Como pasa siempre, los pobres serán los primeros y más afectados, pero luego seguirán quienes estén en el escalón inmediato, y así podría seguir hasta que el mundo encuentre la estabilidad otra vez.

Hébert Dell’Onte | Que la invasión de Rusia a Ucrania disparó los precios de los insumos, afectó el mercado mundial de granos, generó una disparada en la inflación empobreciendo a todos los países del mundo y con ellos sus economías y las de todos los habitantes del planeta, es algo que ya sabemos, hemos oído hasta el cansancio y sufrimos como país productor e incluso como ciudadanos consumidores. Hasta ahora los gobiernos, sean poderosos o humiles, no han sabido cómo manejar la situación con sus múltiples afectaciones.

De lo que se habla poco -al menos no lo suficiente como para crear conciencia- es la inminente crisis alimentaria que aún no se ha manifestado en todo su potencial, pero lo hará pronto si las cosas siguen tal cual están ahora. Y nada indica que pudiera haber un cambio en el mediano plazo aunque en temas bélicos nunca se sabe qué conversaciones o negociaciones pueden estar desarrollándose en secreto por actores relevantes de la geopolítica global.

Lo que sí sabemos es que Qu Donguy, el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), advirtió que la guerra genera “perturbaciones de la cadena de suministro y la logística de la producción de cereales y semillas oleaginosas” de los países enfrentados sí, pero también de todo el mundo afectando la seguridad alimentaria global.

El último Informe global sobre crisis alimentarias de la FAO, reportó que el año pasado 193 millones de personas de 53 países y territorios sufrieron inseguridad alimentaria aguda, 40 millones de personas más que en 2020.

Es lógico pensar que la duración de la guerra agudizará la crisis restringiendo más el acceso a los alimentos, encareciéndolos y llegando en menor cantidad -o simplemente no llegando- a las personas más pobres de los países pobres.

Como pasa siempre, los pobres serán los primeros y más afectados, pero luego seguirán quienes estén en el escalón inmediato, y así podría seguir hasta que el mundo encuentre la estabilidad otra vez.

Máximo Torero, economista jefe de la FAO consideró que la crisis agroalimentaria mundial podría agravarse en 2023 y que hay mucha incertidumbre.

“LO PEOR ESTÁ POR LLEGAR”.

Martin Qaim, director del alemán Centro de Investigación para el Desarrollo dijo a Deutsche Welle que “lo peor está por llegar” porque son muchos los países que dependen de lo que producen Rusia y Ucrania.

Como se ha informado, en el mundo hay países que importan hasta el 90% de materia prima de Rusia y/o Ucrania. Líbano y Egipto, por ejemplo, compran a esos países casi el 80% y 85%, respectivamente, del trigo que consumen. Lo mismo puede decirse de países africanos como Nigeria o Túnez y ya sabemos lo vital que es el trigo en la dieta básica de las personas.

A su vez comienzan a aparecer resoluciones de países que prohíben las exportaciones de sus productos para asegurar el abastecimiento interno o evitar la disparada de precios, como recientemente hizo India que eliminó el trigo -del cual es importante productor mundial- de los productos exportables.

ACTOS PIRATAS.

En otro orden pero no del todo ajeno, Ucrania ha denunciado verdaderos actos de piratería por parte de los invasores.

Este mes se conocieron dos hechos significativos. El primero, CNN informó sobre un buque ruso cargado de grano robado en Ucrania, el Ministerio de Defensa ucraniano estimó el hurto en 400.000 toneladas.

A su vez el diario ucraniano The Odessa Journal publicó esta semana que Rusia destruyó el Banco Genético Nacional de Plantas (foto), uno de los más grandes del mundo. La publicación se sustenta en los anuncios realizados por Sergey Avramenko, de la Academia Ucraniana de Ciencias Agrarias.

Dicha Academia trabajaba en el programa Recursos Fitogenéticos el que estaba operativo desde la independencia de Ucrania en 1992. El objetivo del programa del que participan 28 instituciones de investigación, es conservar información genética y material relevante, llegando a poseer más de 160.000 variedades de semillas de plantas e híbridos de cultivos agrícolas de todo el mundo en condiciones adecuadas para que las generaciones futuras pudieran restaurarlas.

Las muestras destruidas incluían especies y tipos de genética ya no existente en Europa ni en el mundo. La guerra se focaliza en un punto del planeta, el este europeo, pero ya está impactando en todos los países y en todos los ciudadanos del mundo con mayor o menor intensidad. Nadie sabe hasta dónde llegará esa afectación, apenas somos conscientes que es el comienzo.

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