La batalla cultural y mediática contra la carne real ha calado: millones de europeos asumen que el futuro será ingerir productos de laboratorio.

Europa | Todo El Campo | El último informe del EIT Food Consumer Observatory titulado Reimagining Protein: Consumer Perceptions of Cultivated Meat, confirma lo que muchos temían: uno de cada tres europeos estaría dispuesto a comer carne de laboratorio: un producto generado a a partir de células animales en laboratorios, sin cría ni faena, bajo la promesa de “salvar el planeta”. Lo que hace apenas una década habría parecido una distopía hoy se presenta como una conquista moral del progreso.

Desde la primera página, el documento repite que el consumo tradicional de carne “es insostenible debido a sus emisiones de gases de efecto invernadero y al uso intensivo de tierra, agua y pesticidas”, lo que justificaría sustituir la ganadería por tecnologías que “produzcan alimentos con menos recursos”. En ese marco, la llamada carne cultivada se describe como “real”, “sostenible” y “libre de sufrimiento animal”.

El mismo estudio reconoce que los consumidores la perciben como artificial, carente de sabor y potencialmente peligrosa para la salud, pero eso no impide que Bruselas (capital de la Unión Europea) y las grandes corporaciones alimentarias continúen promocionándola como la solución definitiva.

El informe de EIT Food detalla que sólo un 29% de los europeos afirma que la probaría con certeza, aunque los jóvenes y los más formados -los mismos sectores más expuestos a la propaganda climática y digital- son los más predispuestos.

El reto no es tanto mejorar el producto como “educar al consumidor” y “eliminar los miedos culturales” asociados a la comida natural.

El estudio sostiene que la industria debe “contrarrestar los mensajes negativos”» que relacionan la carne cultivada con términos como “cáncer” o “falta de transparencia”.

En la estrategia se propone que los científicos -considerados “los más confiables”- sean quienes expliquen al público las supuestas bondades del nuevo producto, porque “las autoridades carecen de competencia y los fabricantes no inspiran confianza”. Es decir, una estrategia de manipulación emocional diseñada para sustituir el debate científico por marketing institucional.

Además, el documento es, en sí mismo, una confesión del fracaso moral de esta cruzada. En varios pasajes reconoce que el “momentum de interés por la carne cultivada está decayendo” y que “la falta de progreso visible genera escepticismo”.

Y, pese a todo, la agenda sigue adelante. El informe insiste en que la “carne híbrida” (mezcla de proteínas vegetales y grasa cultivada) podría ser una “estrategia pragmática”, aunque reconoce que los consumidores la ven como “la peor combinación de ambas opciones”. Tampoco funciona la idea de presentar el producto como un lujo gastronómico: según el propio estudio, “posicionar la carne cultivada como Wagyu o foie gras artificial se percibe como innecesario, elitista y contrario a la idea de sostenibilidad”.

Es decir, ni gusta al que come carne, ni convence al que no la come, ni resulta creíble para nadie. Pero la maquinaria política y mediática continúa.

En base a artículo de Javier Villamor en Un 35% de los europeos ya acepta comer carne falsa

En la etiqueta de la fotografía se lee: “Carne de res cultivada en laboratorio. Libre de crueldad animal. Segura. Saludable. Ecológica”.

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