Ahora Trump propone comprar Groenlandia. Razones estratégicas para hacerlo.
Análisis del periodista y escritor Ignacio Montes de Oca.
Montevideo | Todo El Campo | El lunes 20 de enero será una fecha importante para el mundo entero: asumirá Donald Trump como presidente de Estados Unidos y nada de la política, la economía y las finanzas, en cualquier parte del mundo, será indiferente a ese acontecimiento.
Desde ya el presidente electo de la mayor potencia del mundo nos sorprende con planteos que casi nadie tenía en el radar, solo algunos o unos pocos de los más finos observadores internacionales.
Sus planteos sobre la invasión de Rusia a Ucrania y anuncios de una pronta paz, el vínculo que tendrá con China, Corea del Norte e Israel, son temas de agenda y análisis permanente. No menos importante -aunque se mencione menos- es qué relación mantendrá con India, país que se alza como potencia mundial, o qué política desarrollará respecto a África, y ya más de entrecasa cómo se plantará respecto a Argentina, Brasil, y el Mercosur.
Entre sus planteos más curiosos, polémicos o locos está el de que Estados Unidos vuelva a administrar el Canal de Panamá, sumar a Canadá a Estados Unidos o comprar Groenlandia, la enorme isla que está al norte de América del Norte, entre los océanos Atlántico y Ártico.
Groenlandia pertenece a Dinamarca, pero posee una autonomía especial (algo de eso se ve en la tercera temporada de la serie danesa Borgen). El interés de Estados Unidos se entiende porque la isla se encuentra, geográficamente, en una zona estratégica y posee riquezas excepcionales como las llamadas tierras raras.
El periodista y escritor Ignacio Montes de Oca (en X Nacho Montes de Oca – @nachomdeo) escribió un extenso y claro análisis en el que explica por qué Trump tiene interés en la compra de ese territorio (ver enlace al pie del artículo).
El artículo señala antecedentes de compras de territorios y de intentos de comprar de Groenlandia; analiza el papel que cumple el cambio climático; el rol que juega Canadá, la Unión Europea, Rusia y China; y la competencia por el Ártico entro otros temas y detalles relevantes.
TRUMP PROPONE COMPRAR GROENLANDIA: QUE SE ESCONDE DETRÁS DE UNA IDEA QUE PARECE ABSURDA.
Ignacio Montes de Oca | En su última serie de posteos geoinmobiliarios Trump expresó su deseo de comprar Groenlandia. Vamos a analizar la viabilidad de esta nueva propuesta y de paso hablemos de inuits, rutas marítimas, calentamiento global y, por supuesto, de China. Todo tiene que ver con todo
En su cuenta de la red TruthSocial dijo que “para la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, Estados Unidos de América siente que la propiedad y el control de Groenlandia es una necesidad absoluta». Acto seguido, hizo saber su voluntad de comprarle la isla a Dinamarca.
Lo primero que hay que aclarar es que Trump no fue original. En 1860 su predecesor Andrew Jackson quiso comprar la isla de 2,1 millones de km2. Ya le había comprado la región de Luisiana a Francia en 1803, La Mesilla a México en 1853 y Alaska a Rusia en 1864.
En 1946 el presidente Harry Truman le ofreció a Dinamarca US$ 100 millones por Groenlandia. Queda claro que no lo logró y en 2019 Trump volvió a sugerirlo. Laprimer ministro danesa Matte Frederiksson le contestó que “era una idea absurda”. Trump no captó la sutileza.
¿Por qué tanta insistencia? Para entenderlo hay que empezar por el lado más impredecible: por el cambio climático. Es curioso porque esa idea que Trump y sus seguidores rechazan es la más importante para entender la dificultad que enfrenta la idea del próximo presidente de EE.UU.
Empecemos por explicar que el calentamiento global (existe, si no acepta la evidencia científica sugiero dejar aquí la lectura) está provocando un retroceso en la línea de hielos permanentes. Esto tiene consecuencias estratégicas profundas y se relaciona con Groenlandia.
El hielo en Groenlandia se derrita a un ritmo cuatro veces mayor al esperado y en otras zonas del Ártico supone que se estén abriendo pasos en los meses de verano por donde hasta hace poco era imposible pasar por estar congelado en forma permanente
A partir de ese cambio climático se están abriendo dos rutas marítimas alternativas. La primera es la Ruta del Norte que va por encima de Rusia y permitiría ahorrar unos 7.000 km de navegación y evitar los pasos de Malaca, Panamá y Suez con todos sus condicionantes políticos
El segunda es Paso del Noroeste que recorre el norte de Canadá y encuentra un paso necesario por Groenlandia. Esta ruta ahorraría 8.500 km. Al ritmo de derretimiento de los hielos, se estima que para el año 2050 estos pasos estarían abierto durante la mayor parte del año.
De paso entendemos por qué Trump comenzó a nombrar a Canadá como el Estado 51 y cómo se enlaza con la polémica por la posesión del Canal de Panamá. Alguien anduvo viendo mapas a deshoras y trazando rutas para luego hacer cálculos estratégicos y postear ideas locas en las redes
Canadá ya avisó que el Paso del Noroeste le pertenece. EE.UU y la Unión Europea dicen que es paso internacional. Respecto a la otra ruta, Rusia avisó que deberán pedirle permiso, pagar el derecho de paso y llevar pilotos rusos. Y se asoció con China, que al fin aparece en la trama.
China ya agregó a ambos pasos como parte de la Ruta de la Seda y de hecho la llama “la ruta azul” en un rapto de creatividad. El proyecto para llevar los hidrocarburos desde los yacimientos siberianos de Yamal por esta nueva ruta y abaratar los costos es vital para ambas naciones.
China también está presente en Groenlandia y es aquí donde Trump tiene algún asidero con la realidad en su política de ver chinos hasta en el nécessaire de Melania. Pekín hace años pretende hacerse firme en la isla con sus inversiones y empresas.
En 2019 EE.UU. tuvo que presionar a los daneses para que rechacen una oferta de China para construir un aeropuerto en la capital de la isla, Nuuk, y otro en Ilulissat hecho por la empresa Compañía de Construcciones de Comunicaciones China ligada al estado de su país.
Pero hubo dos ocasiones en los que los propios groenlandeses se deshicieron de los chinos. El primero fue cuando revocaron en 2016 la licencia de General Nie, una compañía que explotaba el yacimiento de hierro de Isua. Así se acabó la idea de importar 2.000 obreros chinos.
La segunda ocasión fue en julio de 2021 cuando cancelaron la explotación de la mina de Kuammersuit. Este depósito es probablemente el segundo reservorio de tierras raras, un recurso dominado por China que posee los yacimientos más grandes del mundo
El filón era explotado por la empresa australiana Energy Transition Ltd, antes denominada Greenland Minerals Ltd. En 2011 l la compañía Shenghe Resources Holdings compró el 11% del paquete accionario. La controlante pertenece al Ministerio de Recurso Naturales de China.
El método usado para darle de baja a la concesión explica muy bien el fondo del asunto. El parlamento local reinstaló una ley que impide la explotación de yacimientos de uranio y la veta de Kuammersuit tiene un contenido prohibido de este metal.
La empresa inició un juicio por US$ 11.200 millones. Las groenlandesas decidieron afrontar esa consecuencia y la de renunciar a los US$ 260 millones de ingresos que le iba a aportar anualmente los ejecutivos de Energy Transition Ltd. Atentos a este dato.
A los habitantes de Groenlandia pareciera interesarles tanto el dinero como las ofertas de un vendedor de trajes de baño. Tanto que además de prohibir las explotaciones mineras también restringieron las de petróleo y gas. Y no es que sean escasas.
Se estima que las reservas de petróleo groenlandesas tienen 17,5 millones de barriles de petróleo y 4,19 millones de m3 de gas, aunque deban importar gran parte del combustible que se consume en las islas. Para entender esta decisión hay que explorar la cultura de la isla.
Los 57.000 groenlandeses le dan una prioridad máxima a la cuestión ecológica y su estilo de gobierno formado por un parlamento local y un primer ministro danés les da libertad de decisión respecto a estas cuestiones desde que lograron su autonomía en 1979.
Aunque el primer ministro es nombrado por la fuerza parlamentaria danesa mayoritaria, solo dejaron en manos de Copenhague el manejo de su política exterior y de defensa. Entender esto es importante para comprender porqué la oferta de Trump es infértil.
Este sistema de Gobierno en particular hace que, incluso habiendo un movimiento independentista activo, los habitantes de la isla aun no ejecutaron el mecanismo que los debería separar de Dinamarca. Esto a su vez tiene que ver con el modo en que se organiza su economía.
Dinamarca destina cada año unos US$ 500 millones para subsidiar a Groenlandia. Ese dinero representa la mitad del presupuesto público isleño y un 20% del PBI anual de US$ 3.240 millones. Veamos ahora como se construye el resto de sus ingresos.
SOCIOS COMERCIALES DE GROENLANDIA.
Aunque están más cerca que los puertos europeos, ni Canadá ni EE.UU. son los socios comerciales más importantes. El mayor es, por supuesto, Dinamarca a donde envían el 49,2% de sus exportaciones, es decir US$ 731 millones de los US$ 1.492 millones de ventas exteriores.
El segundo destino de sus exportaciones es China a la que le venden US$ 353 millones o el 23,8% y EE.UU viene muy detrás con un 2,46%. Canadá está aún más lejos con el 0,17%. Queda claro que no hay una dependencia económica que Trump pueda usar para presionarlos.
El 85% de sus exportaciones son productos alimentarios y en particular el producto de la pesca que es parte de la tradición groenlandesa. A su vez su pesca depende de mantener las aguas despejadas de contaminación y de allí otro motivo para su ecologismo extremo.
También tienen un vínculo muy sólido con Dinamarca a la hora de importar. El 56,1% de los US$ 1.050 millones anuales proceden de ese país y de EE.UU. el 0,58%, de Canadá el 2,66% y de China el 0,075%. Los groenlandeses tienen un sistema económico atado al danés.
Es por eso que los partidos independentistas, el Inuit Ataqatiglit, el Partido Inuit y el Simuit del que luego se desprendería el Narelaq no plantean aun la emancipación de Dinamarca. Y en el futuro no proponen una separación total de la metrópoli.
De hecho, podrían iniciar el proceso de emancipación y el mecanismo previsto es bastante sencillo: el congreso local debería convocar a un referéndum si la mayoría vota a favor, luego deberán pedirle al Parlamento danés que les otorgue la independencia.
Desde 2008 cuando el 75% de los habitantes de la isla votó a favor de la autodeterminación, no volvió a convocarse una consulta para avanzar en un mayor grado de libertad. Mientras tanto los groenlandeses no muestran signos de estar descontentos con la tutoría danesa.
Es importante procesar estos datos porque una oferta de Trump necesariamente tendría que someterse tanto a la opinión de los groenlandeses como a la autoridad del Parlamento danés. No es tan sencillo como hacer una oferta y esperar la respuesta. Groenlandia no está en oferta.
Tampoco le sirve agitar el miedo a una injerencia de China. Aunque Dinamarca destinó 8 patrulleros para proteger las aguas de Groenlandia y un trineo tirado por perros para patrullar su inmensidad blanca, la isla no parece sentirse amenazada en lo inmediato.
En todo caso, saben que la base de EE.UU. ejerce un poder de disuasión suficiente. Se trata de la base Pituffkin, ex Thule, en donde hay desplegados 250 soldados norteamericanos desde 1946 para operar una pista de 3.000 metros y un radar BMEWS para detectar misiles balísticos.
Y como los groenlandeses son muy riguroso con las cuestiones medioambientales, la presencia militar de EE.UU. no es precisamente un argumento a su favor.
¿POR QUÉ LA OFERTA DE TRUMP NO GUSTA?
Vamos a dos antecedentes que explican porqué la oferta de Trump no cae bien en la isla.
El 21 de enero de 1968 un bombardero que operaba desde Thule se estrelló en las aguas cercanas a la base. El problema es que llevaba cuatro bombas de hidrógeno y al derramarse parte de su contenido provocó uno de los mayores desastres nucleares de la historia.
Y en la década de 1960 EE.UU. construyó la base secreta bajo el hielo como parte del “Proyecto Iceworm” para almacenar armas nucleares en su disputa con los soviéticos. El deshielo provocó que parte de las instalaciones abandonadas contaminen la zona aledaña.
Y en su óptica conservacionista, no tienen problema a la hora de renunciar a cordillera de dinero por la explotación de hidrocarburos o tierras raras si implica vulnerar su ecología. Es una particularidad inuit que para otros puede parecer extraña, pero que es lógica para ellos.
Esta particularidad tiene que ver con su composición demográfica. El 88% de la población pertenece a la etnia inuit que también habita el norte de Alaska y Canadá. El 7,5% son daneses, por lo que la combinación de los intereses de esta mayoría decide el futuro de la isla.
Es decir que la oferta de Trump no tiene mucho público dentro de las islas. Una encuesta de 2021 mostró que la mayoría de los groenlandeses no ven a los EE.UU. o los chinos como amenaza. Y que, si bien la mayoría quiere la independencia, prefieren esperar el momento oportuno.
Los sondeos no reflejaron ningún indicio de querer integrarse a los EE.UU. y dado que cualquier oferta de compra deberá pasar por la decisión de la mayoría inuit y luego por el parlamento danés, la posibilidad de una venta es similar a encontrar un beduino vagando por Groenlandia.
COMPETENCIA POR EL ÁRTICO.
Esto es un problema para Trump porque hay otra disputa en curso y es el último factor para explicar su oferta por Groenlandia. Es hora de hablar de la competencia por el control del Ártico. Ya hablamos de rutas y petróleo, agreguemos los reclamos territoriales.
El Ártico es disputado por cinco naciones: EE.UU., Rusia, Canadá, Dinamarca y Noruega. Todas comparten fronteras terrestres y marítimas con esa zona y hace un tiempo se le agregó China porque se considera “potencia cercana” aunque su frontera está a 1.500 km del Círculo Ártico.
China ya forma parte del Consejo Ártico en calidad de observador y destinó su primer rompehielos para hacer presencia en la zona. Ahora construye otro impulsado por energía nuclear para reafirmar su intención de ser el quinto en discordia.
Además, opera desde 2018 una base científica en Islandia y desde 2009 la Base Amarilla en la isla noruega de Svelbard, en donde tiene una estación de rastreo para su programa de satélites. Si, China está un poco en todos lados y en el Ártico también
En la primera edición de su Libro Blanco de 2018 en donde describe sus planes para el Ártico, el Gobierno chino reclama un rol en la zona y el derecho a explotar sus recursos naturales. Al año siguiente de su publicación Trump hizo su primera oferta por Groenlandia.
Para darse una idea de las disputas crecientes por las regiones árticas, fue precisamente en Svelbard en donde Putin desató una nueva controversia al poner en duda la soberanía noruega.
A la competencia por las vías navales se le suma la disputa por los yacimientos de petróleo y gas de la Cordillera Lomonosov. Con un clima más cálido la explotación se facilita y la zona se calienta además por el enfrentamiento entre potencias que acelera el deshielo.
Groenlandia pareciera ser el último espacio “disponible” para posicionarse en ese forcejeo por el Ártico, aunque no para explotar sus recursos porque los inuit lo prohibieron hasta nuevo aviso. De todos modos, su valor estratégico está intacto, tanto como su medioambiente.
MAL ASESORADO.
Como en el caso de Panamá, los asesores de Trump siguen errando. Es cierto que hay una presencia China, pero no es para tanto y se olvidaron de leer los libros de historia para advertirle que una oferta de compra sería recibida con frialdad por groenlandeses y daneses.
Debian advertirle que su imagen como detractor del cambio climático y sus gritos de “Perforar, perforar y perforar” para incrementar la producción petrolera con las técnicas de fracking hacen que su figura caiga tan bien a los groenlandeses como una bomba de hidrógeno.
En cualquier caso, su intención de comprar la isla, el 12° espacio más grande del planeta tiene pocas posibilidades de superar el veto local y la resistencia danesa. Queda la opción militar, pero implicaría invadir el territorio de un socio de la OTAN. Es un delirio absoluto.
Es más, Trump deberá acordar con otros socios de la Alianza como Canadá y Noruega para hacerle frente a los avances rusos y chinos en el Ártico y acceder al Paso del Noroeste. Y para ello deberá aceptar en público verdades como el cambio climático y su Europasia galopante
Es la única forma de integrarse en una coalición que le pueda hacer frente a una alianza sino-rusa que ya controla el Paso del Norte. De tanto pelearse con sus aliados Trump aumenta las posibilidades de éxito de los que se supone son los adversarios de Occidente.
Dinamarca reaccionó molesta con la propuesta de Trump y ordenó un refuerzo de US$ 1.500 millones para la defensa de la isla. Van a enviar dos trineos adicionales con sus perros correspondientes y drones. Más allá de las bromas es un gesto ante lo que consideran una oferta ofensiva.
El ministro danés Troels Lund Poulsen ni siquiera le respondió a Trump, el de Groenlandia, Mute Egedfe, contestó “No estamos en venta” y ambos cerraron la posibilidad de negociar como lo hizo el presidente panameño José Munilo ante la amenaza de retomar el Canal de Panamá.
Los partidarios de Trump insisten en que se trata de una “maniobra genial” porque refuerza el compromiso defensivo danés con Groenlandia, aunque los 250 soldados de EE.UU. no fueron aumentados en años recientes ni representan un gasto decisivo para su presupuesto de defensa.
Ni Rusia ni China amenazaron con invadir o atacar a Groenlandia. No tienen fuerzas suficientes para hacerlo y la isla es parte de los territorios protegidos por la OTAN. Además, los groenlandeses ya mostraron que son capaces de mantenerlos lejos con métodos limpios y pacíficos.
En rigor y sin fanatismo el gesto de Trump solo sirvió para tensar la relación con un nuevo aliado -dos si se incluye la sugerencia de sumisión a Canadá- sin que se observe un logro estratégico nítido al lanzar una propuesta que se sabía iba a ser rechazadas por daneses y locales.
Trump debe entender que los habitantes de Groenlandia que sobreviven aislados a 40° bajo cero y deben echar a osos polares de sus patios no tienen reparos a la hora de expulsar a las empresas chinas ni para resistir las sugerencias de los EE.UU. para que se pongan un precio.
Ofrecer dinero por la isla fue una torpeza en 2019 y en 2024. Es mejor estudiar un asunto antes de hacer propuestas que quedarán abandonadas en la inmensidad blanca de Groenlandia porque eso implica ensuciar al medio ambiente, algo que para los inuit en un pecado imperdonable.
PS: Trump se volvió a equivocarse al tratar a los inuit como cualquiera que puede ser seducido con billetes para cerrar un trato inmobiliario. Hay un dicho de ese pueblo que calza a la perfección para el caso: “Los regalos hacen esclavos como el látigo hace al perro”.
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