No erradicar el hambre y la malnutrición tiene un costo superior al de las soluciones.

No erradicar el hambre y la malnutrición tiene un costo superior al de las soluciones.

Un nuevo reporte especial realizado por FAO, Cepal, WFP e IICA apunta a la importancia de invertir en la agricultura y la necesidad de realizar otras intervenciones para reducir la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

Montevideo | Todo El Campo | El nuevo informe Financiamiento para la seguridad alimentaria y la nutrición en América Latina y el Caribe (*), realizado en conjunto por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), advierte que los costos de no combatir el hambre y la malnutrición pueden llegar a ser más altos que los de las soluciones para garantizar la seguridad alimentaria y una mejor nutrición.

Según el reporte, se estima que el gasto producido por la inacción ante el impacto del hambre y la malnutrición representa en promedio un 6,4% del PIB de los países estudiados.

En contraste, el promedio del costo de trabajar para cerrar la brecha de ingresos con transferencias para el acceso a dietas saludables es 1,5 % del PIB, sin incluir costos de gestión e implementación.

El informe identifica diferentes tipos de financiamiento para la seguridad alimentaria y la nutrición en América Latina y el Caribe y su relación en el PIB regional: el financiamiento del consumo y la producción de alimentos; el gasto público relacionado a gastos agropecuarios y de protección social; los flujos internacionales de desarrollo; y el financiamiento proveniente del sistema bancario y los mercados de capitales.

La publicación destaca la importancia de invertir en la agricultura y la necesidad de realizar otras intervenciones para reducir la inseguridad alimentaria y la malnutrición, evidenciando que el problema principal no proviene de la escasez de alimentos, sino de la falta de acceso físico y económico, especialmente en zonas rurales pobres y con poblaciones vulnerables.

El documento realza la necesidad de hacer una estimación de los costos asociados a la implementación de políticas, programas e intervenciones como elemento previo al análisis del financiamiento de la seguridad alimentaria y la nutrición. También destaca la importancia de mejorar la recopilación de información sobre los distintos flujos de financiamiento.

“Alinear las políticas sociales, económicas y comerciales y los objetivos de mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición en América Latina y el Caribe es fundamental, más aún cuando el gasto en alimentos representa el 22% del PIB regional”, señaló Mario Lubetkin, subdirector general y representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe.

Lubetkin enfatizó, además, que las intervenciones integrales que aborden los ingresos y el acceso a alimentos nutritivos, las preferencias de los consumidores y las regulaciones sobre etiquetado frontal nutricional de alimentos, así como el apoyo a la agricultura familiar mediante sistemas de compras públicas pueden contribuir a fortalecer los sistemas agroalimentarios y el acceso equitativo a dietas saludables.

El director general del IICA, Manuel Otero, enfatizó: “La tarea que tenemos por delante ahora es realizar a nivel de país análisis similares en el contexto de planes y programas integrales para el fortalecimiento y mejora de los sistemas alimentarios, operacionalizando los objetivos, instrumentos e institucionalidad, con una clara estimación de costos y, por supuesto, su financiamiento, tomando una visión amplia de los seis flujos financieros principales, como se plantea en el documento”.

“Los ministros de Agricultura de las Américas nos han encomendado trabajar conjuntamente para una Alianza Continental para la Seguridad Alimentaria y el Desarrollo Sustentable. Este trabajo con el resto de agencias forma parte de esos esfuerzos, y el IICA está siempre a disposición de sus estados miembros para lograr estos objetivos, trabajando conjuntamente con nuestros colegas del sistema interamericano”, concluyó.     

Por su parte, el secretario ejecutivo de la Cepal, José Manuel Salazar-Xirinachs, indicó que “la incidencia de la pobreza extrema en la región fue de 11,4% en 2023, según estimaciones de la Cepal, lo que significa que más de 70 millones de personas en la región no tienen ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos”.

“Esa incidencia es más más alta entre las mujeres, la población indígena y las personas que viven en zonas rurales. Por ello, es imperativo fomentar políticas públicas inclusivas y promover una mejor focalización del gasto público, capaz de impactar directamente a las poblaciones en situación de vulnerabilidad. En la actualidad, más de la mitad del total de las transferencias monetarias en América Latina y el Caribe se destina a hogares con ingresos per cápita superiores a la línea de pobreza”, destacó Salazar-Xirinachs.

La falta de ingresos para acceder a una dieta saludable y nutritiva está entre las principales causas del hambre y la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. De hecho, esta región tiene la dieta saludable más cara del mundo”, aseguró Lola Castro, directora regional de WFP para América Latina y el Caribe, agregando que “es inaceptable que las poblaciones más vulnerables sigan pagando un costo tan alto por cuenta de la desnutrición, sobrepeso y obesidad o doble carga de la malnutrición, cuando el continente produce suficientes alimentos para alimentar a toda su población”.

(*) Acceda al documento: Financiamiento para la seguridad alimentaria y la nutrición en América Latina y el Caribe (iica.int).

Crece el hambre en el mundo, y gana valor la seguridad alimentaria que países como Uruguay pueden brindar.

Crece el hambre en el mundo, y gana valor la seguridad alimentaria que países como Uruguay pueden brindar.

FAO: Hay 122 millones de personas más que en 2019 afectadas por el hambre debido a múltiples crisis, según revela un informe de las Naciones Unidas.

Montevideo | Todo El Campo | La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) difundió una nota informativa en la que advierte el aumento del hambre en el mundo: respecto a 2019 ahora hay 122 millones de personas más afectadas por el hambre. Las últimas investigaciones muestran que alrededor de 735 millones de personas padecen hambre en la actualidad, en comparación con los 613 millones de 2019.

Los factores que la FAO expone como responsables de ese incremento son “la pandemia y a las reiteradas perturbaciones relacionadas con el clima y los conflictos, incluida la guerra en Ucrania”, así se señaló en “la última edición del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI)*, que se publicó el miércoles 12 de julio conjuntamente por cinco organismos especializados de las Naciones Unidas.

El informe no lo menciona, pero de lo anterior podemos inferir que en el mundo ganan importancia los países productores de alimentos, como Uruguay; y si tenemos una mirada regional, como el Mercosur.

“Si las tendencias continúan como están, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de poner fin al hambre para 2030 no se podrá alcanzar”, se advirtió por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

El siguiente es el texto elaborado por FAO.

UNA LLAMADA DE ATENCIÓN PARA LUCHAR CONTRA EL HAMBRE.

La edición de 2023 del informe revela que entre 691 y 783 millones de personas padecieron hambre en 2022, por lo que el punto medio del intervalo se sitúa en 735 millones. Esta cifra representa un incremento de 122 millones de personas en comparación con 2019, antes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (Covid-19).

Si bien las cifras mundiales del hambre se han mantenido relativamente estables entre 2021 y 2022, hay muchos lugares del mundo que se enfrentan a crisis alimentarias cada vez más graves. En 2022 se observaron progresos en la reducción del hambre en Asia y América Latina, pero el hambre siguió aumentando en Asia occidental, en el Caribe y en todas las subregiones de África. África sigue siendo la región más afectada, ya que una de cada cinco personas se enfrenta al hambre, más del doble de la media mundial.

“Hay rayos de esperanza, algunas regiones están en vías de cumplir ciertas metas nutricionales para 2030. No obstante, en general, necesitamos un intenso esfuerzo mundial inmediato para rescatar a los ODS. Debemos fomentar la resiliencia frente a las crisis y perturbaciones que causan inseguridad alimentaria, desde los conflictos hasta el clima”, señaló el Sr. António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, en un mensaje de vídeo durante la presentación del informe en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

Los jefes de los cinco organismos de las Naciones Unidas -Qu Dongyu, director general de la FAO; Álvaro Lario, presidente del FIDA; Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS; Sra. Cindy McCain, directora ejecutiva del PMA; y Catherine Russell, directora ejecutiva del Unicef- escriben en el prólogo del informe: “Sin duda, cumplir la meta de los ODS de alcanzar el hambre cero de aquí a 2030 supone un reto abrumador. De hecho, se prevé que casi 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030”. Los principales factores de inseguridad alimentaria y malnutrición son la “nueva normalidad”, añaden, y “no tenemos otra opción más que redoblar nuestros esfuerzos para transformar los sistemas agroalimentarios y aprovecharlos para alcanzar las metas” del ODS 2.

MÁS ALLÁ DEL HAMBRE.

La situación de la seguridad alimentaria y la nutrición siguió siendo desalentadora en 2022. En el informe se constata que alrededor del 29,6 % de la población mundial, que equivale a 2.400 millones de personas, no tenía acceso constante a los alimentos, a juzgar por la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave. Entre ellas, unos 900 millones de personas se enfrentaban a una situación de inseguridad alimentaria grave.

Entretanto, la capacidad de las personas para acceder a dietas saludables se ha deteriorado en todo el mundo: más de 3.100 millones de personas en el mundo, esto es, el 42% de la población mundial, no podían permitirse una dieta saludable en 2021. Esto representa un incremento global de 134 millones de personas en comparación con 2019.

Millones de niños menores de cinco años de edad siguen padeciendo malnutrición: en 2022 se registraron 148 millones de niños menores de cinco años (22,3%) sufrían retraso del crecimiento, 45 millones (6,8%), emaciación y 37 millones (5,6%), sobrepeso.

Se han registrado progresos en la lactancia materna exclusiva: el 48% de los lactantes menores de seis meses de edad se beneficiaron de esta práctica, cerca de la meta para 2025. Sin embargo, se precisarán medidas más concertadas a fin de alcanzar las metas para 2030 en materia de malnutrición.

NUEVOS DATOS: LA URBANIZACIÓN ESTÁ IMPULSANDO CAMBIOS EN LOS SISTEMAS AGROALIMENTARIOS.

En el informe se analiza el aumento de la urbanización como una “megatendencia” que incide en los alimentos que consumen las personas y el modo en que lo hacen. Dado que se prevé que en 2050 casi siete de cada 10 personas vivirán en ciudades, los gobiernos y otros agentes que trabajan para combatir el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición deben intentar comprender estas tendencias de la urbanización y tenerlas en cuenta al formular sus políticas.

En particular, el concepto de división entre el medio urbano y el medio rural ya no es suficiente para comprender de qué manera la urbanización está configurando los sistemas agroalimentarios. Se necesita una perspectiva más compleja de todo el continuo rural-urbano que tenga en cuenta tanto el grado de conectividad que tienen las personas como los tipos de conexiones que existen entre las zonas urbanas y rurales.

Por primera vez, esta evolución se documenta de forma sistemática en 11 países. En el informe se muestra que las compras de alimentos son significativas no solo entre los hogares rurales, sino también a lo largo del continuo rural-urbano, incluidos los que residen lejos de los centros urbanos. Asimismo, los nuevos datos indican que el consumo de alimentos altamente procesados también está aumentando en las zonas periurbanas y rurales de algunos países.

Lamentablemente, sigue habiendo desigualdades espaciales. La inseguridad alimentaria afecta más a las personas que viven en las zonas rurales. La inseguridad alimentaria moderada o grave afectaba al 33% de los adultos que viven en las zonas rurales y al 26% de los que viven en las zonas urbanas.

La malnutrición infantil también muestra particularidades urbanas y rurales: la prevalencia del retraso del crecimiento en niños es mayor en las zonas rurales (35,8%) que en las zonas urbanas (22,4%). La emaciación es mayor en las zonas rurales (10,5%) que en las urbanas (7,7%), mientras que el sobrepeso es ligeramente superior en las zonas urbanas (5,4%) en comparación con las zonas rurales (3,5%).

En el informe se recomienda que, para promover eficazmente la seguridad alimentaria y la nutrición, las intervenciones en materia de políticas, las medidas y las inversiones deben guiarse por una mayor comprensión de la compleja y cambiante relación que existe entre todo el continuo rural-urbano y los sistemas agroalimentarios.

EN SUS PALABRAS.

Qu Dongyu, director general de la FAO: “La recuperación de la pandemia mundial ha sido desigual, y la guerra en Ucrania ha afectado a la disponibilidad de alimentos nutritivos y dietas saludables. Esta es la ‘nueva normalidad’ en la que el cambio climático, los conflictos y la inestabilidad económica están alejando a las personas marginadas todavía más de la seguridad. No podemos seguir haciendo simplemente lo que se ha hecho toda la vida”.

Álvaro Lario, presidente del FIDA: “Un mundo sin hambre es posible. Lo que nos falta son las inversiones y la voluntad política para llevar a la práctica soluciones a gran escala. Podemos erradicar el hambre si se convierte en una prioridad mundial. Las inversiones en los pequeños agricultores y en su adaptación al cambio climático, el acceso a insumos y tecnologías y el acceso a financiación para establecer pequeños agronegocios pueden marcar una diferencia. Los pequeños productores son parte de la solución. Si reciben el apoyo adecuado, pueden producir más alimentos, diversificar la producción y abastecer a los mercados tanto urbanos como rurales, ofreciendo a las zonas rurales y las ciudades alimentos nutritivos de producción local”.

Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef: “La malnutrición es una amenaza importante para la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños. La escala de la crisis nutricional exige una respuesta más firme centrada en los niños, que incluya la priorización del acceso a dietas nutritivas y asequibles y servicios esenciales de nutrición, la protección de los niños y adolescentes frente a los alimentos ultraprocesados y pobres en nutrientes y el fortalecimiento de las cadenas de suministro alimentario y nutricional, entre ellas las de alimentos enriquecidos y terapéuticos para niños”.

Cindy McCain, directora ejecutiva del PMA: “El hambre está aumentando al tiempo que los recursos que necesitamos urgentemente para proteger a los más vulnerables se están reduciendo peligrosamente. Como trabajadores humanitarios, nos enfrentamos al mayor desafío que hemos visto. Necesitamos que la comunidad mundial actúe de manera rápida, inteligente y compasiva para revertir el curso e invertir la tendencia del hambre. En el PMA estamos comprometidos a trabajar con todos nuestros asociados, tanto antiguos y nuevos, para crear un mundo en el que nadie se pregunte cuándo será su próxima comida”.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS: “La emaciación infantil sigue siendo inaceptablemente elevada y no se han realizado progresos en la reducción del sobrepeso infantil. Necesitamos políticas públicas, inversiones y medidas específicas a fin de crear entornos alimentarios más saludables para todos”.

GLOSARIO DE LOS TÉRMINOS PRINCIPALES.

Inseguridad alimentaria aguda: la inseguridad alimentaria aguda se define como un estado de inseguridad alimentaria, en un área concreta y en un momento determinado, que reviste una gravedad tal que amenaza las vidas humanas o los medios de subsistencia, independientemente de las causas, el contexto o la duración. A este respecto, resulta pertinente proporcionar orientación estratégica que se centre en objetivos a corto plazo para prevenir, mitigar o reducir los efectos de la inseguridad alimentaria aguda grave. Este indicador se utiliza en el Informe mundial sobre las crisis alimentarias (Red de Información sobre Seguridad Alimentaria y Red mundial contra las crisis alimentarias, 2023).

Hambre: sensación incómoda o de dolor causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. En este informe, el término “hambre” es sinónimo de subalimentación crónica y se cuantifica mediante la prevalencia de la subalimentación.

Malnutrición: estado fisiológico anormal debido a un consumo insuficiente, desequilibrado o excesivo de macronutrientes o micronutrientes. La malnutrición incluye la desnutrición (retraso del crecimiento y emaciación infantiles y carencias de vitaminas y minerales), así como el sobrepeso y la obesidad.

Inseguridad alimentaria moderada: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual las personas afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos. Hace referencia a una falta de acceso continuado a los alimentos, lo cual disminuye la calidad de la dieta y altera los hábitos alimentarios normales. Se mide mediante la escala de experiencia de inseguridad alimentaria y contribuye al seguimiento de los progresos realizados en relación con la meta 2.1 de los ODS (indicador 2.1.2).

Inseguridad alimentaria grave: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual, en algún momento del año, las personas se han quedado sin alimentos, sufren hambre y, en el caso más extremo, pasan uno o más días sin comer. Se mide mediante la escala de experiencia de inseguridad alimentaria y contribuye al seguimiento de los progresos realizados en relación con la meta 2.1 de los ODS (indicador 2.1.2).

Subalimentación: condición en la cual el consumo habitual de alimentos de un individuo es insuficiente para proporcionarle la cantidad de energía alimentaria necesaria a fin de llevar una vida normal, activa y sana. La prevalencia de la subalimentación se emplea para medir el hambre y los progresos realizados en relación con la meta 2.1 de los ODS (indicador 2.1.1).

(*) Descargue informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo: FAO

Crece el hambre en el mundo, y gana valor la seguridad alimentaria que países como Uruguay pueden brindar.

ONU: En un año, el hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13,8 millones de personas

En América del Sur el hambre afecta a 33,7 millones de personas, el 7,8% de la población. “Debemos decirlo fuerte y claro: América Latina y el Caribe enfrenta una situación crítica en términos de su seguridad alimentaria. Ha habido un aumento de casi el 79% en el número de personas con hambre entre 2014 y 2020”.

El hambre en América Latina y el Caribe está en su punto más alto desde 2000, después de un aumento del 30% en el número de personas que padecen hambre entre 2019 y 2020, según un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas difundido el martes 30 de noviembre. El total de personas con hambre en esta parte del mundo es de 59,7 millones. La pandemia ha ayudado a esa caída.

La prevalencia del hambre en América Latina y el Caribe se sitúa actualmente en 9,1%, la más alta de los últimos 15 años, aunque ligeramente por debajo del promedio mundial de 9,9%. Solo entre 2019 y 2020 la prevalencia del hambre aumentó en un 2%.

El informe “El Panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional 2021” (*) es una publicación conjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Julio Berdegué, representante regional de la FAO expresó: “Debemos decirlo fuerte y claro: América Latina y el Caribe enfrenta una situación crítica en términos de su seguridad alimentaria. Ha habido un aumento de casi el 79% en el número de personas con hambre entre 2014 y 2020”.

“Aunque la pandemia ha agravado la situación, el hambre ha ido en aumento desde 2014. Debemos corregir las vulnerabilidades profundas de nuestros sistemas alimentarios, hacerlos más inclusivos y sostenibles y asegurarnos de que brinden bienestar a las personas que alimentan a nuestras sociedades”, dijo Rossana Polastri, directora del FIDA para América Latina y el Caribe.

Entre 2019 y 2020, Mesoamérica experimentó el mayor aumento (2,5%) alcanzando su valor más alto en los últimos 20 años: 10,6%, o 19 millones de personas. El Caribe tiene la prevalencia más alta a nivel regional (16,1%, 7 millones de personas), mientras que en América del Sur el hambre afecta a 33,7 millones de personas, el 7,8% de la población.

INSEGURIDAD ALIMENTARIA AFECTA AL 41% DE LA POBLACIÓN.

Cuatro de cada diez personas en la región (267 millones) experimentaron inseguridad alimentaria moderada o grave en 2020, 60 millones más que en 2019, un aumento del 9%, el incremento más pronunciado en relación a las demás regiones del mundo.

En América del Sur, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave aumentó en 20,5% entre 2014 y 2020, mientras que en Mesoamérica hubo un aumento de 7,3% durante el mismo período.

Peor aún, en la región la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave (personas que se han quedado sin alimentos o han pasado un día o más sin comer) alcanzó el 14% en 2020, un total de 92,8 millones de personas, un enorme aumento en comparación a 2014, cuando afectaba a 47,6 millones de personas.

La inseguridad alimentaria no afectó por igual a hombres y mujeres: en 2020, el 41,8% de las mujeres de la región experimentaron inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 32,2% de los hombres. Esta disparidad ha ido en aumento en los últimos 6 años y aumentó drásticamente, del 6,4% en 2019 al 9,6% en 2020.

«Este informe nos muestra una cruda realidad que debemos enfrentar de lleno para mitigar la situación de la población más vulnerable. Al expandir los sistemas nacionales de protección social, por ejemplo, los gobiernos pueden llegar a los más necesitados con asistencia para ayudarlos a superar estos tiempos difíciles”, dijo Lola Castro, directora regional del PMA para América Latina y el Caribe.

SOBREPESO Y OBESIDAD EN AUMENTO.

El “Panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional 2021” advierte que la región también está perdiendo la batalla contra otras formas de malnutrición: 106 millones de personas —uno de cada cuatro adultos— padecen obesidad en América Latina y el Caribe.

Hubo aumentos significativos en la prevalencia de la obesidad entre 2000 y 2016: un aumento de 9,5% en el Caribe, 8,2% en Mesoamérica, y 7,2% en América del Sur

“Seguimos perdiendo la batalla contra todas las formas de malnutrición y estamos lejos de poder garantizar una nutrición saludable para toda la población. Si queremos acabar con el hambre y brindar bienestar y vidas saludables a las personas de las Américas, tenemos que transformar nuestros sistemas agrícolas y alimentarios para brindar dietas saludables para todos y no dejar a nadie atrás”, dijo la Dra. Carissa F Etienne, directora de OPS/OMS.

El sobrepeso infantil también ha ido en aumento desde hace 20 años en la región, y en 2020, 3,9 millones de niños y niñas —el 7,5% de los menores de cinco años— tenían sobrepeso, casi 2% por encima del promedio mundial. América del Sur muestra la mayor prevalencia de sobrepeso en niños y niñas (8,2%), seguida por el Caribe con 6,6% y Mesoamérica con 6,3%.

Aunque América Latina y el Caribe ha mostrado importantes avances en la reducción del retraso del crecimiento en los niños y niñas, habiendo disminuido la prevalencia del 18% al 11,3% en 20 años, sin embargo, entre 2012 y 2020 la tasa de disminución se desaceleró. La prevalencia regional de emaciación (desnutrición aguda) en niños es del 1,3%, significativamente más baja que el promedio mundial del 6,7%.

“En América Latina y el Caribe, el Covid-19 ha empeorado una crisis de malnutrición preexistente. Con los servicios interrumpidos y los medios de vida devastados, las familias tienen más dificultades para poner alimentos saludables en la mesa, lo que deja a muchos niños y niñas con hambre y a otros con sobrepeso. Para que crezcan sanos, debemos asegurarnos de que todas las familias tengan acceso a alimentos nutritivos y asequibles”, dijo Jean Gough, director regional de Unicef para América Latina y el Caribe.

El informe conjunto de las Naciones Unidas pide acciones urgentes para detener el aumento del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas, instando a los países de la región a tomar medidas rápidamente para transformar sus sistemas agroalimentarios y hacerlos más eficientes, resilientes, inclusivos y sostenibles, para proporcionar dietas saludables para todos.

DESCARGA DEL DOCUMENTO.

(*) Descargue el documento “Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional 2021” aquí: https://www.fao.org/documents/card/es/c/cb7497es

Foto principal de Alberto News.

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