Habrá que ser más críticos -mucho más críticos- con lo que vemos en internet, y enseñar a los más jóvenes a no tomarse como cierto lo que el influencer de moda diga. Ese es un gran desafío para padres y educadores.

Montevideo | Todo El Campo | En esta cosa loca que tiene la modernidad con sus tecnologías y las redes sociales que dan voz a cualquiera y cualquiera con un poco de carisma es seguido por miles de personas aunque diga cosas sin fundamento, en tanto los científicos o profesionales de cualquier actividad pueden ser no escuchados o incluso ignorados, mientras tanto, a nivel global advierten que influencers (esa nueva especialidad que mueve y motiva a millones de personas) cobran por promocionar alimentos que hacen mal.

Así es. Aunque parezca imposible de que eso pudiera suceder ya que estamos en un mundo en donde hasta ahora venía triunfando (o eso creíamos) la conciencia de una dieta sana, surgen estos protagonistas de redes sociales para tirarlo todo por tierra y comenzar a promover el consumo de bebidas gaseosas y alimentos ultraprocesados a cambio de pagos de las compañías que los fabrican.

Un informe de la revista española Cambio 16 advierte que “nutricionistas populares” estadounidenses y canadienses, con millones de seguidores en TikTok e Instagram, “han recibido pagos por publicar videos invitando al consumo de refrescos dietéticos, alimentos procesados con altos niveles de azúcar y otros suplementos alimenticios que los especialistas cuestionan por los posibles daños a la salud de los consumidores”.

“Lo grave no solo es llamar al consumo, sino que restan importancia a las advertencias de estudios serios que advierten sobre los daños a la salud que pueden aparecer si se incluyen estos alimentos a la dieta diaria”, dice el artículo.

Además no aclaran ni dicen que sus consejos son pagos por las empresas que elaboran esos alimentos o bebidas, convirtiéndose en “publicidad encubierta que envía mensajes falsos sobre el peligro que representan estos productos”, según un análisis de The Washington Post y The Examination que cita Cambio 16.

Si eso ya es grave, más lo es que las compañías que están detrás de los mensajes de los influencer reconocieron pagar con el fin de aumentar las ventas y “sembrar otras ideas”. O sea que aceptan la realización de campañas que confunden a la población.

Y más aún: los influencers contratados no son ajenos a la salud, sin que se han posicionado por estar dentro del rango de “influencers de la alimentación saludable” con lo cual el engaño se hace aún mayor.

“El monitoreo de The Washington Post y The Examination concluyó que de 68 influencers de la alimentación sana con 10.000 seguidores o más en las redes sociales, como TikTok o Instagram, aproximadamente la mitad promociona alimentos, bebidas o suplementos alimenticios entre sus seguidores combinados”, dice la publicación española.

ALGUNOS EJEMPLOS.

El artículo pone el ejemplo del aspartamo: “Cuando la Organización Mundial de la Salud hizo públicas varias interrogantes sobre los riesgos de un popular edulcorante llamado ‘aspartame’, un número significativo de hashtag comenzaron a circular en las de redes sociales de muchos influencers de la alimentación sana: #safetyofaspartame (#aspartamoseguro).

La nutricionista de Oakton, Virgina (EE.UU.) Steph Grasso usó el hashtag y les dijo a sus más de dos millones de seguidores en TikTok que las advertencias de la OMS sobre los edulcorantes artificiales eran un “cebo de clics” basado en “ciencia de baja calidad”.

Cara Harbstreet, otra dietista pero de Kansas City (EE.UU.), aseguró a sus seguidores de Instagram que no se preocuparan por los “titulares que infunden miedo” porque hay suficiente evidencia que descarta que su consumo sea un motivo de preocupación para la salud.

Mary Ellen Phipps, nutricionista de Houston (EE.UU.), especializada en el cuidado de la diabetes, tomó un sorbo de un vaso de refresco dietético y les dijo a sus espectadores de Instagram que los edulcorantes artificiales “satisfacen el deseo de dulzura” sin afectar los niveles de azúcar en sangre o insulina.

En ningún momento se informó sobre el pago del grupo American Beverge para que realicen esa publicidad disfrazada en un posteo más, entre otros seguramente hechos con sinceridad y sin interés económico de ningún tipo.

Si hasta aquí todo ha sido muy grave, la realidad se empaña más si consideramos que el público objetivo son los más jóvenes, adolescentes, la llamada Generación Z y padres milenials acostumbrados a encontrar noticias y consejos de salud en las redes sociales.

LA OTRA PARTE.

En su defensa American Beverage dijo que los nutricionistas informaron adecuadamente sus relaciones con la asociación comercial al marcar las publicaciones como asociaciones pagadas o incluir el hashtag #safetyofaspartame o el sitio web safetyofaspartame.com.

También argumentaron que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos y otras autoridades sanitarias habían asegurado que el aspartamo era seguro y expresaban su desacuerdo con las advertencias de la OMS.

Como sea, desde ahora habrá que ser más críticos con lo que vemos en internet y enseñar a los más jóvenes a no tomarse como cierto lo que el influencer de moda diga.

LOS LÍMITES ÉTICOS.

La pregunta es dónde queda la ética de los profesionales.

El código de ética de la Academia de Nutrición y Dietética dice que los dietistas deben revelar los conflictos de intereses y evitar “aceptar obsequios o servicios que potencialmente influyan o que puedan dar la apariencia de influir en el juicio profesional”.

Cambio 16 cita a Lauri Wright, presidenta de la Academia, que dijo se educa a sus miembros “para que sepan hasta dónde pueden llegar en materia de acuerdos con grandes compañías de alimentos. Es esa línea y cómo no cruzarla”.

Quienes crucen la línea ética podrán ser sancionados, incluso anulando la licencia, pero antes de actuar debe recibir una queja o denuncia, y eso no ha pasado, agregó Wright.

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