El país donde falta el agua y predomina la tolerancia religiosa.
A través de las redes sociales Alain Mizrahi muestra un mundo diferente, desafiante, fascinante, cargado de desafíos; con gente “super amable” y tolerante: Camerún y los cameruneses.
Montevideo | Todo El Campo | Alain Mizrahi, de Grupo Radar, se encuentra en Camerún, África en un viaje turístico acompañado de dos amigos que viven allí desde hace algunos años y conocen a mucha gente.
El viernes 1 ° de diciembre, luego de llegar a la ciudad de Fumbán, Mizrahi escribió lo que definió como su “primer intento de bitácora de viaje en formato X”, lo que generó un enriquecedor hilo de texto, fotos y videos que nos acerca a un mundo que para muchos es lejano y ajeno, como también real y enriquecedor.
Ese día, en horas de la mañana partió desde Yaundé, capital de Camerún, hacia Fumbán, al oeste del país, acompañado de sus amigos Bruno y Lionel, con los cuales Mizrahi compartió Facultad en Francia, “y nos unen casi 40 años de amistad”, escribió.
Su bitácora comienza con lo que todos ya conocemos, pero que es bueno plasmarlo por escrito, para que lo hagamos explícito: desconocemos el continente africano.
Así lo cuenta: “Lo primero que descubrís, cual cachetazo en la cara, es cuán poco conocemos de África, como si la historia de ese continente hubiese empezado con la colonización europea. No tenemos idea de que hay miles de etnias e idiomas -240 solo en Camerún-, y muchos siglos de Historia”.
Esos siglos de historia llevaron a una importante tolerancia religiosa. En el país “conviven cristianos y musulmanes (…), cuanto más al norte más musulmán”. Sin embargo, dentro de una determinada región hay “ciudades con mayoría musulmana o cristiana, y dentro de una misma familia se encuentran comúnmente fieles de una u otra religión. Y todos conviven en paz”, con “iglesias y mezquitas una al lado de otra sin que eso cree conflictos”. La convivencia religiosa en paz “es posible”, destacó.
Al llegar a Fumbán (200.000 habitantes), ciudad a 350 km de Yaundé, “salimos a recorrer el mercado. Las ferias son en cualquier país una fotografía instantánea de cómo vive la gente, qué come, cómo se viste, cómo interactúa, y cómo sos visto como extranjero”.
“Aquí, si bien somos tres bichos raros por ser los únicos blancos -no hay casi turismo en Camerún-, no me sentí particularmente observado, y sobre todo la gente es super amable. Pido permiso para sacar fotos o filmar, nadie se niega. Es una ciudad de amplia mayoría musulmana y muchísimas mujeres llevan la cabeza cubierta con el hiyab, pero es un islam bastante ‘light’”, describió.
En la feria es “un hormiguero de gente”, y los puestos ofrecen “lo que se te ocurra, desde frutas y verduras hasta artículos para el hogar pasando por carne”. En este punto Mizrahi aclaró: “la higiene y la cadena de frío te las debo” (foto de portada). Allí se pueden comprar de todo, una curiosidad es el de “las costureras que hacen ropa a medida”; pero más curioso son las “termitas vivas” que se venden “para comer tipo snacks” (foto siguiente). Es una especie “de feria de Tristán Narvaja pero con colores y olores africanos”.
Sobre los olores, Mizrahi fue muy claro: “Si sos sensible a los olores raros y fuertes (muy fuertes y no precisamente de Chanel) y la falta de higiene de moderada a severa, abstenete, África no es para vos”.
LA MEZQUITA Y EL SULTÁN.
El aspecto religioso no escapa al viajante: “Cruzando el mercado está la mezquita principal de la ciudad. Justo es viernes, día sagrado del islam, la mezquita está repleta y se empieza a amontonar gente a lo largo de la calle que llega frente a la entrada. Empieza a sonar el llamado a la oración desde un parlante, todos desenrollan su alfombrita y se ponen a rezar en filas”.
Al terminar la oración “todos se ponen en fila a ambos lados de la calle, y llega una decena de jinetes que se ubican frente a la entrada de la mezquita. Me entero que el sultán va a salir y caminar hasta su palacio, y es la tradición acompañarlo en procesión. Los jinetes van haciendo piruetas adelante”, cosa que Mizrahi ya había visto en Marruecos.
El sultán es una “figura sin ningún poder político pero fuertemente simbólica en la tradición local, camina lenta y ceremoniosamente mientras dos personas lo van abanicando y otra sostiene una inmensa sombrilla que va haciendo girar. Completan la procesión varios instrumentos de viento y percusión. El ambiente tiene una mezcla de solemnidad con fiesta”, describe.
VISITA A LA INTENDENCIA, Y “LO PRIVILEGIADO QUE SOMOS” EN URUGUAY.
Dejada atrás la feria con sus particularidades, el rezo y la procesión del sultán, los visitantes se dirigieron a la Intendencia de la ciudad, donde son recibidos por “toda la plana mayor de directores/as y secretarios/as y nos hicieron visitar no solo todas y cada una de las oficinas sino que nos llevaron a ver seis obras de infraestructura en curso, todo eso en tres autos”.
La oportunidad fue oportuna para conversamos con el intendente adjunto y otras autoridades. “Nos trataron como visitantes ilustres”, observó, y aclaró que la intendenta los “iba a recibir en su plantación de café para desayunar al día siguiente”.
Las notas de Mizrahi terminan cuando conoció las obras de la ciudad: “Cuando fuimos a ver las obras en curso caí en la cuenta de lo privilegiados que somos en Uruguay: abrimos la canilla y sale agua y además es potable; prendemos la luz y hay corriente; querés ir a cualquier lado y hay calles, rutas transitables y transporte colectivo”.
Al parecer, es importante el contraste con lo que estamos acostumbrados en Uruguay.
“Aquí -en Fumbán- todo es un problema: quieren hacer una terminal de ómnibus y tienen que traer la estructura metálica ya soldada desde Dualá a 350 km porque en Fumbán la corriente (eléctrica) no es suficiente para soldar. Quieren hacer un mercado agrícola para poder sacar a los vendedores de las veredas del centro, pero no hay suficiente agua, y si hacen un pozo de agua no están seguros de que siempre haya corriente eléctrica para hacer funcionar la bomba. Y así con todo”.
A todo es hay que agregarle que “la Intendencia ya gastó el presupuesto de al menos un año para adelante, por lo tanto no le paga al contratista de la obra y éste se cansó y la dejó por la mitad porque no puede seguir poniendo guita de su bolsillo para financiarla. Tremendo”.
Otra gran sorpresa es que no hay computadoras: “Lo otro que me sorprendió es que todos los trámites se siguen haciendo a mano en cuadernos y no vi una sola computadora en toda la Intendencia. El gobierno digital está lejos de llegar”.
Aún los aspectos más prácticos y cotidianos de la infraestructura llamaron la atención. “Detalle tragicómico: pedí para ir al baño. Se miraron entre varios como preguntándose ‘¿a cuál lo mandamos?’, y me abrieron la puerta de un baño que notoriamente era el mejor del edificio. Quise tirar la cisterna, sin éxito. Quise lavarme las manos, no había agua. Entendí entonces para qué servían dos enormes tarros tapados contra la pared: estaban llenos de agua y había una jarra al lado”.
Esa noche el alejamiento fue en “una Fundación administrada por la Intendencia, como invitados VIP”. La cena, las habitaciones fueron destacadas por Mizrahi, pero otra vez el detalle del agua: “Tremenda cena, preciosas habitaciones dentro de lo esperable… pero no hay agua, solo los mismos dos tarros enormes y una jarra tipo lecherita y un balde para tirar en el wáter”, concluyó.
Mapa de Google Maps | Foto de portada y de terminas, de Alain Mizrahi.