En pocos años, la Misa Criolla comenzó a ser interpretada por coros de todo el mundo. La mezcla de solemnidad religiosa con color latinoamericano capturó la atención de públicos diversos, desde creyentes hasta amantes de la música folklórica o académica.

Montevideo | Todo El Campo | La Misa Criolla fue escrita y grabada en 1964 por Ariel Ramírez y lanzada como álbum en 1965. La obra fue inspirada por la autorización del Concilio Vaticano II para que las misas se celebraran en lenguas vernáculas, en este caso, utilizando el español y ritmos folclóricos de Argentina y Bolivia.

Desde su estreno en 1964, la Misa Criolla de Ariel Ramírez ha sido celebrada como una de las obras más emblemáticas de la música sacra latinoamericana, pero también como un producto cultural cuya recepción oscila entre la devoción, la admiración estética y la polémica. Evaluar críticamente la obra implica considerar tanto su propuesta musical como su contexto histórico, sus tensiones ideológicas y su lugar en las narrativas sobre identidad latinoamericana.

En términos musicales, la Misa Criolla representa una síntesis atrevida: una liturgia católica tradicional puesta en diálogo con ritmos y estilos del folclore argentino y, en menor medida, sudamericano. Ramírez recurre al carnavalito, la chacarera, la vidala y otros ritmos que hasta ese momento rara vez se habían integrado a un formato litúrgico de alcance internacional. Desde una perspectiva estética, el acierto de Ramírez reside en que esta fusión no opera como una yuxtaposición superficial de “lo culto” y “lo popular”, sino como un entramado donde la voz, la percusión y los instrumentos autóctonos construyen una espiritualidad distinta, más terrenal, más encarnada. Sin embargo, esta misma operación ha sido criticada por algunos musicólogos que señalan una cierta estilización idealizada del folclore, más próxima a un nacionalismo estético urbano que a las prácticas musicales vivas de las comunidades indígenas y campesinas.

Otro aspecto fundamental es su contexto de producción. La obra surge poco después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, que autorizó el uso de lenguas vernáculas en la misa. Ramírez aprovecha ese cambio para inscribir una identidad latinoamericana dentro de la liturgia católica global. Pero este gesto, celebrado por muchos como un acto de afirmación cultural, también puede interpretarse como una domesticación del folclore dentro de un marco institucional europeo.

La recepción internacional de la obra ha sido fascinante y contradictoria. Por un lado, el éxito de la Misa Criolla en Europa y Estados Unidos consolidó la imagen de un “catolicismo folclórico” latinoamericano, exótico pero espiritual, accesible pero diferente. Por otro lado, este éxito se basó en versiones que a menudo suavizaron la potencia rítmica o la aspereza expresiva de los géneros tradicionales, lo que ha llevado a críticas sobre el modo en que la obra fue apropiada por mercados musicales globales deseosos de una espiritualidad estetizada y exportable.

fuerza emocional genuina, una expresividad colectiva que ha acompañado celebraciones religiosas, actos cívicos, ceremonias familiares y repertorios corales durante décadas. Su impacto simbólico sigue siendo indudable: logró abrir un espacio para que sonoridades latinoamericanas formaran parte de un repertorio sacro universal.

En última instancia, la Misa Criolla es una obra que encarna las contradicciones de su tiempo: innovadora y tradicional, inclusiva y jerárquica, popular y académica. Su valor crítico reside justamente en esa tensión, que continúa invitando a reflexionar sobre identidad, liturgia, cultura y poder en América Latina.

LOS ORÍGENES: UN VIAJE QUE MARCÓ AL COMPOSITOR.

A finales de los años cuarenta, Ariel Ramírez viajó por primera vez a Europa. Fue durante su estancia en Alemania cuando una experiencia aparentemente simple transformó su manera de concebir la música religiosa. Allí conoció a dos monjas españolas que habían arriesgado sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial para proteger a judíos perseguidos. Conmovido por su testimonio, Ramírez comenzó a reflexionar sobre la relación entre espiritualidad, compasión y expresión musical. Aquella historia lo acompañó durante décadas y se convertiría en el símbolo humano detrás de su futura obra sacra.

Este periodo también coincidió con la expansión del interés internacional por la música folklórica latinoamericana. Ramírez, ya por entonces uno de los músicos más comprometidos con la investigación de ritmos tradicionales, percibió que la potencia expresiva de esas músicas podía alcanzar dimensiones universales. La idea de integrar sonidos folklóricos en un marco litúrgico aún estaba lejos, pero la semilla ya estaba plantada.

El detonante definitivo llegó en 1963 con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, que autorizó por primera vez el uso de lenguas vernáculas en lugar del latín en la Misa católica. Este cambio histórico abrió la puerta a la creación de repertorios litúrgicos adaptados a cada cultura. Ramírez comprendió inmediatamente la oportunidad: la música de raíz latinoamericana podía entrar en diálogo directo con la liturgia universal.

Impulsado por esta reforma y por su deseo de rendir homenaje a quienes habían defendido la dignidad humana durante la guerra, Ramírez comenzó a trabajar en lo que llamaría Misa Criolla. La obra tomaría los textos de la misa católica (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei) y los envolvería en ritmos tradicionales argentinos y latinoamericanos.

UNA FUSIÓN INÉDITA.

Entre 1963 y 1964, Ramírez trabajó intensamente en la obra, acompañado por los poetas y sacerdotes Antonio y Jesús Álvarez, quienes lo asesoraron en aspectos litúrgicos y textuales. Lo innovador no era solo el uso del español, sino “folklorizar” la misa: integrar el carnavalito, la vidala, la chacarera o la zamba a un rito universal.

Esta decisión suponía un riesgo estético y político. Nadie antes había llevado ritmos de raíz indígena o criolla a un contexto sacro destinado a ser interpretado en iglesias, catedrales y auditorios internacionales. Ramírez confiaba, sin embargo, en que la autenticidad emocional del folklore era una forma legítima de espiritualidad.

ESTRENO Y EL DÍA DESPUÉS.

La Misa Criolla fue editada y grabada en 1964 con el conjunto folklórico Los Fronterizos, dirigido por el propio Ramírez. La interpretación combinaba voces populares, percusión andina, guitarras, bombos y arreglos corales. El impacto fue inmediato: la obra se convirtió en un éxito tanto en Argentina como en Europa, donde se valoró su originalidad cultural y su fuerza espiritual.

En pocos años, la Misa Criolla comenzó a ser interpretada por coros de todo el mundo. La mezcla de solemnidad religiosa con color latinoamericano capturó la atención de públicos diversos, desde creyentes hasta amantes de la música folklórica o académica.

La década de 1970 consolidó la obra como un hito mundial. Fue interpretada en numerosas catedrales europeas y traducida a múltiples idiomas. En 1988, Ramírez viajó al Vaticano para dirigir una interpretación frente al papa Juan Pablo II, un momento que él consideró uno de los más emotivos de su vida.

LEGADO Y VIGENCIA.

Hoy, más de medio siglo después, la Misa Criolla sigue siendo una de las obras latinoamericanas más interpretadas en el mundo. Su historia se ha convertido en un ejemplo de cómo una música enraizada en identidades locales puede dialogar con tradiciones globales sin perder autenticidad.

La obra de Ramírez no solo abrió caminos en la música sacra; también demostró que el folclore puede ser un vehículo poderoso para expresar universalidad, espiritualidad y resistencia cultural.

ARIEL RAMÍREZ.

Ariel Ramírez nació en Santa Fe, Argentina, el 4 de setiembre de 1921; falleció en Buenos Aires, el 18 de febrero de 2010.

Fue uno de los compositores y pianistas más influyentes del folklore argentino y una figura clave en la proyección internacional de la música latinoamericana del siglo XX. Su obra, que combina rigurosidad académica, sensibilidad popular y un profundo sentido humanista, abrió caminos novedosos para el diálogo entre tradición y modernidad.

A lo largo de su vida recibió numerosos reconocimientos internacionales y sus obras fueron interpretadas por innumerable cantidad de artistas y coros de adultos y niños.

Ariel Ramírez.

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Artículo elaborado con material de apoyo de inteligencia artificial; revisado por el editor de Todo El Campo. Foto de portada de la Municipalidad de La Plata (Argentina). En la foto interna, Ariel Ramírez, internet.

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