Uruguay debe asumir que la “inestabilidad argentina se ha vuelto algo más estructural que coyuntural, más bien la regla y no la excepción”, y actuar en consecuencia.

Hébert Dell’Onte | Argentina tiembla, sus estructuras crujen y Uruguay ahí al lado, con un río ancho que se pone en el medio como barrera para que el cimbronazo no nos sacuda.

En lo tanto que somos iguales, afortunadamente no es así en términos políticos o económicos, y las tormentas que rompen la estabilidad argentina no nos llegan con la severidad que podrían, es que ya no es correcto aquel dicho “cuando Argentina estornuda, Uruguay se resfría”.

El último Boletín Macroeconómico del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) -Nr. 34, publicado el martes 19 de julio- llegó a la mesa de trabajo de Todo El Campo para poner luz en un tema sobre el cual todos nos preguntamos y muchos miramos con aprensión: ¿Hasta qué punto somos inmunes frente a lo que sucede en casa de nuestros vecinos?

El boletín, titulado “La situación económica en Argentina: Impactos en Uruguay y enfoque de la política pública” comienza con un resumen de puntos o consideraciones claves. El primero nos da tranquilidad: “Argentina ha perdido incidencia como destino de las exportaciones uruguayas y origen de las importaciones desde el vecino país”.

Más adelante menciona nuestro punto débil, el turismo: “Dos de cada tres dólares que ingresan al país por concepto de turismo provienen desde Argentina”, una situación instalada y afirmada desde hace décadas. Turísticamente somos dependientes de Argentina y por más que se realizan campañas internacionales para mostrar a Uruguay como destino, seguimos atados a nuestros vecinos.

El CED destaca “la diferencia de precios relativos con Argentina” que ahora “es la más grande de los últimos 20 años”. Y advierte que es un “fenómeno que comienza a ser más estructural que coyuntural”.

A su vez “Uruguay importa ‘deflación en dólares’ desde Argentina vía menor demanda de bienes y menor demanda de turismo; con potencial efecto negativo sobre el sector industrial no agrícola y el sector turístico”.

Mientras Argentina “se vuelve más ‘barata’ en terceros mercados en los que compite con exportaciones uruguayas”, se da la situación de que las políticas del Gobierno de Alberto Fernández restringen sus exportaciones, lo que nos favorece.

Pero “aumentan los incentivos de los uruguayos para comprar y adquirir servicios en el vecino país, con afectación directa e inmediata para el turismo local y el comercio fronterizo”.

LA REALIDAD ARGENTINA.

El CED aporta datos claves para conocer la realidad de nuestros vecinos: “Una economía estancada hace más de una década”, y complementa: “Desde 2011 la economía argentina incursionó en un proceso de sucesivos y acotados ciclos de expansión recesión”, luego de los cuales “comenzó un largo período recesivo caracterizado por las crisis financieras de 2018 y 2019 y la pandemia de 2020”.

Con ese panorama el Banco Central de la República Argentina señaló que las expectativas para 2022 son de un crecimiento de 3,2%, pero con una baja base del año 2021.

Por otra parte, la “inflación sin control” que se explica por la “monetización del déficit fiscal” debido a la “falta de acceso a mercados internacionales” y para poder enfrentar el desequilibrio fiscal se emite.

Otros datos impactantes son que “en el año móvil cerrado a junio, la inflación alcanzó su nivel más alto desde 1992 (64%)”; y “la brecha cambiaria alcanzó máximos históricos en los últimos días, lo que se traduce en mayores expectativas de devaluación futura del tipo de cambio oficial y por ende mayores expectativas de aceleración inflacionaria”.

¿DÓNDE NOS GOLPEA LA INESTABILIDAD ARGENTINA?

Qué impacto tiene la realidad argentina en Uruguay es lo que todos nos preguntamos y miramos con cuidado. El boletín del CED señala que “la compleja realidad del vecino país tiene impactos asimétricos en Uruguay”.

Uruguay “logró cierto desacople”, pero hay que “recordar que la recurrente inestabilidad del vecino país no es un factor positivo ni mucho menos”, y es “relevante comenzar a internalizar que dicha inestabilidad argentina se ha vuelto algo más estructural que coyuntural, más bien la regla y no la excepción”.

Son cuatro, por lo menos, los “canales de impacto desde el punto de vista real”: 1) el comercio de bienes, 2) el turismo, 3) la diferencia cambiaria y 4) el comercio de frontera incluido el contrabando.

¿QUÉ PUEDE HACER URUGUAY?

En la última parte del boletín el CED analiza las respuestas que puede dar Uruguay desde lo público “en la micro y no en la macro” política, comenzando por “un enfoque más de fondo y largo plazo en lugar de medidas puntuales de la coyuntura”.

Agrega que “poco sentido tendría subordinar la política monetaria-cambiaria a mitigar diferencias cambiarias con la región y/o eventuales problemas de competitividad del sector no agroindustrial. En este sentido, Uruguay debería comenzar a experimentar cambios a nivel microeconómico (y no macro)”.

La dirección de esos cambios va por la promoción de “una mayor competencia en sectores no transables y productos importados para permitir reducciones permanentes (aunque por única vez) del nivel de precios de la economía (no la inflación)”.

Segundo, elaborar nuevas estrategias para “captar turismo” de otros países y otra región sin descuidar el turismo interno que necesita incentivos.

Y tercero, “trabajar sobre los costos locales que impactan en la ecuación de costos de las industrias no agrícolas, promover su diversificación exportadora y eventualmente reconocer su dificultad en contextos de ausencia de ventajas competitivas con otros países trabajando en la recapacitación de sus trabajadores”.

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