La noticia sin dudas nos impactó y mucho, por el tipo de persona que era y por el amor que el sentía por la vida.

Carlos Sabatini | Minas, Lavalleja | Estábamos en una actividad de feria cuando el capataz del establecimiento, Mario, nos dio la infausta noticia: “El patrón se nos fue, se lo comento porque él lo apreciaba mucho a usted”, realmente quedamos sin palabras, las sensaciones fueron bastante fuertes; una terrible enfermedad apagó su existencia terrenal rápidamente, una pérdida lamentada por muchos, no solo en su familia, ya que el “Doctorazo” como solíamos llamarlo se granjeó de un montón de amigos y conocidos que disfrutaban sin dudas de su presencia y de sus palabras, muchas en broma, muchas en serio, pero todas acertadas y siempre con mucho contenido para analizar.

De familia humilde logró con sacrificios llegar a un anhelado título universitario de doctor en medicina, no exento el mismo de mucho trabajo y dedicación, ese sacrificio que lo impulsó en muchas ocasiones a ver un poco más allá del simple diagnóstico médico y abrazar la temática social también como una enfermedad que afecta a la comunidad toda.

En el acierto o en el error, nunca cambió su semblante, nunca le vimos un desplante, ni elevar la voz, no necesitaba hacerlo, sabía que estaba en el camino correcto, y esa fue su filosofía de vida.

Más allá de su profesión de médico, era un apasionado de la producción agropecuaria, con su establecimiento Cueva del Tigre ubicado en la zona de Colón en Lavalleja, se lo veía siempre atrás de sus toradas rústicas Aberdeen Angus y Hereford, con la cabaña El Toro, animando exposiciones y remates, siempre con la misma cara, y más allá de premios o no, contagiando optimismo y siempre con alguna salida jocosa para aliviar tensiones.

No éramos grandes amigos, simplemente por actividades comunes solo conocidos, pero era de esas personas que te marcan la vida, por su forma de encarar las cosas, su don de bien y sus opiniones que lo pintaban de cuerpo entero, una persona que amaba y disfrutaba de la vida.

Donde él estuviera sin dudas siempre era centro de atención de todos, se podía hablar de cualquier tema, no había censura, solo convicciones, esas que lo llevaron por el buen camino y que cosechó -más allá de altas y bajas- todo lo bueno que sembró.

Se lo va a extrañar, sin dudas que sí, pero los ciclos de la vida son así, unos llegan, otros se van, quedarán buenos momentos vividos, y recordaremos siempre sus salidas tan graciosas y oportunas.

A su esposa Graciela y a sus hijos el más sentido pésame, seguramente en otras esferas el Doctorazo estará armando otras ruedas, contando otras anécdotas, y siendo como en la vida terrenal centro de atracción de todos.

Que descanse en paz.

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