Una crisis de alimentos también llevaría a crisis ambientales y energéticas, por lo que avanzar hacia la seguridad alimentaria global es una gran contribución a la paz y la estabilidad social, económica y política.

Implementar alianzas entre los sectores público y privado que se enfoquen en asegurar la provisión de fertilizantes y energías para la agricultura es una medida clave para mantener activas las zonas rurales de las Américas y garantizar la adecuada producción y abastecimiento de alimentos en la región y el resto del mundo.

En un diálogo con los miembros del Advisory Board (Junta Asesora) del Wilson Center, el director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Manuel Otero, listó medidas que deberían ser adoptadas en la región para evitar que la confluencia de las actuales crisis sanitaria por Covid-19, climática, ambiental, social y bélica -específicamente en Europa del este- empuje a una catástrofe alimentaria.

El encuentro fue organizado por el Programa Latinoamericano del Wilson Center, uno de los principales foros estadounidenses dedicado a la investigación y el diálogo independientes sobre asuntos globales. El Centro fue instituido en 1968 por el Congreso de Estados Unidos en memoria del presidente Woodrow Wilson y su Consejo Asesor está formado por líderes del sector privado y exfuncionarios públicos de distintos países de las Américas.

Presentado por el director en funciones del Wilson Center, Benjamin Gedan, Otero se refirió a las decisiones necesarias para enfrentar la coyuntura actual, y llamó a los países del hemisferio a evitar medidas unilaterales que afecten el comercio de alimentos y a mantener los esfuerzos diplomáticos para que el enfrentamiento bélico en Ucrania no afecte su producción agropecuaria y el transporte de alimentos y fertilizantes, “que no son armas de guerra”, advirtió.

En este llamado a la acción, agregó, se requieren mayores esfuerzos e inversiones en ciencia, tecnología e innovación.

“También necesitamos en los países de las Américas una nueva generación de políticas públicas para la transformación de los sistemas agroalimentarios, pues es la única forma para enfrentar los desafíos del siglo XXI”, añadió el director general del IICA.

“Debemos enfocarnos en apoyar a quienes están en la pobreza y otros grupos vulnerables mediante programas y transferencias de alimentos. El IICA ha lanzado una convocatoria para crear una alianza para la seguridad alimentaria en las Américas, en la que invitamos a ser parte a actores públicos, privados, organizaciones no gubernamentales, centros de pensamiento y por supuesto a las agencias de cooperación internacional”, dijo Otero, y destacó la iniciativa humanitaria y alimentaria que ejecuta la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) en varias naciones de América Latina.

Los participantes del diálogo convocado por el Centro Wilson concordaron con el Dr. Otero en la importancia de evitar las restricciones comerciales que solo agravan la situación, ya de por sí compleja por las múltiples crisis globales, y en la conveniencia de avanzar hacia innovaciones que mejoren la disponibilidad de fertilizantes y la producción de alimentos en las Américas, por ejemplo, mediante las posibilidades que ofrecen la bioeconomía, la biotecnología y la edición génica.

Para estas innovaciones, la participación de los institutos nacionales de investigación agropecuaria de los países es más que necesaria, coincidieron. “La construcción de puentes entre producción y ambiente requiere invertir más en investigación y transformar los hallazgos en oportunidades”, manifestó Otero.

De cara a la Conferencia de las Partes (COP27) de la Convención Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, que se realizará en noviembre en Egipto, expresó que las Américas tienen la oportunidad de demostrar que la agricultura regional cursa un camino irreversible hacia la sustentabilidad, por lo que el llamado del IICA a la acción colectiva contra la inseguridad alimentaria incluye crear sinergias cada vez más fuertes entre producción y ambiente.

Después de referirse a las necesidades de incrementar el comercio intrarregional y promover el asociativismo y el cooperativismo entre los productores de pequeña escala, Otero aseguró que una crisis de alimentos también llevaría a crisis ambientales y energéticas, por lo que avanzar hacia la seguridad alimentaria global es una gran contribución a la paz y la estabilidad social, económica y política.

El diálogo cerró con la consideración de que mejorar la conectividad rural y empoderar a los habitantes de estas zonas en el uso de tecnologías para la agricultura son vitales para frenar la migración interna en los países de América Latina y el Caribe y hacia Estados Unidos.

“La agricultura extensiva y las poblaciones rurales con baja educación llevan tarde o temprano a la migración. Es un círculo vicioso que se puede y se debe cerrar”, afirmó Otero.

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