Contamos con una materia prima noble que nos ofrece una variabilidad amplia, sin contaminar el medio ambiente, enriqueciéndolo y cuidándolo, pero no le damos la importancia que se merece.

Hébert Dell’Onte | ¿Hay algún producto más noble con el ser humano y la naturaleza que la lana? Podrá haber similares, pero más nobles sin duda que no. Sin embargo en el mundo y en nuestra sociedad de país agropecuario y con importante potencial de desarrollo ovino existe un gran desconocimiento de las virtudes de esta materia prima fundamental que ofrece una variedad de usos, todos sin contaminar ni dañar el medio ambiente.

Sólo por mencionar sus características fundamentales cabe señalar que la lana es cien por ciento biodegradable por lo que no contamina tierra, ríos, mares ni océanos; también es isotérmica por lo cual sirve para prendas de invierno como de verano, ignífuga e impermeable manteniendo un rol aislante frente al fuego como el agua.

A su vez es un producto resistente lo que facilita su uso en la industria textil; es elástica y flexible lo que le permite adoptar cualquier forma sin romperse; posee la cualidad de poder absorber humedad en una cantidad considerable; y bactericida en cuanto que repele bacterias y hongos.

Nos da la posibilidad de usarla en aplicaciones complejas como limpiar el mar ante derrames de aceites o petróleo en un volumen doce veces superior a su masa.

Otra opción es que puede suplantar el plástico gracias a la queratina que posee.

Ante todos esos usos, cuál de todos más importante, ¿por qué entonces limitar la lana a alfombras y prendas de vestir de alto valor? Parece claro que los seres humanos nos estamos perdiendo de una materia prima clave en un momento en que el mundo camina hacia lo natural, y una naturaleza que nos reclama menos plásticos, menos sintéticos, menos contaminantes. La lana nos ofrece todo eso y seguramente mucho más se podrá descubrir a medida que se profundicen las investigaciones.

En Europa, desde abril de 2021 se celebra el Día Europeo de la Lana, fecha que involucra a más de 20 países y que busca darle a la lana el lugar que nunca debió haber perdido, menos en manos de los sintéticos que todos sabemos son una muy mala opción de calidad y medioambiental.

¿Por qué no hacer lo mismo aquí, en Uruguay, en el Mercosur e inclusive a nivel de continente incluyendo aquellos países que además de las ovejas trabajan con lana de llama o alpacas, por ejemplo? Es hora de comenzar a cambiar la cabeza y la actitud frente a una materia prima fiel y de gran variabilidad en sus usos, todos amigables con el ser humano y la naturaleza.

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