“La guerra también está elevando los precios de la energía, que tienen efectos indirectos en las cadenas de suministro de alimentos a través del aumento de las facturas de energía y el aumento de los precios de los fertilizantes”.

Hébert Dell’Onte | Pedro Levi y Gergely Molnar son dos analistas energéticos de la Agencia Internacional de Energía. Hace algunas semanas elaboraron un análisis en el explican cómo las dificultades energéticas afectan la agricultura en todo el mundo, mucho más en un contexto tan volátil, de tanto conflicto e incertidumbre.

Aunque la guerra parece ser una especie de muletilla a la que todos acuden para explicar muchas de las cosas que pasan en el mundo, lo cierto es que hasta ahora la humanidad nunca explicitó tan certera y gravemente la importancia estratégica del este europeo en materia energética. Y no es una muletilla, la misma guerra desarrollada en otro punto del planeta, seguramente no habría desencadenado tantas consecuencias simultáneas impactando en todo el mundo.

En análisis de Levi y Molnar nos explica, por ejemplo, que “el amoníaco se fabrica casi exclusivamente a partir de gas natural, consumiendo alrededor de 170.000 millones de metros cúbicos”. Así dicho puede no ser significativo para quienes ignoran que el amoníaco es el “punto de partida para todos los fertilizantes minerales nitrogenados”, además de que “la mitad del amoníaco se convierte en urea, el producto fertilizante nitrogenado más común utilizado en todo el mundo”.

LA GUERRA PUSO EN RELIEVE EL VÍNCULO ENTRE ENERGÍA Y ALIMENTOS.

“La invasión rusa de Ucrania se ha sumado a la creciente tensión en las cadenas de suministro de alimentos. Los dos países son importantes exportadores de alimentos (juntos representan casi el 30% de las exportaciones mundiales de trigo) y desempeñan un papel clave en el suministro mundial de fertilizantes. El bloqueo de Rusia de los puertos del mar Negro ha interrumpido las exportaciones de alimentos y otros productos básicos de Ucrania, mientras que la agresión militar más amplia está poniendo en riesgo la cosecha de este año”, escribieron.

Asimismo, “la guerra también está elevando los precios de la energía, que tienen efectos indirectos en las cadenas de suministro de alimentos a través del aumento de las facturas de energía y el aumento de los precios de los fertilizantes”.

“Las cadenas de suministro y los mercados interconectados a nivel mundial para los alimentos y los insumos asociados (agroquímicos, fertilizantes, combustible, piensos, capital y mano de obra) significan que las interrupciones aparentemente pequeñas del suministro en una región o sector pueden tener consecuencias nefastas en otra”.

La AIE detalló cuánto crecieron los productos alimenticios básico entre 2020 y 2022. Por ejemplo, desde mayo 2020, el trigo tuvo una variación al alza del 210%; el aceite de girasol, 182%; aceite de colza, 177%; maíz, 140%; harina de soja, 56%.

LA CRISIS DE SUMINISTRO DE ALIMENTOS QUE SE ESTÁ DESARROLLANDO PONE DE RELIEVE LA NATURALEZA INTERCONECTADA DE LA ENERGÍA Y LA SEGURIDAD DEL SUMINISTRO DE ALIMENTOS.

El informe agrega que las industrias del agro como de la alimentación “usan la energía para diversos fines”, por ejemplo “electricidad para el riego automatizado de agua, el consumo de combustible para maquinaria agrícola y la energía requerida en varias etapas del procesamiento, envasado, transporte y distribución de alimentos”.

Además, “el uso de pesticidas y fertilizantes minerales resulta en grandes cantidades de consumo indirecto de energía, y estos insumos son altamente intensivos en energía para su fabricación”.

Aunque hay varios factores que pueden “variar considerablemente” por varias razones (dependiendo de factores como las condiciones climáticas y los tipos de cultivos), en países avanzados como Estados Unidos, “los costos directos y no directos de la energía pueden representar del 40% al 50% de los costos variables totales de los cultivos”. O sea que “los precios más altos de la energía y los fertilizantes se traducen inevitablemente en mayores costos de producción y, en última instancia, en precios más altos de los alimentos”.

“La crisis de suministro de alimentos que se está desarrollando pone de relieve la naturaleza interconectada de la energía y la seguridad del suministro de alimentos”.

CON SU GRAN DEPENDENCIA DE LA ENERGÍA, LOS FERTILIZANTES SE HAN VUELTO MUCHO MÁS COSTOSOS.

El análisis destaca la preponderancia de la energía en la fabricación de fertilizantes. Explica la importancia del amoníaco como “punto de partida para todos los fertilizantes minerales nitrogenados”, además de que “la mitad del amoníaco se convierte en urea, el producto fertilizante nitrogenado más común utilizado en todo el mundo”.

El asunto es que “el amoníaco se fabrica casi exclusivamente a partir de gas natural, consumiendo alrededor de 170.000 millones de metros cúbicos (4% del consumo mundial de gas). La excepción es China, donde la producción de amoníaco se basa principalmente en el carbón”.

Las subas de precios que han tenido los fertilizantes se explican en buena parte por los precios de la energía, en particular en el caso de los abonos nitrogenados. “El gas natural a menudo representa del 70% al 80% de los costos operativos de producción de amoníaco y urea, lo que resulta en una estrecha correlación de precios. En los últimos meses, las plantas de fertilizantes nitrogenados han anunciado cierres temporales por la espiral de costos, principalmente del gas natural”.

Es que el precio del gas natural aumentó “fuertemente”, alcanzando “récords históricos en el primer trimestre de este año tras la invasión rusa de Ucrania”.

LA ESCASEZ DE SUMINISTRO DE FERTILIZANTES TENDRÁ UN IMPACTO DESPROPORCIONADO EN LOS MERCADOS DEPENDIENTES DE LAS IMPORTACIONES.

Dos tercios de la producción mundial de amoníaco se concentra en China, la Unión Europea, Estados Unidos, India y Rusia, siendo Rusia el principal productor exportador. La UE, Estados Unidos e India son importantes importadores netos, a pesar de que la UE exporta parte de su producción. China es, de lejos, el mayor productor a nivel mundial y es en gran medida autosuficiente.

En el caso de la urea, los principales consumidores dependen de las importaciones. “India, importa un 30% de la urea que utiliza, y Brasil cerca del 100%; y son muchos los países africanos también importan porcentajes muy altos de su consumo de urea, incluso si las cantidades son pequeñas en términos absolutos”.

Si falta o falla el suministro, o si se disparan los precios, esas regiones van a ser las que sufrirán más los efectos.

El Grupo de Respuesta a la Crisis Mundial de las Naciones Unidas, advirtió que “la distorsión actual de los mercados de alimentos y fertilizantes está afectando de manera más aguda a los cultivos de trigo y aceite vegetal, y África será la más afectada por los impactos este verano. Si la baja disponibilidad y los altos precios de los fertilizantes persisten en la próxima temporada de siembra, el alimento básico más consumido del mundo, el arroz, será el próximo cultivo importante en enfrentar la presión, afectando a miles de millones de personas más en Asia y las Américas”.

LOS GOBIERNOS Y LAS DISCUSIONES INTERNACIONALES DEBEN TENER EN CUENTA EL NEXO ENTRE ENERGÍA Y ALIMENTOS.

Levi y Molnar finalizan preguntándose qué pueden hacer los gobiernos frente a la situación presentada y plantea “respuestas a corto plazo”, algunas de las cuales se mencionan a continuación: “Eliminación gradual de las restricciones comerciales a los fertilizantes puede ayudar a reducir las tensiones en los mercados de alimentos”.

“Incentivar y permitir que los productores de alimentos aumenten la eficiencia del uso de nutrientes” incorporando las “4R” de la administración de nutrientes: “Aplicar la fuente de fertilizante correcta, al ritmo correcto, en el momento correcto, en el lugar correcto”.

“Aliviar la presión sobre los mercados de gas natural y petróleo mediante la adopción de medidas a corto plazo para reducir la demanda”. En ese sentid, “la AIE proporcionó una serie de recomendaciones para que los responsables políticos reduzcan rápidamente la demanda de gas natural y petróleo. Estas medidas pueden ayudar a aliviar las tensiones en los mercados de la energía y reducir los precios, reduciendo así algunos de los impactos en los mercados de fertilizantes y alimentos”.

A medio plazo, proponen: “Las subvenciones y las transferencias diseñarse de tal manera que puedan sostenerse más allá de los próximos meses, en caso de que sean necesarias”.

“Reemplazar el uso de combustibles fósiles en la cadena de suministro de alimentos con fuentes de energía seguras y sostenibles” incluyendo en eso “la descarbonización de la producción de amoníaco puede tener el doble beneficio de reducir tanto el CO2 las emisiones de la producción de fertilizantes y también la dependencia de la industria del gas natural de Rusia y otros lugares. La reducción del uso de combustibles fósiles en otras partes de la cadena de suministro de alimentos, en particular el equipo agrícola, el flete y el embalaje, presenta oportunidades similares”.

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