Ing. Agr. Baethgen: “El mundo cambió, exige cosas que antes no exigía, hay oportunidades nuevas y se están penalizando globalmente cosas que antes no se penalizaban”, como los asuntos ambientales.

Hébert Dell’Onte | El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) realizó la jornada “¿Cómo medir el desempeño ambiental en el agro?”, evento del que participaron destacados técnicos y referentes de diversas instituciones.

La actividad se desarrolló en el marco del ciclo de jornadas destacadas 2022, y tuvo como lugar de realización, de forma presencial, INIA Las Brujas, y también contó con una trasmisión en vivo por el canal de YouTube de INIA.

Al comenzar la jornada, el director nacional de INIA, Jorge Sawchik, dio la bienvenida y dijo que los indicadores han sido trabajados y estudiados por diferentes instituciones del país y a lo largo de los años, sin embargo “en los últimos años tomó mayor relevancia por la genuina preocupación de los sistemas de producción y sus potenciales impactos positivos o negativos en el medio ambiente, pero también por las oportunidades o las no oportunidades que puede tener el sector agropecuario en función del desempeño de los mismos”.

Para INIA este tipo de talleres son muy importantes porque se trata de una institución que debe brindar información al sector privado y a los tomadores de decisiones públicas, destacó.

Agregó que “la mira tiene que estar puesta en definir indicadores a diferentes escalas, prediales y regionales, para diferentes sistemas de producción” que “podamos utilizar como línea de referencia y poder demostrar si nuestros sistemas van en el sentido correcto o en el contrario”.

WALTER BAETHGEN: “EL MUNDO EXIGE COSAS”.

El Ing. Agr. Walter Baethgen, vicepresidente de INIA, fue el primer expositor, y se refirió a todo lo que el mundo ha cambiado, con consumidores que cada vez exigen más.

Dijo que “hasta hace poco los únicos indicadores que nos interesaban eran los económicos, pero empezaron a aparecer otros factores, porque nos dimos cuenta que la manera en que se producían alimentos en el mundo no era sostenible, se estaban agotando las reservas de agua, se contaminaban los cursos de agua, había emisiones de gases de efecto invernadero”.

En Uruguay se empezó a considerar “como dimensión ambiental el tema de la erosión del suelo, y ahí se comenzó a pensar en rotación de cultivos, sistema de laboreo, siembra directa. Y lo más interesante que hace que Uruguay sea otra vez un ejemplo para el mundo, es que se creó una ley de suelos que establece que el productor, sea propietario o arrendatarios no puede hacer cualquier cosa. Cuando se plantea un sistema de producción hay que plantear una rotación en la que hay un máximo de pérdida de suelo, y eso filosóficamente va contra todo el concepto liberal por el cual cada uno es dueño de su campo y ahí cada un hace lo que cree más conveniente, pero el concepto filosófico fuertísimo es que cada cual es dueño de su campo, pero el suelo es un bien público y como tal el Estado tiene un rol que cumplir”.

Esa ley requirió que durante los dos años previos a su promulgación, se hiciera una campaña de información, y “los conceptos básicos se fueron transmitiendo y hoy nadie cuestiona esa norma”.

Otro aspecto interesante resaltado por Baethgen es que también “hubo un acuerdo científico sobre cómo medir la pérdida de suelo esperada, y qué indicador usar. La comunidad científica planteó un modelo” y hoy en el taller se sigue discutiendo “desde el punto de vista científico cuales son los mejores indicadores de diferentes dimensiones de la producción sostenible, que es fundamental”.

Pero luego de eso hay que educar, discutir, explicar por qué medimos lo que medimos, y llegar a un acuerdo de políticas públicas, porque ya sabemos que al producir alteramos el medio ambiente, lo que hay que definir es cuánto de ese cambio es tolerable”.

HAY QUE PRESTAR ATENCIÓN A LOS CONSUMIDORES.

Resaltó que actualmente “los consumidores de cualquier bien están dando importancia a cosas que mi generación no le daba”, y puso el ejemplo de sus hijas: “Hay marcas de ropa que mis hijas no compran porque en su fabricación emplean mano de obra infantil en Bangladesh”.

Otro ejemplo es que “los europeos acaban de decir que no van a comprar carne que provengan de sistemas deforestados, aunque en el país donde se produce esa carne sea legalmente deforestado”.

Es por esos cambios y esas exigencias impuestas por el consumidor que “cualquier empresa en el mundo tiene una división que se llama responsabilidad corporativa o ESG que son las siglas en ingles de factores ambientales, sociales y gobernanza”.

No obstante, la importancia ambiental va más allá de la producción, de la fabricación y de lo empresarial, llega a lo financiero donde está “lo más nuevo” y en eso Uruguay “hizo algo histórico, emitió un bono soberano que no está atado a la estabilidad macroeconómica, o sea que la tasa de interés que va a pagar Uruguay no dependerá de la estabilidad macroeconómica que es lo típico, sino de si Uruguay está cumpliendo con los acuerdos que asumió. O sea que la tasa es directamente proporcional a su desempeño ambiental”.

GREENWASHING, EL RIESGO QUE URUGUAY NO PUEDE CORRER.

Baethgen advirtió que Uruguay no puede caer en el greenwashing que es una práctica que simula o aparente ser de cuidado ambiental sin serlo. “Es como decir ‘mirá que linda mi empresa, tengo estos vasos reciclables, etc., pero cuando el usuario se da cuenta que eso es un verso, que un marketing vacío, el efecto es peor que si no hubiera hecho nada”.

Ese es uno de los “riesgos” que corre Uruguay. “Como productores y exportadores de alimentos tenemos una cantidad de oportunidades para mostrar que acá las cosas se hacen bien, pero lo peor que le puede pasar a Uruguay es certificar cosas que parezcan greenwashing, que no tienen sustento científico, porque eso termina jugando en contra y el efecto es mucho peor que no hacer nada”.

Acceda a todo el evento de INIA en el video que se publica a continuación.

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