Los movimientos migratorios no tienen por qué ser malos para el país anfitrión, aunque sí son malos para el país que expulsa a su propia gente.
Montevideo | Todo El Campo | Salvo contadas excepciones, los migrantes están siendo observados en todo el mundo. En algunos países hasta son maltratados y vistos con recelo porque los lugareños los ven como competidores que llegan a robarles puestos de trabajo, o en casos más complejos como quienes imponen tradiciones, culturas y costumbres, en vez de adaptarse al lugar al que llegan.
Dentro de los migrantes hay de todo. Están los que efectivamente trasladan sus costumbres y culturas masivamente negándose a aceptar las del país que los recibe, y están los que arriban con la mejor disposición de integrarse, asumen las costumbres locales y aceptan trabajos que los del lugar no quieren hacer.
Un principio que parece cada vez más olvidado es que los movimientos migratorios no tienen por qué ser malos para el país anfitrión, aunque sí son malos para el país que expulsa a su propia gente.
Es Europa y Estados Unidos es común que los extranjeros realicen tareas que los locales, por prejuicio, cultura o comodidad no están dispuestos a hacer, aunque el trabajo sea digno y la paga buena. En esos casos el extranjero realiza una labor que suele ser de mucho valor, pero el ciudadano local elige ignorarlo, y aunque sabe que aquel cumple con una responsabilidad que él rechaza, no dejo de verlo con desdén y desprecio.

Un informe de la BBC publicado hace un año se refirió al tema: En España, “tradicionalmente (los migrantes) se emplearon en los sectores menos apreciados por los españoles, como la hostelería, la agricultura o la atención a ancianos y enfermos, pero últimamente encuentran también su espacio en sectores en crecimiento donde habitualmente se requieren profesionales de mayor calificación, como los servicios de asesoría y los relacionados con las tecnologías de la información”.
El Economista (de España) en artículo más recientemente publicó: “Las razones por las que el número de trabajadores extranjeros crece más en la España despoblada y concretamente en el noroeste son complejas y no es fácil encontrar estudios recientes que hayan abordado este fenómeno, pero el proceso ha propiciado ya iniciativas que lo están aprovechando para revitalizar los entornos rurales, atraer a ellos población trabajadora y generar tejido económico”.
Quienes tienen conocidos o familiares en España saben que eso es así, aunque con nuestra visión de país agroexportador y de turismo abierto al mundo nos cueste entender por qué los españoles se niegan a dichos trabajos. No obstante, también hay que consignar que en Uruguay no es fácil obtener mano de obra para el medio rural nacional, y no deja de ser paradójico que muchos de los que no gustan o no se animan a trabajar en el sector agropecuario nacional sí lo hacen en países lejanos.
¿Es que estamos dispuestos a hacer allá lejos trabajos que rechazamos acá? Sería interesante y enriquecedor que nuestras universidades -Udelar y las privadas- investigaran ese fenómeno para comprender un comportamiento que parece ser contradictorio.
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Foto de portada monumento al Inmigrante en la plaza del Inmigrante en el Cerro de Montevideo, escultura del uruguayo Walter Aiello.
Foto interna, monumento Angels Unawares (Ángeles inconscientes), colocada en 2019 en la plaza de San Pedro (Roma), escultura de Timothy P. Schmalz (canadiense).
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