El remate por pantalla llegó para quedarse y perfeccionarse permanentemente.
Horacio Jaume | Montevideo | Todo El Campo | Hace pocos días atrás el consorcio Plaza Rural festejó sus 23 años de actividad. Además de ser un hecho destacado para las firmas que lo integran, es un sistema de comercialización de haciendas que revolucionó nuestro agro.
Personalmente, creo que es de esas cosas que marcan un antes y un después. Yo lo pondría en el mismo nivel de lo que significó la radio portátil para la campaña, lo mismo que el teléfono celular. Los dos primeros en lo que tiene que ver con la comunicación y la información; cada uno en su tiempo. Plaza Rural en lo que tiene que ver con la comercialización.
Antes, los que sabían donde estaban los buenos ganados eran los compradores de los frigoríficos y algunos consignatarios. Hoy sabemos que hay buenos y malos en todos lados.
Eso permitió, también, entender mejor los precios que se pagan.
Nació en Kiyú, en una venta Hereford. Los tres primeros inspectores, si mal no recuerdo, fueron German Morixe, Alberto Pereira y Yiyo Bonomi. Esos tres nombres estaban marcando el corazón del sistema. Son los informes que están en el catálogo, piedra angular a los cuales los animales se deben ajustar.
La forma de operar no difiere mucho de los viejos catálogos del London París; ese ejemplo es para los que peinan canas, ya que el London París era una tienda montevideana que anualmente sacaba un catálogo que dibujaba las prendas que se iban a vender.
Luego el sistema se perfeccionó y los bancos aportaron los suyo.
Se crearon nuevas pantalla, grandes y chicas, pero todas demostraron las bondades del sistema.
Se podría decir que la aftosa dio una mano grande para que el sistema se impusiera. Puede ser, pero la aftosa es historia y el sistema sigue adelante.
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