Recién caminando los primeros pasos de este año 2022 y dejando atrás un año 2021 con altas y bajas, aunque con el sector agropecuario liderando el movimiento económico y el fantasma del coronavirus latente en todos los rincones, este año 2022, surge con nuevos desafíos, algunas certezas y varias incertidumbres para el país todo.

Un año que en el sector agropecuario arranca en desventaja por condiciones climáticas adversas, luego de que los primeros 9 meses del pasado 2021 fueran tan buenos tanto en materia climática como de precios y de mercados, donde la situación internacional favoreció la salida de nuestras materias primas, disfrazando la escases y avidez, los problemas de altos costos productivos y de competitividad que siguen siendo uno de los talones de Aquiles de lo que Uruguay ofrece al mundo, carne, madera y lácteos lideraron nuevamente las exportaciones, marcando -pese a la ignorancia de muchos- el ingreso de divisas tan necesarios para mantener la máquina productiva andando.

Como nos agarra el comienzo de este año 2022?

Este será sin dudas un año de desafíos que habrá que afrontar con buenas decisiones y un alto poder de convencimiento de que si el país todo no se une las cosas se pondrán más difíciles.

Con un clima que desde noviembre está golpeando duro al sector agropecuario con una sequía que en algunas zonas del país tienen ya un tinte dramático y en otras va por ese mismo camino, con un mercado internacional, fundamentalmente el chino buscando marcar otro tipo de cotizaciones para las materias primas que Uruguay le ofrece; con un país donde el fantasma de la pandemia está ahí como una gran interrogante, sumado a las zancadillas políticas tan comunes del sector de la izquierda, buscando distraer al país de inacciones y desprolijidades cometidas, apartándolas de los grandes temas productivos a enfrentar;  no es un inicio auspicioso.

El sector productivo agropecuario, gracias al mercado internacional hoy está atravesando un buen momento pero con dos preocupaciones  signadas por dos situaciones concretas: el clima y los altos costos, ambos temas que lamentablemente no se pueden corregir desde el propio sector, aunque se pueden dar señales para que alguno de ellos –el de los costos- pueda ser mitigado con medidas que acompañen la pujanza y eficiencia que el rubro ha demostrado tener, sobre todo cuando hubo que cambiar de rumbo en sistemas productivos que ya estaban quedando obsoletos, el cambio en la edad de faena de los animales, y la cada vez mayor producción de lanas de menor finura son claros ejemplos de ello.

Cuando al sector se lo acompañó y respaldó, siempre respondió.

Hoy por los altos costos de los fertilizantes y la inestabilidad climática, el productor ya piensa dos veces en hacer las inversiones en pasturas, ya que las mismas dependen casi exclusivamente del clima, el que se ha mostrado bastante errático en los volúmenes de precipitaciones.

El acceso al agua es algo fundamental para ello, la mayor parte del país productivo, tanto ganadero, como agrícola está dependiendo de que los niveles de precipitaciones sean los adecuados, hoy el cambio climático es evidente y ya no se pueden pronosticar estaciones moderadas tanto en grados de temperatura como en volúmenes de agua, cada vez son más extremas, de ahí que las producciones a cielo abierto sean cada vez más riesgosas y onerosas.

Uruguay adolece de una política de aguas que pueda favorecer al sector productivo, si a ello le sumamos que la mayor parte de la oferta de equipos de riego tienen costos muy elevados, es casi una quimera que el pequeño y mediano productor -que son casi la mayor parte del sistema agropecuario- pueda acceder a ellos, de ahí la necesidad de apoyos del estado que acompañen a los mismos con algunas ventajas como asesoramientos y créditos accesibles.

Hoy no se puede planificar, ni producir si el tema aguas no está asegurado, ya no se puede trabajar y esperar a que la naturaleza se acuerde, de ahí la necesidad de una apuesta a largo plazo que exceda a la conducción política del país en ese momento, siempre con una mirada más a largo plazo que las escasas medidas cortoplacistas a las que estamos acostumbrados y que poco efecto suelen tener en el sector primario.

Hoy nos centramos en esas dos interrogantes que preocupan al sector, hay otras pero por el momento menos importantes, será momento de ponerse a planificar y ejecutar acciones que mitiguen estos dramas y hagan que el sector productivo agropecuario, se dedique a producir que es lo que sabe hacer, a que se le den apoyos y certezas tan necesarias para afrontar un año 2022 con un inicio no tan favorable pero con un futuro prometedor siempre y cuando se le den las herramientas para poder afrontarlo.

Carlos Sabatini

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