Rosario, Santa Fe, Argentina | Rosgan | Todo El Campo | Diciembre suele ser un mes de balances. Aun dentro de un contexto convulsionado como el que estamos transitando, con cambios y reestructuraciones diarias, es importante poner en valor aquellos avances que se van logrando en terrenos que indefectiblemente nos obligan a llevar la mirada al largo plazo.
En este sentido, no podemos pasar por alto el gran avance que se ha logrado recientemente en materia de lucha contra el cambio climático. En efecto, la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático desarrollada en Dubai, la COP28, concluye por primera vez con un acuerdo global para abandonar gradualmente el uso de combustibles fósiles. Se trata de la primera Conferencia en abordar de manera directa el impacto que generan los combustibles fósiles, en un acuerdo climático de la ONU.
Asimismo, otro de los acuerdos de trascendencia mayúscula para nuestro país por el preponderante rol que juega en la producción de agroalimentos, es la declaración voluntaria firmada por un conjunto de 134 países en la que acuerdan incorporar a la agricultura con un papel más relevante en sus planes climáticos y aumentar la reducción de emisiones relacionadas a la producción y el consumo de alimentos.
¿Pero qué sabemos hasta el momento en cuanto a los impactos que la producción de alimentos y en particular de la ganadería tiene sobre el clima? ¿Cómo nos posicionamos como sector ante estos desafíos?
Un artículo sumamente interesante elaborado recientemente por Ernesto Viglizzo para el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), titulado “Ganadería Bovina y Cambio climático en las Américas: hacia modelos de desarrollo bajos en carbono” aborda la problemática de una manera muy clara.
Comienza planteando el gran dilema que enfrenta la ganadería en la región, entre el rol que juega como proveedora global de alimentos de origen animal y la creciente preocupación que despierta la ganadería bovina en relación al clima, a la luz de las mediciones difundidas por la comunidad científica en cuanto a su responsabilidad en las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En este sentido, el primer error de base que remarca Vigglizzo radica en la generalización, es decir en difundir mediciones globales sin tener en cuenta la heterogeneidad que existe entre los diferentes sistemas de producción. La producción ganadera constituye un conjunto de sistemas diversos que oscilan entre sistemas extensivos de pastoreo natural, con baja emisión de carbono por hectárea, a sistemas altamente intensivos de engorde bajo confinamiento que, lógicamente, por su alta carga generan una elevada emisión de carbono por hectárea, con casi nula posibilidad de captura. Es esta misma generalización la que prima a hora de aplicar penalidades o restricciones a la comercialización de los productos, soslayando las diferencias.
En el caso de Argentina, entre el 65% y el 70% de la hacienda que llega a faena proviene de sistemas mayormente pastoriles, con encierres puntuales en la terminación. Este rasgo diferenciador de nuestra ganadería, a priori, nos posiciona con una gran fortaleza intrínseca que, dependiendo de cómo se aborde, podría convertir esta especie de amenaza comercial que sufre hoy el sector en una verdadera oportunidad.
Precisamente es en relación a ese abordaje donde el artículo de Vigglizzo se detiene poniendo especial foco en “la métrica”, es decir en cómo se mide el impacto de la actividad ganadera.
En este sentido, la tan renombrada “Huella de Carbono” en la que muchos países importadores comienzan a basar sus políticas comerciales se apoya en realidad un criterio de emisiones acumulativas a lo largo de todo el ciclo de vida del producto final sobrecargando así a la producción primaria con una cuenta de carbono que se genera, una vez abandonada la tranquera del predio, atravesando varios eslabones de la cadena hasta llegar a la góndola del supermercado.
Tal como remarca Vigglizzo, “si se le imputasen al ganado bovino únicamente sus emisiones biogénicas (o sea el metano y óxido nitroso que son producto de la fermentación entérica), se comprobaría fácilmente que su impacto en el clima global es mucho menor que el estimado a través del Análisis de Ciclo de Vida (ACV) de un producto”. En la actualidad ese valor no supera el 5% de las emisiones globales y tiende a disminuir porcentualmente al compararlo con la trayectoria que muestran las emisiones de carbono del resto de los sectores a nivel global.
En concreto, a diferencia del criterio de base de la “Huella de Carbono”, el cálculo del “Balance de Carbono” analiza la economía del carbono en el sistema predial y no por tonelada de carne producida. A su vez, su cálculo implica estimar anualmente no solamente las emisiones, sino también la captura y almacenamiento de carbono en el sistema analizado, donde la unidad de referencia pasa a ser la hectárea de tierra y no la tonelada de carne, como propone el ACV.
Al tomar como unidad de referencia la hectárea de tierra producida, el método permite discriminar la performance individual de cada productor, poniendo en valor el “cómo” se produce en cada eslabón de la cadena en lugar del “que” se produce, etiquetado como bien único en la góndola final.
Es así como el productor es quien en última instancia se puede convertir en sujeto de premio o penalización de acuerdo al balance de carbono generado en su propio sistema de producción.
Cambiar el foco de medición, habla por un lado de cierta honestidad intelectual tanto de la comunidad científica como también de la comercial, quienes son en definitiva usuarios primarios de este tipo de mediciones. Pero también, implica hacer foco en la responsabilidad individual de cada actor de la cadena productiva. Así como el productor ganadero no puede cargar con la responsabilidad de las emisiones que se generan fuera de la tranquera, sí debe asumir la plena responsabilidad de todo impacto ambiental que se produzca dentro del predio que trabaja.
A su vez, en la medida que este cambio de enfoque venga acompañado de incentivos comerciales para quienes contribuyan a la reducción de emisiones, dará paso a una serie de desarrollos tecnológicos y prácticas productivas que se valorarán como herramientas indispensables para convertir el problema en una oportunidad.
Como se mencionó, trabajar con mediciones generales inevitablemente sustenta la implementación de políticas comerciales también generales, que por abarcativas terminan siendo excesivamente restrictivas para el comercio mundial de alimentos.
Lejos de necesitar mayores restricciones, la creciente demanda de alimentos que requiere el mundo, necesita de soluciones que impliquen garantizar libertad de comercio, de modo tal que, sobre la base de una estricta responsabilidad cuantificable individualmente, se logre expandir la producción de alimentos en lugar de derivar en soluciones contractivas que a la larga terminan generando mayores carencias. En definitiva, la solución no radica en dejar de consumir carne para mitigar los efectos del cambio climático sino de convertirnos en verdaderos protagonistas de un cambio, que permitirá abastecer al mundo de los alimentos que necesita, de manera responsable y sustentable con el medio.
Mattos: “Somos garantes de la seguridad alimentaria, somos esenciales para combatir los problemas de abastecimiento, de hambre en el mundo, somos también fundamentales para la paz social porque no hay paz, no hay tranquilidad y no hay equilibrio social ni político si falta la alimentación”.
Dubái, Emiratos Árabes Unidos | IICA | Todo El Campo | El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Fernando Mattos, aseguró que el agro está recuperando el espacio que nunca ocupó debidamente en las discusiones climáticas globales, y elogió los esfuerzos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), organismo hemisférico especializado en desarrollo agrícola y rural, para impulsar la presencia del sector agropecuario en los principales foros globales de negociación ambiental, como las COP.
En la COP28 de Dubái, Emiratos Árabes Unidos, Mattos realizó una intensa actividad, participando de decenas de encuentros, entre ellos dos reuniones ministeriales -de América Latina y el Caribe y de Mercosur, Chile y Bolivia-, además de eventostécnicos, en los que trató asuntos como seguridad alimentaria y medio ambiente, ganadería sostenible, biodiversidad, gestión del conocimiento y de los recursos naturales, y acceso al financiamiento, entre otros.
Al realizar un balance de su participación y sus colegas de Agricultura del continente americano en la cumbre climática, el ministro uruguayo expresó que “que se viene recuperando el espacio que nunca se ocupó debidamente” e indicó que “somos garantes de la seguridad alimentaria, somos esenciales para combatir los problemas de abastecimiento, de hambre en el mundo, somos también fundamentales para la paz social porque no hay paz, no hay tranquilidad y no hay equilibrio social ni político si falta la alimentación”.
“También tenemos la responsabilidad ambiental de generar sistemas productivos sostenibles. Acá la agricultura está activa, no puede tener lugar si va a expensas de los recursos naturales; y por lo tanto, la forma de tener sistemas productivos responsables, claramente debe haber un espacio, un lugar para hablar de los temas del ambiente”, agregó.
Mattos, quien preside la Junta Interamericana de Agricultura (JIA), que reúne a todos los ministros de Agricultura de las Américas, también destacó la labor del IICA, al que definió como “un gran catalizador de una presencia mucho más marcada de la agricultura en estos foros”, y dijo que “esto se debe incrementar, ya que no se puede hablar de sostenibilidad ambiental si no se habla también de la agricultura”.
En ese sentido, defendió el papel de los agricultores, afirmando que los productores agropecuarios tienen el mandato y el legado de cuidar los recursos naturales.
“Muchas veces hay un estereotipo, el del productor de alimentos que es un destructor de la naturaleza. Estamos muy lejos de eso porque hemos recibido de herencia de nuestros padres y abuelos la responsabilidad de mantener los recursos en condiciones para que justamente el futuro asegure que nosotros le traspasemos a nuestros hijos y nietos una condición mejor que la recibimos, eso como una especie de mandato”, expresó.
Mattos también se refirió a los equilibrios necesarios entre producción y medio ambiente y ponderó la participación creciente de los temas de agricultura, alimentación y comercio agropecuario en las COP: “Nosotros lo predicamos dentro del Uruguay y sabemos que existen tensiones entre producción y ambiente, pero tenemos que encontrar los caminos del entendimiento. No es razonable que la COP haya tomado la dimensión que tomó en todos estos 30 años, desde 1992, y que la participación de la agricultura haya sido prácticamente nula, entonces, de diez años para acá es que empieza a haber tímidamente una participación, una presencia y creo que es esencial para una mutua comprensión”.
En ese sentido, llamó a que más rápidamente los productores vean beneficios económicos con la aplicación de sistemas de producción sostenibles.
“Gracias a estos foros, a estos espacios de discusión climática, hemos incorporado una serie de prácticas y de conciencia. Debemos inculcar al productor que todavía no visualiza suficientemente la importancia de generar menos emisiones y que muchas veces necesita recibir señales de mayores ingresos para su producción, porque normalmente el productor es receptor de los precios que genera su propia producción, pero también debería ser receptor de los beneficios de aplicar sistemas de producción sostenibles, que van a hacer un mundo mucho más sano, mucho más justo y mucho más productivo”, concluyó.
(IICA). En la foto: Fernando Mattos, presidente del Consejo Agropecuario del Sur (CAS) y ministro de Uruguay; Lloyd Day, subdirector general de IICA; y Esteban Valenzuela, ministro de Agricultura de Chile.
El informe presenta una evaluación global integral de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de los sistemas agroalimentarios ganaderos. Allí se sugiere que el sector ganadero puede desempeñar un papel fundamental en la reducción en las emisiones de GEI.
Montevideo | Todo El Campo | El viernes 8 de diciembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) presentó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28) que se está llevando a cabo en Dubai su nuevo reporte “Caminos hacia menores emisiones: Una evaluación global del efecto invernadero, emisiones de gases y opciones de mitigación de sistemas agroalimentarios ganaderos”. El evento comenzó con unas palabras de apertura por parte del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca Fernando Mattos.
El informe presenta una evaluación global integral de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de los sistemas agroalimentarios ganaderos. Allí se sugiere que el sector ganadero puede desempeñar un papel fundamental en la reducción en las emisiones de GEI.
Este informe, reemplaza y disminuye la cifra de emisión asociada a la ganadería. Los hallazgos del Modelo de Evaluación Ambiental Ganadera Global (GLEAM) de las Naciones Unidas, revelan que los sistemas ganaderos agroalimentarios (que incluyen ganado, búfalos, ovejas, cabras, cerdos y pollos) son responsables de 6,2 gigatoneladas (Gt) de equivalente de dióxido de carbono (CO2 eq) en emisiones. Esto representa el 12% de todas las emisiones antropogénicas de GEI (con base en el año de referencia 2015). Es importante señalar que esta cifra es inferior a las estimaciones anteriores de GLEAM utilizando las mismas métricas tradicionales.
La intensidad de las emisiones, o huella de carbono, de la producción ganadera varía significativamente entre países, especies y sistemas de producción debido a diferencias en razas, prácticas de manejo, calidad del alimento y condiciones ambientales.
La adopción de prácticas sostenibles es crucial para lograr menores emisiones y mitigar el impacto ambiental de los sistemas ganaderos. Estas incluyen mejoras de la salud y bienestar animal, mejorar la productividad del ganado, implementación de nuevas prácticas de alimentación y nutrición, la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos, la mejora de las prácticas de cría y la implementación de medidas dirigidas directamente a las emisiones de GEI. Al implementar colectivamente estas mejoras, el sector ganadero tiene la potencial para lograr reducciones de emisiones.
Esta divulgación es muy importante para las ganaderías del mundo porque la estimación original de la FAO realizada en el 2006 imputó un 18% de las emisiones totales a ese sector, valor popularizado en el trabajo La Larga Sombra del Ganado. En el primer reporte GLEAM en el 2013, la cifra fue disminuida a 14,5% por una mejora en el método de estimación. Finalmente, con este nuevo reporte que acaba de ser comunicado, se estima que la producción animal representa a un 12% con la utilización de métricas tradicionales. El INAC junto con el MGAP promueven el uso de métricas alternativas (GWP*) que reconocen que el metano es un gas de vida corta. Si se generaliza este uso se puede anticipar que la cifra de emisiones actualmente divulgada (12%) será sustantivamente menor. Adicionalmente cuando además de la emisión se analice la captura de los sistemas ganaderos es posible que la ganadería uruguaya sea climáticamente neutra es decir no contribuya al calentamiento adicional del planeta algo sobre lo que ya existe alguna evidencia inicial en trabajos elaborados por el INIA.
El objetivo de Marfrig y JBS es rastrear de manera permanente a todo el ganado y mejorar la trazabilidad. La novedad se conoció en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) en Dubai.
Montevideo | Todo El Campo | En unos US$ 30 millones consiste la inversión que dos empresas globales de la industria cárnica de origen brasileño realizarán para desarrollar un sistema de localización geográfica de los animales.
La tecnología realmente sorprende: será mediante una inserción de microchips en los rodeos vacunos en propiedad de Marfrig y JBS.
Según explicaron desde las empresas, dicho seguimiento puede generar garantías para que la cadena no lleve a cabo prácticas “indeseables” como la deforestación y el trabajo esclavo.
LA INVERSIÓN DE MARFRIG.
“Marfrig se compromete a controlar el cien por ciento de su cadena de suministro ganadero directa e indirecta, de aquí a 2025 en todos los biomas, adelantando el objetivo inicial de 2030”, apuntaron.
Hoy la firma es la empresa líder mundial en la producción de hamburguesas, y su inversión en esta materia será de US$ 20 millones.
“Nuestro objetivo es acelerar aún más nuestra plataforma y alcanzar el total de trazabilidad de la cadena de valor hasta 2025, en todos los biomas brasileños, adelantando nuestra meta en cinco años”, indicó Paulo Pianez, director de Sostenibilidad y Comunicación de Marfrig.
LOS PLANES DE JBS.
En otro de los casos, desde JBS señalaron que la inversión estará en el orden de los US$ 9 millones.
Con fuerte base en el estado de Pará, buscará mejorar la trazabilidad y transparencia de sus rodeos. Por eso, la idea es que desde 2026 todos los animales tengan un microchip.
“Lo que hacemos aquí, tanto desde el punto de vista de la salud como de la sostenibilidad, no se encuentra en ningún otro lugar del mundo. No lo vemos en Estados Unidos, no lo vemos en Europa, no lo veo en Australia”, sostuvo la directora ejecutiva de asuntos corporativos de JBS, Marcela Rocha.
“La intención es que podamos demostrar que la ganadería sustentable puede converger con la preservación ambiental y el respeto a las normas ambientales. Por otro lado, abrir nuevos mercados cuando se tiene una ganadería intacta en una cadena que está dentro del cumplimiento”, dijo el gobernador de Pará, Hélder Barbalho. Fuente Infocampo
En la presentación del documento en la COP28 participó el ministro Fernando Mattos, entre otros.
Dubái, Emiratos Árabes Unidos | IICA | Todo El Campo | La ganadería bovina tiene un impacto mucho menor sobre el calentamiento global al que se alega si se miden las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que efectivamente le corresponden, las del período de cría de animales, y se excluyen las que le adjudican, que provienen de otros sectores de la economía, reveló un estudio presentado en el pabellón del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en la COP28.
El estudio, plasmado en el documento “Ganadería bovina y cambio climático en las Américas: hacia modelos de desarrollo bajos en carbono” de autoría del científico argentino Ernesto Viglizzo, advierte que las publicaciones que atribuyen a la ganadería una parte significativa de la responsabilidad sobre el cambio climático son equivocadas porque le adjudican emisiones que no le corresponden, provenientes de otros sectores de la economía, como el industrial, el transporte, el residencial, la distribución o el consumo doméstico.
El investigador puntualiza en el estudio que solo las emisiones de la actividad ganadera son las que deberían imputarse a las cadenas de la carne de vacuno. “Un productor ganadero -indica- no puede cargar sobre sus espaldas emisiones que no dependen estrictamente de sus actividades sino de otros sectores”.
Algunos países importadores de alimentos utilizan un sistema llamado de Huella de Carbono, a través del que estiman las emisiones de un producto, levantando frecuentemente barreras comerciales a productos que ingresan desde terceros países, que en el caso de la carne incluyen no solo las emisiones generadas por la producción ganadera sino las que ocurren en otros sectores, como los frigoríficos, el transporte y la distribución mayorista o minorista.
Esta metodología, que arroja un resultado muy elevado, difiere de la recomendada por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), máxima autoridad científica mundial en la materia, que imputa las emisiones a los sectores que la generan.
Sectores como el frigorífico, el transporte y la distribución, posteriores a la actividad ganadera, generan gran cantidad de emisiones, ya que consumen combustibles fósiles, responsables principales del cambio climático.
Viglizzo es un referente internacional en temas de ganadería, suelos y cambio climático e Investigador Principal del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina y de la principal organización científica estatal de su país, el Conicet. Ingeniero agrónomo, doctorado en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), es también miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria de Argentina.
Entre los servicios que ha prestado figura el de la coordinación del programa nacional de Gestión Ambiental del INTA y del IICA-Procisur.
Además, integró equipos científicos de organizaciones internacionales que estudian el cambio climático y el ambiente global, como el IPCC, GEO 5, Millennium Ecosystem Assesment y Subglobal Assessment, entre otros.
Por su contribución científica al IPCC, fue distinguido con una réplica del Premio Nobel de la Paz 2007, que el IPCC compartió con Al Gore, vicepresidente de los Estados Unidos.
Por invitación, ha disertado acerca de la problemática climática y ambiental de las Américas en las Universidades de Harvard, Oxford, y en eventos realizados en París, Berlín, Ginebra, Lovaina, Stellenbosch (Sudáfrica) y universidades de Latinoamérica. Ha sido también invitado como editor y coeditor de números especiales de prestigiosas editoriales científicas internacionales como Springer-Nature y Elsevier.
En el pabellón del IICA participaron de la presentación del documento el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, Fernando Mattos; y la secretaria de Innovación, Desarrollo Sustentable, Irrigación y Cooperativismo del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Brasil, Renata Miranda; el director general del IICA, Manuel Otero; el subdirector general del Instituto, Lloyd Day -quien actuó como moderador- y Ruaraidh Petre, director ejecutivo del Global Roundtable for Sustainable Beef (GRSB).
MATTOS: LA GANADERÍA HA SIDO VÍCTIMA DE EMBATES MUY DAÑINOS.
Mattos elogió el documento elaborado por Viglizzo y aseguró que “hemos sido víctimas en las últimas décadas de embates muy dañinos para la imagen del sector agropecuario, intentando responsabilizarnos como uno de los mayores causantes de las emisiones de GEI”.
Sin embargo, “es el único sector productivo de la economía que es imprescindible para la seguridad alimentaria y debe interpretarse como lo que es: un sector que captura carbono”.
El ministro uruguayo agregó que “somos esenciales para la seguridad alimentaria del mundo y debemos continuar insistiendo en que deben estar disponibles los fondos para ayudar a la adaptación a los países que están sufriendo los mayores efectos de la variabilidad climática”.
Por su lado, la secretaria (viceministra) del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Brasil, Renata Miranda, indicó que “cuando hablamos de ganadería y cambio climático debemos hablar de reducir emisiones y de adaptación, porque si no nos adaptamos no tendremos condiciones de producir alimentos en el futuro”.
La funcionaria brasileña, quien manifestó su satisfacción con el contenido del estudio y felicitó al IICA por impulsar este tipo de publicaciones, aseguró también que “necesitamos recordar quienes son los mayores emisores (de GEI) y el sector del que estas emisiones provienen”.
“NO JUGAR CON UN SECTOR QUE SALVA Y ALIMENTA VIDAS”.
Ruaraidh Petre, en tanto, agradeció al IICA por el documento, defendió una “industria que alimenta personas” y recordó que “sin comida no podemos tener esta discusión, tendríamos hambre”.
Pidió, en ese sentido, “no jugar con un sector que salva y alimenta vidas”, y destacó su capacidad de secuestrar carbono. “Podemos alimentar 9.000 millones de personas sin agregar emisiones de gases de efecto invernadero. Somos el sector que tiene capacidad de secuestrar carbono y alimentar al mundo”, puntualizó.
LA MITAD DEL PIB AGRÍCOLA EN LA REGIÓN.
Otero, por su parte, recordó en tanto que la ganadería explica la mitad del PIB agrícola de América Latina y el Caribe y que genera divisas por 23.000 millones de dólares con la carne de vacuno, además de otros 3.000 millones con productos lácteos.
“La ganadería en la región ha realizado importantes avances hacia la transformación de sistemas ganaderos sostenibles, con estrategias para reducir los impactos en agua, suelo y emisiones, incluyendo desarrollo tecnológico y adopción de buenas prácticas. Tenemos que demostrarlo ante los diferentes foros internacionales y eso estamos haciendo”, señaló.
INFLUENCIA QUE NO SUPERA EL 5%
“Si se le imputasen al ganado bovino únicamente sus emisiones biogénicas (las producidas por las vacas) se comprobaría fácilmente que su impacto en el clima global es mucho menor que el estimado. En la actualidad ese valor no supera el 5% de las emisiones globales y tiende a disminuir porcentualmente cuando se lo compara con las emisiones globales de carbono de todos los sectores de la economía y la sociedad”, señala el trabajo de Viglizzo.
El documento afirma que el impacto global es menor cuando se estiman las emisiones del ganado en las Américas, debido a que predominan los sistemas pastoriles, que tienen la posibilidad de compensar, total o parcialmente, las emisiones del carbono del ganado mediante la fotosíntesis.
Resultados de investigaciones de campo reflejadas en el estudio demuestran que es posible diferenciar, mediante métodos relativamente sencillos, a los productores que generan créditos de carbono de aquellos que no lo hacen. Así, se abre la puerta para valorizar a los primeros, que son parte de la solución del cambio climático.
El científico plantea que las Américas ha iniciado un proceso de transición hacia modelos de desarrollo ganaderos bajos en carbono. En ese contexto, el carbono capturado debería ser acreditado como un commodity comerciable, como son la carne, la leche, los granos. Y respecto a la reducción de emisiones, la región debería ser incluida en proyectos que certifiquen créditos por esos resultados.
También debe tenerse en cuenta que la emisión de metano, el gas de efecto invernadero predominante en la ganadería vacuna, tiene un tiempo promedio de residencia en la atmósfera de unos 11,8 años, mucho menos que el tiempo de residencia del dióxido de carbono, que se estima en unos 1.000 años.
El trabajo agrega: “Otro aspecto importante, generalmente ignorado en las líneas argumentales dominantes, es que la incidencia del ganado bovino de carne en las emisiones globales de carbono ha tendido a disminuir persistentemente en los últimos 60 años. Simplemente, esto significa que las emisiones debidas a la quema de combustibles fósiles han crecido a una tasa significativamente mayor que la tasa de aumento de las emisiones biogénicas del ganado bovino”.
En el estudio también se hace un recorrido por los paquetes de tecnología climáticamente inteligentes que ya están aplicándose en la ganadería y, con los que es posible capturar decenas de billones anuales de carbono y generar balances positivos que beneficiarían a todas las cadenas agroalimentarias.
Algunas de esas prácticas son: diseño de distintas configuraciones silvopastoriles, uso de enmiendas orgánicas, meteorización de rocas (rock weathering) a través de la trituración de silicatos que producen captura inorgánica de carbono atmosférico, elaboración de fertilizantes a través de energías renovables, uso de aditivos reductores de metano en rumiantes, reducción de pérdidas y desechos de alimentos, aplicación de carbono vegetal por combustión de biomasa (biochar), y producción de biofertilizantes y biogás a partir de heces y orina.
VISIONES DISTORSIONADAS.
El documento advierte que durante los últimos 20 años numerosos medios académicos y científicos del mundo han focalizado en el impacto supuestamente negativo de la ganadería bovina sobre el ambiente, el clima y la salud humana.
El trabajo presentado en el pabellón del IICA hace hincapié en que esa visión omite considerar los roles y funciones esenciales que juegan los sistemas de producción bovina en ambientes y ecosistemas.
También -dice el texto- ese punto de vista soslaya el rol esencial que la ganadería vacuna cumple desde el punto de vista de la seguridad alimentaria y el papel que cumple en la realidad social y en las economías de los países en desarrollo.
En el caso de las carnes y los lácteos, además, son sectores claves para mejorar el ingreso de los ganaderos en regiones poco desarrolladas, y son una fuente de divisas que estabiliza las economías de los países productores y exportadores.
“Estos son aspectos de alta relevancia social que a menudo los centros académicos y científicos de países industrializados omiten selectivamente”, concluye el estudio.
El pabellón Casa de la Agricultura Sostenible de las Américas fue instalado por el IICA junto a sus 34 Estados Miembros y organizaciones aliadas de los ámbitos público y privado en la COP28, la edición 28 de Conferencia de las Partes, órgano político supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que cuenta con 197 Estados Partes.
Hasta el 12 de diciembre, el pabellón albergará las discusiones del más alto nivel sobre el rol de la agricultura de las Américas en los esfuerzos de mitigación y adaptación al calentamiento global.