El agro israelí es el más innovador del mundo.
Por ley, el 20% de sus ingresos se destina a la investigación científica y tecnológica. Basados en la biotecnología apuestan a la creación de nuevos alimentos proteicos. El tratamiento y uso del agua es clave.
Buenos Aires, Argentina | Todo El Campo | El agro de Israel presume que su futuro se orienta a través de la biotecnología propia de la cuarta revolución industrial, cuyo objetivo primordial es la elaboración de nuevos tipos de proteínas.
Esto significa que la biotecnología israelí se ha convertido en un ejercicio fenomenal de ingeniería genética, y de esa manera una creadora incesante de nuevos alimentos proteínicos.
Esta dimensión biológica de la cuarta revolución industrial es lo que convierte a las actividades tradicionales de fermentación en procesos deliberados de creación de proteínas, en los que las que las leyes de la vida de la naturaleza se transforman en nuevas realidades proteínicas; y esto descarta la característica esencial de las tres primeras revoluciones industriales de explotación de los recursos naturales hasta su completo descarte y eliminación.
Hay que agregar que en estos nuevos productos, al llegar la fase de industrialización, la regla es la automatización prácticamente total, basada en una robotización flexible que tiende a la miniaturización, y que está completamente alejada de las rígidas experiencias iníciales de la industria automotriz.
Esta auténtica revolución productiva tiene lugar en un país donde más del 40% del territorio es un desierto equiparable al Sahara (el Nèguev con eje en Beersheva); y en la que el agro muestra un aumento constante de la productividad, con alzas acumuladas del 26% entre 1999 y 2009, que se han logrado con 12% menos de tierra utilizada.
El agro israelí destina por ley 20% de sus ingresos a la investigación científica y tecnológica (RD), que se orienta con un criterio absolutamente comercial a la búsqueda de soluciones inmediatas, de corto plazo, vinculadas a las oportunidades que ofrece el mercado tanto nacional como internacional.
Por eso Israel tiene más de 40% del mercado europeo de frutas y hortalizas fuera de temporada, y es el segundo proveedor de flores después de Holanda (Países Bajos).
El núcleo del sistema agrícola son unas 750 cooperativas de avanzada, a las que hay que sumar unas 2.000 startups altamente especializadas, sobre todo en la irrigación automática, donde Israel ocupa inequívocamente el primer lugar en el mundo.
Los dos mayores centros de investigación agrícola son las Facultad de Agricultura de la Universidad de Jerusalén situada en Rehovot, y la Escuela Volcano de Investigación Agrícola del Ministerio de Agricultura.
Toda su cultura agrícola está volcada a la trasformación de la naturaleza, respetando sus leyes; y así, cuando se declaró la Independencia, en 1948, en el país había menos de cinco millones de árboles, y en las siete décadas posteriores fueron plantados más de 200 millones de ejemplares, a través del programa de Kerem Kayemet iniciado en 1901, en una autentica hazaña histórica que logró revertir el proceso de destrucción y erosión de los suelos propio del Imperio Otomano.
Su territorio asciende a 27.800 kilómetros cuadrados con 470 kilómetros de largo y 135 de ancho. En él llueven 400 milímetros por año o menos, y solo durante cuatro meses.
De ahí que Israel se haya convertido en el centro mundial de desalinización de los mares, con costos de producción cada vez más reducidos y que tienden, a disminuir sistemáticamente a medida que la productividad aumenta.
Israel dispone de ocho plantas de desalinización; y 75% de los hogares israelíes cubre sus necesidades con agua desalinizada. La principal planta -sorek- esta 100% automatizada y funciona las 24 horas con solo dos técnicos altamente calificados en la sala de control.
En Israel hay ahora abundancia de agua, incluso la exporta a Egipto y Jordania. La agricultura israelí demanda más de 70% del total y es una producción que depende absolutamente del riego, el sistema por goteo y automatizado.
En el agro israelí todo es circular, más de 90% de las aguas servidas son recicladas y se convierten en el principal insumo de su sistema de riego.
En este país desértico, la sequía tiene un carácter crónico, de modo que el término describe una situación “normal”.
Lo que sucede es que en Israel, lo normal en el mundo agrícola es sinónimo de innovación y por lo tanto, de creación de nuevos productos, empresas y especialidades.
Hay un milagro en el agro israelí, pero es el resultado del conocimiento y el trabajo humano.
Es la startup Nation y el país del libro, todo al mismo tiempo, en un esfuerzo gigantesco de síntesis y fusión de avanzada.
Fuente: Clarín (Argentina) El agro israelí es el más innovador del mundo (clarin.com) | El autor: Jorge Castro, periodista, analista internacional, columnista del suplemento Económico de Clarín | Foto publicada en Clarín: Cultivo de palma en el desierto de Néguev, al sur de Israel. (Foto de Menahem Kahana – AFP).