La industria ofrece la recuperación total del salario, que es un 4,8%; además una partida de $ 2.000 por un año; más los correctivos por inflación, pero los dirigentes sindicales lo rechazan porque se niegan a firmar una cláusula de paz.

Hébert Dell’Onte | En el primer semestre del año las ventas totales al exterior generaron casi US$ 7.000 millones. Cada dólar que llega a Uruguay gracias a las exportaciones forma parte de la riqueza genuina de la que todos los ciudadanos, de una forma u otra, nos beneficiamos.

De ese total generado por las exportaciones, el sector lácteo es responsable de US$ 403 millones. ¿Qué sería de la cadena láctea si por algún motivo los envíos al exterior se cortaran?

En Uruguay hay 3.000 tambos dispersos en todo el país, que producen 2.000 millones de litros de leche al año, de los cuales el 70% se exporta y sólo el 30% queda en el mercado local.

Respondiendo a la pregunta, si por algún motivo Uruguay se viera privado de exportar el mercado local se vería sobreofertado, el precio de los lácteos caería estrepitosamente, algo de materia prima se almacenaría pero la sobreproducción sería tanta que haría inútil el almacenamiento obligando a su desecho. Las industrias detendrían la producción, los empleados el trabajo, cientos de tambos enviarían sus vacas a faenas y se reconvertirían, otros cerrarían refugiándose en las ciudades. El panorama sería de fábricas que cierran, maquinarias que dejan de usarse, y la destrucción de una cadena productiva que genera mano de obra, arraiga la gente en el medio rural, es fuente de riqueza y que nos enorgullece por la calidad de todo lo que produce.

Sin exportaciones no hay cadena láctea posible, y reducirla a la nada es un escenario imposible de imaginar.

Sin embargo, algunos dirigentes sindicales insisten en tomar medidas extremas como forma de presión para que sus empleadores atiendan sus pedidos. Uno de esos extremos es afectar a las exportaciones para lo cual, lo anunciaron el lunes 4, ya están entablando contactos con otros sindicatos.

Lo que hace algunas semanas fue solo una amenaza, hoy amaga en convertirse en realidad.

Es difícil creer que haya personas o instituciones que se atrevan a pensar en tomar medidas para perturbar las exportaciones, y de haberlas -que ha quedado demostrado que las hay- cuesta creer que cuenten con suficiente apoyo de otras áreas de trabajo para cumplir su cometido.

Más allá del éxito o no que tengan en sus nefastas gestiones, cabe preguntarse hasta qué punto es legítimo y legal actuar de forma tal que se acaba perjudicando a todo el país, y hasta qué punto las autoridades continuarán mirando y mediando sin tomar decisiones.

Pero que sea la sociedad la que decida sobre la legitimidad del accionar sindical, y que juzgue sobre el papel que el PIT-CNT juega en todo ese asunto como central sindical a la que pertenecen los trabajadores lácteos. Que sean los abogados los que decidan sobre la legalidad o ilegalidad de la medida. Y que sea el Ministerio de Trabajo quien determine cuándo actuar.

Por lo pronto, y desde este medio, sólo cabe recordar que ese mismo grupo de trabajadores que tan rápidamente plantea sus reclamos, desconformidades y anuncia entorpecer las exportaciones, omite decirle a la opinión pública que la industria les ha propuesto la recuperación salarial, asegurar la inflación anual futura y en 2025 otorgar una partida mensual de $ 2.000.

En contrapartida pide que se firme una cláusula de paz para asegurarse un período sin conflictos, pero los trabajadores se niegan a firmar porque quieren tener las manos libres para iniciar nuevos conflictos en cualquier momento y bajo cualquier excusa.

Parece que estamos llegando a límite, donde hay que parar con el todo vale y con la tolerancia que de tan tolerantes nos perjudicamos todos.

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