Hoy se cumplen 17 meses de aquel 24 de febrero de 2022 en que Rusia invadió Ucrania. Una guerra que se supone sería de fácil triunfo para Moscú, que se ha convertido en un dolor de cabeza para Putin.
Hebert Dell’Onte Larrosa | Montevideo | Todo El Campo | La invasión a Ucrania ha resultado un acto fallido. Por ahora nadie puede adivinar la forma ni cuándo terminará la guerra, tampoco si Ucrania se rendirá y cederá a las exigencias de Moscú, o si por el contrario Vladimir Putin será humillado y expulsado del territorio ucraniano que ahora ocupa. Lo que sí sabemos es que una invasión que Rusia -potencia bélica del mundo- esperaba que fuera rápida y fulminante se extiende ya por 17 meses y no hay miras de que vaya a terminar en el corto plazo. Casi un año y medio es demasiado tiempo para un agresor tan poderoso.
Paralelamente, como en toda guerra, los campos de batalla en que se desarrolla son muchos. El belicismo cruento -entendiéndose por tal el costo de vidas humanas y la destrucción de ciudades como de infraestructuras- es sólo una parte de muchas que conforman un todo. Otra de esas partes es comunicacional y tiene que ver con los mensajes que llegan al resto del mundo y la idea que el mundo se va haciendo sobre quien tendría razón (o se acerca más a ella) y quien no, o quién genera más simpatía.
Esa simpatía no va a decidir el resultado de la guerra, pero constituye un aliciente o apoyo moral para unos, y una condena para otros y eso repercute en el posicionamiento de los distintos países.
UN HECHO CLAVE Y DETERMINANTE.
Más allá de los bombardeos y la destrucción que causa toda guerra, hay hechos determinantes en esa batalla por la simpatía de la opinión pública. El último, muy negativo para Rusia, fue la decisión de ese país de retirarse del acuerdo que aseguraba cereales a millones de personas que nada tiene que ver con el conflicto, lo que se suma al bombardeo de infraestructuras portuarias y la amenaza de que ningún buque, incluso comercial, está seguro en el mar Negro.
Menos cereales en el mundo equivale a precios más altos, riesgo de disparada inflacionaria y perjuicio para millones de personas que verán amenazada su seguridad alimentaria. Personas que, también, son las más pobres de los países más pobres, y aunque no lo fueran, también merecen tener acceso seguro a los alimentos.
Si Occidente logra explicar con claridad que la ausencia de cereales del mar Muerto es consecuencia de una decisión unilateral de Rusia, no debería haber nadie que en su sano juicio pudiera decir que Moscú está actuando bien. Punto para Ucrania.
“UCRANIA TIENE SU PROPIO PLAN”.
Pero hay algo más. Mientras Rusia intenta cerrar el suministro de cereales al mundo, Ucrania afirmó que seguirá proveyendo granos y que cuenta con un plan propio.
“El Estado ucraniano tiene su propio plan. Tras asegurarse el consentimiento político de los países socios, particularmente Turquía, y la confianza de las aseguradoras, Ucrania está preparada para allanar su camino económico. Seguiremos ayudando a otros países de todo el mundo, porque sólo con la lucha conjunta y el apoyo mutuo lograremos la victoria”, afirma el Departamento de Comunicaciones Estratégicas de las Fuerzas Armadas ucranianas.
Citando a las Naciones Unidas agrega que “la escasez de cereales y el aumento de los precios de los alimentos han puesto a 50 millones de personas en peligro de inanición. El estado terrorista de Rusia amenaza con sus acciones la supervivencia de naciones enteras de África y Oriente Próximo”.
Si efectivamente ese plan ucraniano de enviar cereales al mundo existe y se puede efectivizar, Rusia quedará muy mal parada frente a la opinión pública internacional.
En la foto, puerto de Mariúpol (Ucrania) | The Logistics World.
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