La inteligencia artificial irrumpe como aliada estratégica para modernizar la cadena agroalimentaria, afrontar el cambio climático y mejorar la competitividad sin dejar a nadie atrás.

España | Todo El Campo | En el mundo entero, la cadena agroalimentaria atraviesa un contexto difícil, que en términos generales puede reducirse a la complejidad del mundo rural y urbano, los nuevos hábitos de consumo, deerminadas políticas, las crisis climáticas, los megaincendios y la pérdida de biodiversidad.

A lo anterior se suma el despoblamiento rural -que también es un fenómento global- y la transición a un mundo que busca ser cada vez más verde y digital.

Todo eso obliga a construir una cadena agroalimentaria que funcione para consumidores, productores y también, para el medio ambiente. Es lo que se denomina una cadena agroalimentaria sostenible.

LA DIGITALIZACIÓN Y LA IA COMO PODEROSA HERRAMIENTA.

Por todas esas razones o causas, la digitalización no es opcional y es la propia cadena agroalimentaria la que necesita un importante proceso de digitalización: la irrupción de sensores, internet de las cosas, big data y datos abiertos permite avanzar hacia alimentos sanos y seguros, mayor eficiencia energética y reducción de residuos.

La tecnología digital tiene mucho para aportar con una creciente y sorprendente capacidad para analizar datos, reconocer patrones y utilizarlos para tomar mejores decisiones y desarrollar capacidades predictivas.

La inteligencia artificial (IA) es una poderosa herramienta para hacer frente a la creciente complejidad en la agricultura moderna.

La recopilación intensiva de datos allana el camino para que agricultores o ganaderos y demás actores de la cadena agroalimentaria adopten la IA como práctica cotidiana, y los algoritmos permiten analizar grandes cantidades de datos de muchos sensores para descubrir interacciones.

Pero, igualmente, hay que tener en cuenta los riesgos potenciales exigentes.

Desde Bruselas -la llamada capital de la Unión Europea- insiste en que la IA puede cambiar nuestras vidas. Advierte en su Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial que la IA se está desarrollando rápido y que pronto mejorará la eficiencia de la agricultura, y contribuirá a la mitigación del cambio climático.

El Plan Coordinado de Inteligencia Artificial de la UE prevé inversiones de 20.000 millones de euros al año para eliminar la fragmentación y garantizar una IA segura e inclusiva. Sin embargo, la clave no es gastar más, sino invertir mejor. Además, su uso, como se ha comentado anteriormente, exige responsabilidad: es necesario identificar y validar fuentes y así cultivar conocimiento con nueva información.

DE LOS DATOS A LA TOMA DE DECISIONES.

El mayor cambio que puede aportar la IA no reside en los robots más llamativos, sino en la capacidad de analizar datos inteligentemente, reconocer patrones triviales y no triviales y usarlos para tomar mejores decisiones y desarrollar capacidades predictivas.

Esta afirmación es clave: la IA no sustituye al agricultor, sino que amplifica su conocimiento. Un ejemplo es el control de riego de precisión, que combina sensores instalados en las plantas, agentes inteligentes, datos meteorológicos y análisis de mercado, por ejemplo, para ajustar el riego en tiempo real. Estas prácticas reducen el consumo de agua y energía, y optimizan la calidad de la cosecha.

La sensorización y la teledetección espacial, con satélites como los Sentinel I, II, III y V, drones de ala fija, multirrotores o pseudo satélites, permiten monitorizar cultivos y ganado a diversas altitudes. Estas plataformas generan datos que se integran en los espacios de datos agrícolas y alimentan algoritmos de IA capaces de detectar plagas tempranas, estimar rendimientos y optimizar rutas logísticas.

La complementariedad e interacción entre satélites, drones y sensores de campo, junto con la observación del clima, ofrece un sistema de vigilancia integral que soporta la toma de decisiones a escala local y global.

Otro campo prometedor son los gemelos digitales: modelos virtuales que reproducen el comportamiento de una explotación o de la cadena logística. Se han utilizado en la cadena de transporte de productos hortícolas frescos para anticipar condiciones y prevenir pérdidas, y permiten probar cambios sin riesgo.

La IA también impulsa la robotización en la cadena agroalimentaria: tractores autónomos que realizan labores repetitivas, drones que monitorizan cultivos, y robots que recolectan fruta sin dañarla. Estas tecnologías pueden liberar mano de obra para tareas de mayor valor y mejoran el bienestar laboral.

La irrupción de la IA generativa añade nuevas posibilidades. Esta clase de modelos puede crear ideas y contenidos nuevos, desde conversaciones hasta imágenes o música. Utiliza modelos básicos que se adaptan a tareas específicas con pocos datos de ejemplo. En el sector, por ejemplo, esto permite generar simulaciones de crecimiento de cultivos, diseñar etiquetas más atractivas o incluso sugerir recetas fitosanitarias basadas en stock disponible.

Pero la IA no solo mejora la producción. Puede ayudar a comunicar con los consumidores y a reforzar la confianza. Herramientas de trazabilidad basadas en blockchain y análisis de sentimiento permiten mostrar el origen del producto, la huella de carbono y las prácticas de bienestar animal. Esto genera valor añadido y permite diferenciarse en mercados saturados. De este modo, la experiencia del consumidor se convierte en un activo estratégico.

HERRAMIENTA PODEROSA, PERO CON CAUTELA.

Aunque la IA puede ser un catalizador, no hay que perder de vista los retos. La tecnología debe implantarse gradualmente: empieza con herramientas muy útiles y escala.

Muchas explotaciones familiares temen quedar rezagadas frente a grandes productores. Para evitarlo, se requieren políticas públicas que faciliten el acceso a la conectividad, subvenciones para sensores y drones, y programas de alfabetización digital y formación continua para agricultores y ganaderos.

Las cooperativas y organizaciones profesionales pueden desempeñar un papel clave agregando datos de sus socios y negociando con proveedores de tecnología para asegurar precios justos y evitar dependencia de plataformas privadas.

Además, hay que abordar la brecha digital entre territorios. Sin cobertura de banda ancha, la IA no despegará. La inversión en 5G rural y satélites de órbita baja se vuelve imprescindible.

También resulta crítico desarrollar legislación que asegure la soberanía y la privacidad de los datos y que evite que unas pocas multinacionales controlen la información.

Autor Jesús Regodón Ruiz, cuyos artículos se pueden seguir aquí: Publicaciones de Jesús Regodón Ruiz

En base a artículo de Plataforma Tierra de Fundación Grupo Cajamar.

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