Oct 12, 2024 | Opinión
La coalición republicana no será lo mismo si gana Delgado que si gana Ojeda; y tampoco lo será si las elecciones son ganadas por el Orsi y debe readecuar su existencia a un funcionamiento opositor.
Hébert Dell’Onte Larrosa | Montevideo | Todo El Campo | Quedan 15 días para las elecciones de octubre donde sólo pasarán dos candidatos a disputar al balotaje, y aunque el Partido Colorado se acerca con Andrés Ojeda, parece claro que no le dará tiempo quedando en tercer lugar por detrás de Yamandú Orsi (Frente Amplio) y Álvaro Delgado (Partido Nacional), por lo que es correcto manejar un escenario poselectoral con dos columnas encabezada por el candidato frenteamplista y el candidato nacionalista.
Por otro lado, se realizó la tercera edición de la cena del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) que se llevó a cabo el jueves 10, y que convocó a todos los candidatos, asistiendo Álvaro Delgado, Guido Manini Ríos (Cabildo Abierto), Pablo Mieres (Partido Independiente) y Andrés Ojeda (Partido Colorado). Entre el público presente, que totalizaron unas 600 personas, se encontraba el presidente Luis Lacalle. Aunque no era un debate, el único ausente fue Yamandú Orsi.
Cada expositor hizo uso de la palabra de forma libre, pero en todos el común denominador fue la vigencia de la coalición y cualquiera sea el ganador el 27 de octubre (Delgado u Ojeda), la voluntad y el compromiso manifestado es de apoyarlo en la segunda vuelta en noviembre.
Pero es fundamental pensar en todos los escenarios del día después.
¿Y SI GANA OJEDA?
Aunque es difícil que no sea Delgado, no podemos soslayar la pregunta de qué pasará si el ganador resulta ser Ojeda.
Para empezar el ánimo de los ciudadanos blancos, y de los votantes del Partido Nacional en la primera vuelta, ya no será el mismo, y por supuesto que tampoco lo será en la dirigencia partidaria. El desánimo será un factor difícil de remontar al día siguiente. La interrogante es válida, pero de todas maneras insisto que es poco probable que eso ocurra.
¿Y SI GANA EL FRENTE AMPLIO?
La pregunta que realmente debemos plantearnos es la del título: ¿Cómo se estructurará la coalición republicana en caso de que gane el Frente Amplio?
Mantener la unidad para gobernar, donde cada uno hace aportes que el ganador incorporará, es algo muy distinto que mantener la unidad para ser oposición.
El problema es que la coalición no tiene un liderazgo común, por lo que cada partido (PN, PC, CA, PI) se sentirá con libertad de acción frente a cada tema de debate nacional.
En caso de ganar el FA, su estrategia debería ser la de apelar al diálogo con cada partido de forma individual, según los intereses y las propuestas de cada uno.
Por varias razones (históricas, políticas) es difícil que el FA logre atraer a los partidos tradicionales, pero ¿por qué no podría hacerlo con CA y en menor medida con el PI?
Los independientes son de izquierda, una izquierda muy diferente a la que caracteriza al Frente Amplio, pero es la izquierda que le está faltando a la coalición de izquierda hoy dominada por los sectores más radicales. La estrategia parece fácil de entender: buscar puntos en común con el programa del PI y negociar.
Los cabildantes por su lado ya han demostrado ser capaces de votar junto con el FA sin traumas y sin aquella rencilla histórica de blancos y colorados.
Si el FA -en un eventual Gobierno suyo- logra quebrar el rol opositor en bloque de la coalición republicana, no sólo se aseguraría un Gobierno más tranquilo, sino que socavaría su unidad pensando en las elecciones de 2029.
Para lograrlo, es imprescindible elaborar una estrategia de acercamiento con los partidos que podrían tener puntos en común, y para eso designar a una persona encargada de negociar caso a caso. Esto último es clave.
Por el contrario, si desde la coalición republicana se busca mantener la unidad y el trabajo conjunto aun siendo oposición, el partido mayoritario también debería elaborar una estrategia con acuerdos permanentes o circunstanciales según el caso, pero también bien negociados atendiendo a todas las partes, para que el acuerdo al que se arribe no se desate y termine siendo nada.
Foto de portada: Pablo Mieres exponiendo en la cena de CED.
Dic 27, 2021 | Información, Política
La conformación de Gobiernos con acuerdos interpartidarios no es nuevo en Uruguay, la historia reciente a partir de 1985 es clara en eso, con la gobernabilidad formulada por el referente y líder blanco Wilson Ferreira cuando el país, la efervescencia social y el sistema electoral eran otros. Años después (1995) Alberto Volonté puso en manos de Julio Sanguinetti el cogobierno que era un paso más avanzado.
Hébert Dell’Onte | 2021 llegó a su fin con uno de los acontecimientos políticos más importantes del año: la aprobación del proyecto de ley que regula la forestación, cuyo autor es el diputado Rafael Menéndez de Cabildo Abierto, y el anunciado veto del presidente Luis Lacalle.
Las consecuencias de esos dos hechos, que conforman dos eslabones de una misma cadena, son relativas y dependen del lugar del cual se analiza.
Lo primero que hay que entender es que la coalición que conforma el Gobierno sigue tan firme como el primer día, así lo ha dicho el presidente de la República Luis Lacalle, lo cual es importante, pero más aún lo es que lo ratificara el líder del Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos.
EL CAMINO INICIADO POR EL WILSONISMO.
Debemos tener en cuenta que la conformación de Gobiernos con acuerdos interpartidarios no es nuevo en Uruguay, la historia reciente a partir de 1985 es clara en eso, con la gobernabilidad formulada por el referente y líder blanco Wilson Ferreira cuando el país, la efervescencia social y el sistema electoral eran otros.
Gracias a esa gobernabilidad del wilsonismo el gobierno de Julio María Sanguinetti (1985-1990) contó con respaldo suficiente para llevar el país adelante, además de reafirmar la legitimidad en tiempos que no eran fáciles luego de más de diez años de dictadura.
Algo parecido volvió a darse en los años 90 durante la Presidencia de Luis A Lacalle (1990-1995) primero y la segunda de Sanguinetti (1995-2000) después. Vale la pena recordar que en 1995 es Alberto Volonté que sigue el legado del wilsonismo al decir: “Más que gobernabilidad, ofrecemos cogobierno que es más que aquella”.
En 1999 se instauró por primera vez el balotaje o segunda vuelta y también ahí blancos y colorados rubrican un documento común que llevó a la Presidencia a Jorge Batlle (2000-2005).
EL PARÉNTESIS DEL FRENTE AMPLIO.
Es a partir de 2005 que el concepto de gobernabilidad y cogobierno quedan en el olvido, o por lo menos soslayado, ya que desde entonces y hasta 2020 el Frente Amplio tuvo mayorías parlamentarias y no tuvo necesidad de acordar con nadie para llevar adelante su programa de Gobierno.
Curiosamente, esa mayoría que dio fortaleza a los gobiernos de Tabaré Vázquez y José Mujica implicó una debilidad para el sistema democrático dado que quienes la ostentaban se vieron con el derecho, legítimo pero nada positivo, de prescindir de las minorías.
EL EQUILIBRIO ENTRE LA COALICIÓN Y LA OPOSICIÓN RESPONSABLE.
Es a partir de 2019 que otra vez el diálogo y el acuerdo priman con la conformación de la coalición integrada por 5 partidos (Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto, Partido Independiente y Partido de la Gente), lo que hace que se activen instancias de diálogo, negociaciones y acuerdos que conforman una plataforma de objetivos amplios que integra a todas las partes.
Cada uno de los 5 partidos tiene su historia, impronta, declaración de principios, objetivo de país. Las definiciones ideológicas y los programas de Gobierno de los integrantes de la coalición tienen puntos en común que hacen posible el acuerdo, pero también ofrecen contradicciones profundas. Hace unos años era difícil imaginar que herreristas y wilsonistas pudieran hacer un frente político común con batllistas. Tan difícil como hacerlo con cabildantes, pero gracias a esos posicionamientos y objetivos en común se logró y hoy conforman el Gobierno.
Eso no quiere decir que se reniegue de todo lo que los separa, divide y les da identidad. Que estén juntos para gobernar no los hace la misma cosa, por el contrario, la riqueza y grandeza de la coalición está en la diversidad, su conformación es la política llevada a su máxima expresión de la negociación y el acuerdo en defensa de los intereses del país y de un proyecto común.
Ese acuerdo no dice en ningún lugar que cada partido no puede impulsar proyectos que crea fundamentales o que constituyan un compromiso con sus votantes. Tampoco dice que se deba renunciar a las convicciones fundamentales. No lo dice el acuerdo, no es eso lo que se busca, ni ese es el fin de la coalición.
Es todo lo contrario: cada uno suma de acuerdo a lo que es su esencia, todos aportan al Gobierno, pero también hacen oposición en aquellas cosas en que no puede haber acuerdo. Pero es una “oposición responsable”, según la definición del sociólogo alemán Juan Linz. Eso fue lo que hizo Wilson Ferreira a partir de 1985, y Alberto Volonté en 1995.
CUANDO MUJICA AMENAZÓ A TABARÉ VÁZQUEZ.
Es un fino equilibrio, es verdad, pero así es la complejidad política de gobernar.
Ni siquiera el Frente Amplio con sus mayorías parlamentarias ni su disciplina partidaria escapó de situaciones internas complejas. El caso más sonado en ese sentido fue cuando en 2017 el senador José Mujica amenazó a Tabaré Vázquez de “trancar el Parlamento” si se paraba su iniciativa de legalizar y vender marihuana en las farmacias.
Amenazar con trancar el Parlamento es un extremo grave, una extorción política a la que Cabildo Abierto ni ningún socio de la coalición llegó, por aquello de la “oposición responsable” ya mencionada.
Por último, cabe recordar una de las reflexiones más centradas que dejó el capítulo del proyecto de ley sobre la forestación.
Corresponde al senador blanco Jorge Gandini, quien dijo en medio del debate en el Senado que la suerte de los partidos de la coalición está atada al éxito o el fracaso que tenga el Gobierno. Por tanto, no cabe hacer un escándalo, desde ningún ángulo. Gobernabilidad, cogobierno o coalición, son sólo formas de llevar adelante las soluciones que el país necesita, y cuando se hace con responsabilidad, aún desde el perfil opositor, todos ganamos.