comercial, lo que hace que sus opciones disminuyan si su principal contraparte se ve perturbado por las injerencias generadas por el Covid-19. Lo mismo puede suceder en países con altos ingresos como Canadá o Australia en caso quedaran expuestos a las variantes del transporte debido a las largas distancias necesarias para cubrir la distribución de los alimentos”.
Para fortalecer a los países, Lubetkin propone que “la resiliencia en los sistemas agroalimentarios” sea “una de las principales estrategias” que desarrollen los gobiernos “para responder a los desafíos actuales y futuros, procurando diversificar las fuentes de insumos, de producción, de mercados, de cadena de suministros y actores, apoyando la creación de pequeñas y medianas empresas, cooperativas, consorcios y otras agrupaciones para mantener la diversidad en las cadenas de valor agroalimentarias.
A su vez, se debería hacer lo mismo con los hogares vulnerables, escribió.
IMPACTO AMBIENTAL, MAYORES PRECIOS DE LAS MATERIAS PRIMAS, HAMBRE Y MALNUTRICIÓN.
Sobre el final de su columna, Lubetkin reviere al aumento de la temperatura global y los efectos atmosféricos radicales en la agricultura, lo cual está “determinando un aumento en los precios de las materias primas como registran las recientes tendencias, y consecuentemente agravando las condiciones de hambre y malnutrición”.
Si todo sigue así, en 2050, la producción agroalimentaria caería un 10%, coincidiendo con “un fuerte aumento de la población mundial”.
Eso no tiene por qué ser así, puede cambiar, pero “pero para que esto ocurra deberían generarse fuertes aumentos de inversiones en este sector”.
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El artículo “2021, el año que puso a dura prueba los sistemas alimentarios” fue publicado por la agencia IPS y el matutino El Economista.