En el Uruguay de los ’90 observábamos aquella situación como algo lejano, que ocurría allá en la zona caribeña, al norte de nuestro continente, con varios miles de kilómetros de distancia y una selva inexpugnable de por medio.
Hébert Dell’Onte Larrosa | Montevideo | Todo El Campo | En la década del ’90 el secuestro y el asesinato de la periodista Diana Turbay por el narcoterrorismo colombiano recorrió y estremeció el mundo. Apenas tenía 40 años y sus dos hijos, María Hoyos Turbay y Miguel Uribe Turbay, quedaron huérfanos como resultado de la criminalidad del narcoterrorismo. Colombia la homenajeó con un busto y el nombre de un barrio, ambos en la ciudad en Bogotá. El de Diana no fue el único crimen de aquellos años, en una Colombia de tiempos duros y de violencia instalada.
Poco tiempo después, Gabriel García Márquez publicó el libro “Noticia de un secuestro”, en el que narra el secuestro de figuras destacadas de Colombia, entre ellos el caso de Diana Turbay y su equipo periodístico.

En el Uruguay de los ’90 observábamos aquella situación como algo lejano, que ocurría allá en la zona caribeña, al norte de nuestro continente, con varios miles de kilómetros de distancia y una selva inexpugnable de por medio.
34 años después de la muerte de Diana Turbay, su nombre ha vuelto a estar en la consideración pública, y nos ha traído a la memoria -a quienes en su momento seguimos aquellos hechos desgarradores de la sociedad colombiana- imágenes y recuerdos de un tiempo que Colombia no ha superado.
El sábado 7 de junio, el senador Miguel Uribe Turbay de 39 años (que cuando el narcoterrorismo asesinó a su madre tenía solo 4 años y le faltaban 3 días para cumplir 5), sufrió un atentado en un acto político, recibiendo varios disparos de arma de fuego, algunos de ellos en su cabeza.
El autor del crimen fue registrado en el momento en que efectuó los disparos por varios asistentes que filmaban el discurso del político con sus celulares. Se trata de un adolescente de 15 años ya detenido. La policía trabaja en averiguar los móviles que llevaron al atentado y determinar quiénes fueron los autores intelectuales, porque el adolescente habría actuado a pedido, contratado o a orden de grupos criminales.
Miguel Uribe Turbay es un destacado senador de la oposición y en marzo había anunciado que se presentaría en la carrera hacia la Presidencia de su país. Cabe precisar que a pesar de coincidir con el apellido del expresidente Álvaro Uribe y ser parte del mismo partido político, no hay parentesco ente ellos.
El hecho es extremadamente grave, vulnera al país que lo sufre de varias maneras, y nos advierte al resto hasta dónde puede llegar el crimen organizado si no le ponemos un límite claro y contundente.
En lo que a Uruguay refiere, ya no podemos mirar lo que pasa allá “lejos” como si fuera algo totalmente ajeno a los problemas de nuestra sociedad. Hace tiempo que ya no somos el país de los ’90, hemos naturalizado la violencia y los ajustes de cuenta son cosa de todos los días. Es cierto, y afortunadamente, los atentados políticos no parecen estar a la vuelta de la esquina, pero viendo lo que les pasa a otros, es de sabios actuar para evitar que nos pase a nosotros.
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