En ningún lugar del mundo la sociedad debería anteponer la simpatía o preferencia por algunos animales al extremo de que su protección sea causa de peligro o sufrimiento para otros.
Hébert Dell’Onte | Montevideo | Todo El Campo | Uruguay dejó crecer la población canina hasta convertirse en un problema serio y grave para la sanidad humana, porque causan accidentes y atacan a las personas. Uno y otro caso pueden derivar en el fallecimiento de los afectados, y cuando una situación causa o provoca la muerte de un ser humano, quiere decir que tenemos un problema de grandes dimensiones, sobre el que habría que actuar de forma rápida y diligente.
Pero además, los perros son responsables de pérdidas cuantiosas en la producción pecuaria nacional atacando ovinos, y también se han dado casos de vacunos y equinos.
Desde la ciudad se suelen ver esos hechos como aislados, que afectan a un productor, y que en el peor de los casos éste podrá seguir con su negocio o dedicarse a otra cosa, sin pensar que en una noche y en los dientes de los perros se pierden años de trabajo e inversión, lo que tiene un alcance mucho más profundo que el que se ve.
La afectación a la producción se agrava más por ser éste un país de matriz agropecuaria, es ahí donde está la riqueza y el motor de nuestra economía, por lo que proteger y cuidar esa actividad debería ser prioridad para todos los gobiernos -cualquiera sea el partido o el color sobre el que caiga esa responsabilidad-, como también de la oposición del momento.
Sin embargo, es de toda lógica pensar que si poco se hace para controlar la población canina que causa accidentes o ataca a personas, no podemos esperar que se tomen medidas para proteger a las ovejas, vacas o caballos.
LOS GATOS SON UN PROBLEMA EN ESPAÑA.
Así como en Uruguay tenemos un serio problema con los perros, en España hay un debate sobre qué tratamiento dar a los gatos callejeros. Viendo como nos ha ido con los perros, no es descabellado pensar que si no hacemos algo con los felinos, pronto ese será, también, un problema más que atender, sobre todo porque en otros países ya lo es.
Los gatos no atacan a las personas, tampoco a los animales de producción, pero son depredadores astutos que pueden acabar con otras especies vulnerables, como algunos tipos de aves, por mencionar solo un ejemplo.
España debate el Proyecto de ley de protección, derechos y bienestar de los animales, el que es defendido por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 de ese país europeo.
La prensa madrileña ha informado que desde la ciencia hay manifiesta oposición al proyecto de ley. Y si decimos “la ciencia” es porque sus análisis y argumentos tienen un respaldo científico y no se trata solo de una expresión de simpatía hacia tal o cual animal. La Organización Colegial Veterinaria, el Consejo General de Colegios de Biólogos, unos 800 científicos entre los que hay ecólogos y biólogos de conservación) e importantes organizaciones conservacionistas han presentado críticas al proyecto mencionado por el tratamiento que propone sobre los gatos asilvestrados y de colonias felinas.
Los críticos del proyecto advierten que los gatos son responsables o contribuyen a la extinción de al menos 63 especies de vertebrados, también ponen en peligro a muchas otras, y son vectores de enfermedades graves, que pueden transmitir a la fauna silvestre, incluyendo especies amenazadas, y a las personas.
No se puede negar el impacto de los gatos sobre la fauna nativa, se argumenta.
Está claro que lo que ocurre en España no es comparable lo que pasa en Uruguay, y que la población felina no es para nosotros un problema aún, y no lo será tan grave en cuanto a que no hay casos de gatos que ataquen a seres humanos.
Pero si se adentra en el debate se observará que los argumentos en defensa de los gatos son similares a los que se esgrimen en defensa de los perros, aunque unos y otros causen daño y la muerte a seres humanos u otras especies hasta llevarlas a la extinción.
El punto es que en ningún lugar del mundo la sociedad debería anteponer la simpatía o preferencia por algunos animales al extremo de que su protección sea causa de peligro o sufrimiento para otros, porque hacerlo generará desequilibrios de diferente naturaleza y difícil resolución.
Los del título, a nosotros nos pasa con los perros, a otros con otras especies, pero el error es el mismo, sobreproteger unos para descuidar a otros.
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