Así no se puede seguir. Es de sentido común, y fundamentalmente del derecho que cada uno tiene de trabajar en las condiciones mínimas adecuadas.

Cabaña Talitas de la familia Brum, en Sequeira, Artigas. Horas después el establecimiento de Jorge Kmaid en Colonia Rubio, Salto.

La información a la que accedió Todo El Campo va en el mismo sentido que la infinidad de veces que hemos informado sobre el tema que parece no tener fin, y que no lo tendrá con las actuales políticas de bienestar animal.

EN ARTIGAS.

En el caso de Talitas estamos ante una reconocida cabaña Merino del país, destacada a nivel del continente, genética y tecnología literalmente echada a los perros por la incapacidad y la inacción de quienes deben asumir la responsabilidad de corregir esa situación que amenaza al rubro ovino y quiebra económica, productiva y sicológicamente a la familia ovejera del país.

El resultado: 8 ovinos muertos, otros 25 mordidos y otros que se sumarán al recuento definitivo. Animales inseminados intrauterinamente con semen congelado y carneros Merino Australiano todos con EPD.

EN SALTO.

En Salto, Jorge Kmaid de Colonia Rubio sufrió la muerte de 12 animales y varios lastimados.

Está claro que así no se puede salir adelante. Lastima y duele cuando el establecimiento es grande e invierte en genética; pero también cuando es pequeño, con la diferencia que en este segundo caso tal vez la espalda para soportar la pérdida es menor.

De todos modos, no es cuestión de tamaño sino de sentido común, y fundamentalmente del derecho que cada uno tiene de trabajar en las condiciones de seguridad mínimas. Es el Estado el primer responsable y debería ser el primer interesado en proteger a sus ciudadanos útiles.

El bienestar animal de los ovinos y la viabilidad económica de los productores que invierten, dan trabajo, generan riqueza, nada de eso puede estar supeditado a la voluntad de un perro que siguiendo sus impulsos irracionales destroza una majada.

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