La frazada es corta, pero el Gobierno ni los legisladores pueden mirar para otro lado y dejar de considerar las necesidades económicas y financieras de una institución fundamental para un país con las características de Uruguay.
Hébert Dell’Onte Larrosa | Montevideo | Todo El Campo | En Uruguay, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), realiza una amplia gama de trabajos de investigación, inclusive los referidos a la biotecnología para uso en la agropecuaria nacional.
En el último número de la Revista INIA (N° 81, correspondiente a junio de 2025 (página 58 y siguientes), se presenta un informe especial sobre el tema y se expone la utilidad que tiene para el sector agropecuario.
Las herramientas biotecnológicas incluyen “el uso de marcadores moleculares, genómica, bioinformática y bioestadística para mejoramiento asistido, selección genómica, identificación varietal, y el descubrimiento de nuevos genes de interés agroalimentario, el cultivo de tejidos para propagación de materiales seleccionados y la edición génica para la variabilidad genética”, explica el artículo.
Agrega que es una disciplina que “contribuye a la sustentabilidad de los sistemas productivos mediante el desarrollo de indicadores biológicos de salud del suelo y aportando al desarrollo de soluciones ambientalmente más sostenibles en el manejo de malezas, enfermedades e insectos”.
También “genera productos y capacidades biotecnológicas disponibles para el sector y las empresas de I+D (investigación y desarrollo) a través de patentes”.
Ahora es frecuente encontrar artículos o escuchar a expositores hacer referencia a la biotecnología, pero en Uruguay tiene una trayectoria de más de 30 años, aunque muchos de los uruguayos no lo sepan. Fue en el 1991 que se creó la Unidad de Biotecnología del CIAAB (Centro de Investigaciones Agrícolas Alberto Boerger); además, desde su fundación, INIA se comprometió a “fortalecer los trabajos en biotecnología, ampliando sus actividades a otros programas de mejoramiento (cultivos de secano, arroz, forrajeras, citrus, forestal)”. En 1992 y a partir de ese año, se incorporan “nuevas metodologías en biología celular y molecular”.
LOS CINCO GRANDES TEMAS.
La biotecnología vegetal en INIA se estructura en los siguientes temas: 1) Marcadores moleculares en mejoramiento genético vegetal; 2) Genómica y bioinformática para la agricultura; 3) Cultivo de tejidos vegetales: cultivo de plantas en el laboratorio con diversas aplicaciones; 4) Edición génica: una herramienta para generar variabilidad genética con precisión; y 5) Biotecnología aplicada a la protección vegetal y la sustentabilidad de los sistemas productivos.
Cada uno de los cinco puntos son explicados en el informe de INIA, que se adjunta al final de este artículo (*).
TRABAJO EN RED INTERNA Y EXTERNA.
Una de las estrategias y fortalezas de INIA es la de trabajar en red y en permanente vínculo con institutos públicos nacionales e internacionales, y con empresas del sector privado.
“Un hito ha sido la formación de la Unidad Mixta UMCI, formada por el Área de Mejoramiento Genético y Biotecnología Vegetal de INIA y el Laboratorio de Biología Molecular Vegetal de Facultad de Ciencias” de la Universidad de la República.
De las cooperaciones internacionales recientes, INIA destaca las que se llevan adelante con CAAS (Academia de Ciencias Agrícolas China), la RDA (Administración de Desarrollo Rural) de la República, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Argentina, el FLAR (Fondo Latinoamericano de Arroz de Riego), el CIAT (Centro Internacional de Agricultura Tropical), el Cimmyt (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo), el Instituto Rothamsted de Reino Unido y el Instituto iDIV (Instituto para la investigación integral de la Biodiversidad) de Alemania, lo que genera enriquecimiento y desarrollo en los científicos uruguayos.
NEGOCIACIONES PRESUPUESTALES.
Por otra parte, en la nota editorial (página 3) de ese mismo número, firmada por el presidente del INIA, Miguel Sierra, se hace referencia a las “negociaciones presupuestales” que se están desarrollando “para el próximo período”.
La preparación, la presentación y el posterior debate sobre el presupuesto es un debate esencialmente financiero y político, que parecería lejano de la ciencia y la investigación, pero no lo es.
Sierra agregó que en el marco presupuestal, INIA está elaborando “una propuesta institucional sólida, con prioridades claras, fundamentación técnica y rigor económico, que permita posicionar al instituto como un actor estratégico, comprometido con los grandes desafíos del país”.
En ese sentido y entre muchas otras cosas -entre ellas la biotecnología que mencionamos al comienzo- INIA trabaja en la elaboración de un “nuevo Plan Estratégico Institucional 2030, con una visión renovada y orientada a fortalecer nuestras capacidades”.
Según Sierra -y no le debe caber ninguna duda a nadie- todos los actores de todas las disciplinas “coinciden en valorar el papel central que juega INIA dentro del ecosistema de ciencia, tecnología e innovación del país, así como su rol dinamizador del sector productivo y su aporte, basado en evidencia científica, a las políticas públicas”.
“INIA debe contribuir a una producción sostenible de alimentos saludables y biomasa, basada en conocimiento original y soluciones tecnológicas pertinentes. Esto implica tanto la generación de desarrollos propios como la adaptación inteligente de innovaciones globales a nuestras realidades”, afirmó.
A todo esto, cabe recordar lo obvio: sin presupuesto no es posible avanzar en ningún aspecto, y si queremos que una institución tan prestigiosa continúe desarrollando conocimiento en bien del país, y especialmente de la agropecuaria, motor de nuestra economía, es fundamental otorgarle las herramientas económicas (dinero) necesarias. Entre otras cosas porque cada peso que se invierte allí, vuelve a la sociedad enriquecido y transformado en mayor valor para beneficios de todos.
Como siempre se dice en estos casos, no es gasto, es inversión.
(*) Revista 81 de Revista INIA: Aquí.
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