Para la bichera, las enfermedades podales, el ataque de perros, el abigeato, en fin, para todo lo que muchas veces se maneja como causa de que el ovino esté en su piso histórico, hay soluciones o paliativos reales y la demostración es que esos factores no han sido impedimentos para que existan casos exitosos, que sin dudas los hay.

Ing. Agr. Gianni Bianchi* | Montevideo | Todo El Campo | La oveja es, desde hace un tiempo, una opción atractiva solo para los productores del basalto, en particular de basalto superficial, y para los de pequeña escala que tienen más dificultades para capitalizarse con vacunos.

En el basalto superficial la competencia con otras alternativas productivas prácticamente no existe y no hay nada más económicamente conveniente que producir lana y carne ovina como subproducto. Si se elige correctamente el recurso genético (solo Merino), se apunta bien en la genética de los carneros (usado DEP), se hace OFDA para selección de reemplazos, se esquila con grifa verde y se certifica el producto, el éxito está garantizado. La carne suele ser un subproducto porque en general no se venden corderos, sino borregos de 2 a 4 dientes luego de cosechar los vellones más finos y por ende de mayor valor.

Dadas las características de la carne ovina que demanda la industria y el escaso diferencial de precio que propone entre corderos precoces y borregos, el solo paso del tiempo y alguna primaverita buena permiten que los borregos cumplan las exigencias de peso y terminación para faena haciendo que el negocio camine bien.

Los productores chicos, por su lado, suelen presentar problemas de escala y de capital. En ese escenario la oveja, pensando en la producción de carne y, acá sí, buscando la mayor eficiencia posible es una excelente alternativa adicional que se integra muy bien con otros rubros y se adapta a la mano de obra familiar. De todas formas, hay que pensar qué hacer con la lana o de lo contrario evaluar seriamente qué razas deslanadas valdría la pena incorporar al país y de dónde traerlas.

¿Qué pasa con el resto de los productores medianos y grandes y con los sistemas fuera del basalto superficial? Si nos remitimos a las estadísticas y comparamos qué ocurría en esos sistemas 30 años atrás, la oveja prácticamente ha desaparecido.

¿Qué cambió para que dejara de ser una opción interesante? Básicamente que, en forma paulatina, pero a partir de las últimas 3-4 zafras drásticamente, la lana que producían las ovejas que no eran Merino, pasó de tener un valor interesante a no valer prácticamente nada. Por su parte, la carne que en estos sistemas podría estar llamada a jugar un papel preponderante, requiere, a diferencia de la producción de lana, más inversión tecnológica, por la sencilla razón que involucra dos procesos mucho más demandantes del ambiente y de la gestión del hombre, como son la reproducción y el crecimiento.

Lo anterior para nada pretende disminuir la actividad de los sistemas laneros de lanas finas que hacen las cosas bien, al revés. Cierto es, como ya fue dicho, que se benefician de un sistema de comercialización de carne ovina que prácticamente no discrimina entre un cordero cortando los dos dientes, un cordero precoz o un borrego de dos o cuatro dientes.

En el resto de los sistemas donde había ovejas de lanas medias (tirando a gruesas) en la década de los 90, el ingreso del rubro hoy es prácticamente solo por carne. Pero como mayoritariamente los niveles de señalada no se han modificado sustancialmente, se produce un número relativamente bajo de corderos por año, a lo que se agregan condiciones nutricionales y de manejo que no son las adecuadas para potenciar el ingreso y mejorar el resultado económico.

Es en estas situaciones donde surgen nítidamente las ventajas de otros rubros que, en estas zonas, a diferencia del basalto superficial, aparecen como alternativas atractivas y reales: agricultura, ganadería de carne o leche, forestación.

Con el agregado de que también es aquí donde las debilidades del ovino se hacen más palpables (más trabajo, más riesgo por abigeato y ataque de perros, dificultad de mantenerlos en el potrero asignado, etc.). Por ello, las innegables fortalezas de la producción ovina moderna (rápido retorno del capital invertido, alto techo productivo a un relativo bajo costo, sinergismo con la agricultura y eficiencia en el uso de pasturas, etc.) pasan casi desapercibidas.

Esto sucede ya sea porque no se implementa la tecnología que permitiría poner en evidencia las fortalezas señaladas o, lo que es peor, porque quienes hacen muy bien los deberes y señalan 150% (igual que en Nueva Zelanda) suelen encontrarse de manera sistemática no solo con la no diferenciación en el precio por entregar un cordero pesado y precoz (similar al que producen Australia o Nueva Zelanda), sino que, además, en no pocas ocasiones se encuentran con los famosos “trancazos” de la industria. La señal recibida es pésima, su reiteración desanima y empuja a estos productores de punta a abandonar el rubro.

Para la bichera, las enfermedades podales, el ataque de perros, el abigeato, en fin, para todo lo que muchas veces se maneja como causa de que el ovino esté en su piso histórico, hay soluciones o paliativos reales y la demostración es que esos factores no han sido impedimentos para que existan casos exitosos, que sin dudas los hay.

En el área de capacitación hay todavía un largo camino a recorrer a todo nivel. La generación local de conocimientos no podría estar ajena a cualquier proceso de desarrollo serio y a largo plazo que se implemente y en ese sentido, lamentablemente, se retrocedió habida cuenta del desmantelamiento de los equipos de investigación sufrido en la Eemac de la Facultad de Agronomía y en el SUL.

Por supuesto, que la transferencia y adopción también deben ser contempladas y ahí le caben las generalidades de la ley a las instituciones que se dedican a ello en el ámbito nacional y que por distintas razones no han logrado revertir la situación actual. Los problemas para afuera de la portera del productor escapan al sector primario y también a los técnicos, pero claramente son un desaliento para aquellos que todavía apuestan a la oveja, pero no ven plasmado el trabajo y la inversión al momento de vender sus corderos, pese a que en el mundo la demanda y los valores de la carne ovina siguen siendo muy buenos.

(*) Artículo original publicado en El País.

Pin It on Pinterest

Compartir

Comparte este contenido en tus redes sociales!