Si no somos conscientes de lo que somos, tampoco podremos valorarnos como tales.

Hébert Dell’Onte | El informe de Uruguay XXI como de la Unión de Exportadores del Uruguay sobre las exportaciones de abril confirmaron lo que ya sabemos: el importante papel que cumple la agropecuaria nacional en la economía del país, y por tanto también en su desarrollo. Sin la agropecuaria no seríamos lo que somos.

En abril, como en todos los meses del año, nuestros principales productos de exportación fueron carne, semillas y oleaginosas, madera, lácteos, vehículos, plásticos, cereales, gasas y aceites, animales en pie, pieles y cueros, lanas e hilados. O sea que de los principales 12 productos exportados diez tienen su origen en el campo, y para estar en ese ranking necesitaron que un agricultor o un ganadero hiciera su trabajo.

El dato anterior no sorprende a nadie que conozca mínimamente la realidad nacional. Nuestra matriz (y no sólo económica) está en la agropecuaria. Como país y sociedad necesitamos del campo y mucho de lo que somos se lo debemos a é. La pregunta es por qué una parte importante y quizá mayoritaria de nuestra sociedad vive como si no fuera así.

Hay países donde la agropecuaria es difícil de entender porque no la conocen, pero son los menos. Tal puede ser el caso de Qatar tan de moda por razones políticas y deportivas, levantado sobre la arena del desierto, pero incluso ese país que obtienen todo su potencial en el petróleo y gas natural sabe y seguramente reconoce lo importante que sería poder producir sus alimentos y ser autosustentable.

Sin embargo acá ocurre lo contrario: tenemos el campo, producimos materia prima de calidad, nos alimentamos con ella, la exportamos a países poderosos como Estados Unidos o China, también a destinos lejanos que a veces no sabemos bien donde están, y terminamos comportándonos como si todo pasara por la ciudad, principalmente por la capital.

Sabemos que el agro es importante, pero no somos conscientes de que realmente lo es. Ese es un fenómeno que nos pasa a nosotros en Uruguay, pero también se ve en Argentina y Brasil, incluso en otros continentes, y en todos es difícil revertirlo.

Tal vez sea por aquello de que las cosas se valoran cuando no se tienen, una característica humana común para todas las nacionalidades y razas, pero no debemos conformarnos con eso. Corresponde al sistema educativo comenzar a cambiarlo en el sentido más amplio posible, pero para eso la educación no puede estar en soledad, necesitará del Ministerio de Ganadería y de todas las organizaciones, instituciones rurales y demás actores del país. No estoy pidiendo mucho, apenas que tengamos conciencia de lo que somos.

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