“Habitualmente el foco está en características de producción y calidad de producto, pero con las mediciones que hace INIA se evalúan también variables de salud, bienestar animal, comportamiento, eficiencia y emisiones, entre otras”, dijo el Ing. De Barbieri de INIA.

Para estar preparados ante los desafíos que impone el mercado, responder a las exigencias cada vez mayores de los consumidores y capitalizar los beneficios económicos, ambientales y sociales que implica, el Programa de Carne y Lana del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) lleva adelante múltiples proyectos que, de manera integral, apuntan a obtener ovinos más eficientes, resilientes, productivos y que emitan menos metano.

Estos proyectos responden a dos de las metas que se propuso el instituto en su Plan Estratégico en base a las demandas recogidas en el sector y que se desprenden de las exigencias de los mercados de primer nivel donde quieren posicionarse. Una de ellas es disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y la otra es aumentar la eficiencia de conversión de los ovinos, es decir, que produzcan igual, pero comiendo menos alimento.

Para lograrlo, los investigadores de INIA en conjunto con instituciones como la Universidad de la República y el Secretariado Uruguayo de la Lana, realizan mediciones en diferentes puntos del país que les permiten conocer múltiples características de las poblaciones de las razas Merino Australiano, Merino Dohne, Corriedale y Texel que están bajo su evaluación genética.

“Habitualmente el foco está en características de producción y calidad de producto, pero con las mediciones que hace INIA se evalúan también variables de salud, bienestar animal, comportamiento, eficiencia y emisiones, entre otras. Así logramos una visión integral del animal y también del sistema donde está produciendo, ya que se realizan mediciones de características medioambientales en los propios predios comerciales de los productores de lana y carne ovina. Ese es un diferencial”, explicó el Ing. Agr. Ignacio De Barbieri, investigador del Programa de Carne y Lana de INIA.

Para evaluar la productividad, uno de los proyectos que lidera el instituto busca generar y poner a disposición herramientas de selección objetivas y precisas que promuevan el mejoramiento genético en aquellos rasgos económicamente relevantes para los diferentes sistemas de producción.

En lo que refiere a rasgos de resiliencia en condiciones ambientales cambiantes y desafiantes, actualmente INIA tiene proyectos en los que evalúa el temperamento del ovino y su sistema inmunológico, y otro en el que trabaja para desarrollar herramientas para el control de los parásitos gastrointestinales que lo afectan.

De manera complementaria, los proyectos Smarter, Rumiar y Grass2Gas son los que permiten al instituto cuantificar las emisiones de metano de los ovinos e identificar cuáles son los que producen igual que otros, pero comiendo menos alimento, es decir, los más eficientes.

Los beneficiarios de que los ovinos sean más productivos, eficientes, resilientes y que emitan menos metano son los productores, los consumidores y el Uruguay en general. Para el productor implica reducir costos y valorizar el producto y el sistema, lo que podría redundar en mayores ingresos. “También hay un componente de motivación para la gente, porque trabajar con animales enfermos o con complicaciones es difícil”, apuntó De Barbieri.

Desde el punto de vista del consumidor final, “si pensamos en el más exigente, que se interesa por el animal, el ambiente y la mano de obra, va a acceder a productos derivados de animales que, al ser más resilientes, han sobrellevado una vida mejor ante el estrés; que fueron producidos en un sistema donde el ambiente se cuidó, y donde las personas involucradas en el proceso accedieron a buenas condiciones de trabajo”, destacó Ciappesoni.

Para Uruguay, en tanto, “si hay buenos precios y el producto se coloca en destinos competitivos, eso repercute en la economía nacional. Además, si proyectamos en el tiempo sistemas de producción que cuidan el ambiente, esto también beneficia a toda la población”, agregó De Barbieri.

Para que estas ventajas alcancen a todos los beneficiarios es clave que, en primer lugar, la información y el conocimiento obtenidos por INIA se trasladen al sector. Ciappesoni explicó que “los resultados obtenidos en los proyectos por diferentes vías se comparten con las cabañas, que son quienes producen genética y quienes luego derraman esa genética en la población comercial que es a la que se quiere llegar. El reto está en generar estrategias para que lleguen más rápido de las cabañas a esos productores comerciales”.

Finalmente, se refirieron al tiempo que tomará alcanzar el “ovino del futuro”. “El punto de llegada se va corriendo porque las demandas cambian y eso hace que el camino no termine nunca para los investigadores. Por ejemplo, hace 20 años el desafío que teníamos era afinar el diámetro de la fibra y se generaron las herramientas para hacerlo posible. Hoy es lograr animales más eficientes, resilientes y que cuiden el ambiente. El trabajo de años en INIA nos permite tener datos muy valiosos sobre los ovinos que reúnen estas cualidades. Aun así, que esos rasgos se extiendan a toda la majada va a llevar años, pero estamos en el proceso. Y embarcarnos en el proceso es estar transitando ese futuro”, concluyó De Barbieri.

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