Rio Negro/TodoElCampo-Aunque no podemos controlar la temperatura ambiente, es posible hacer algunos ajustes basados en lo que necesitan los animales en situaciones de calor y en las características de los forrajes que les suministramos. Sabemos que la disponibilidad de sombra y agua de calidad así como lugares ventilados para descanso son fundamentales.


Es conocido que elevada temperatura ambiental hace que las vacas gasten energía en evitar que se incremente su temperatura corporal. Está probado que el stress calórico incrementa los gastos de mantenimiento de la vaca, entre 10 y 30 % cuando la temperatura ambiente pasa de 30 a 40 º C. Hay que recordar que la fermentación de los alimentos que ocurre en el rumen es un proceso que genera calor.
El gasto extra de energía por parte del animal para mantener su temperatura, sumado al hecho de un menor consumo de alimento que se da cuando hay calor, son determinantes de bajas en la producción.

Por otra parte, en la estación estival, los forrajes son menos nutritivos porque cambian las proporciones de los diferentes compuestos que los integran, claramente haciéndose más ricos en fibra y menos en proteína y carbohidratos solubles. Estos cambios también hacen que sean menos nutritivos y apetecibles. A medida que la planta progresa en su estado de madurez, presenta mayor proporción de tallos en relación a las hojas, cambiando de manera radical las proporciones de nutrientes.
Una avena de pastoreo por ejemplo, puede tener en otoño-invierno un 23 % de proteína cruda (PC) en materia seca y reducir a 10% ese aporte en fin de primavera. En sentido opuesto, la fibra neutra que contiene (FDN) se incrementa de 46 a 57 %.
En el caso de forrajes de ciclo estival, un sorgo forrajero disminuye su aporte de proteína cruda desde 12 a 7% cuando pasa del estado vegetativo al comienzo de floración. Otro tanto ocurre con el sudangrass que decae de 14 a 9%.
En relación directa, disminuye el consumo voluntario de esas plantas muy maduras.
Se necesitan más kilos de materia seca consumida si el alimento-forraje-tiene menor concentración proteica, energética y digestibilidad y esto va a contramano del menor consumo voluntario propio de los días con altas temperaturas.
Ante las condiciones expuestas, los ajustes en las dietas pueden contribuir eficientemente a mitigar los efectos del calor propio de fin de primavera y verano. Tengamos en cuenta que temperaturas ambientales por encima de 27 °C ya tienen efectos de necesidad de compensación para mantener la temperatura corporal.

El extrusado de soja resulta un alimento muy recomendable para suplementar dietas de fin de primavera y verano porque:
– Tiene un porcentaje muy alto de proteína digestible. Esa proteína (PC) es rica en aminoácidos esenciales, especialmente lisina.
– La proteína que lo compone es en más de 50% pasante, es decir va al intestino para su digestión y absorción, sin depender de un proceso ruminal.
– Tiene un aporte energético elevado en términos de energía metabolizable. El contenido de una porción de aceite (6 a 7%) da “energía fría” que no depende de fermentación.

– INCLUSIÓN DEL EXTRUSADO DE SOJA
Agregando sólo 1 kg de extrusado de soja a la dieta se le aportan 420 a 430 grs de proteína cruda y 60 a 70 grs de aceite. Así se podrá conseguir que la vaca coma en un volumen pequeño lo que le falta al forraje estival.
La excelente palatabilidad del extrusado de soja, permite administrarlo sólo ya que los animales lo buscan y seleccionan. Incluso si se trata de una suplementación en sala, puede realizarse utilizando al extrusado como forma de incluir núcleos vitamínico minerales en la dieta. En comederos fuera de la sala también es de fácil manejo porque son partículas grandes que no tienen problema en días de vientos normales

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