Estados Unidos es la principal potencia global y difícilmente se podrá prescindir de ella como ocurre con otros países que el mundo se ha encargado de aislar, como es el caso -por distintas razones- de Corea del Norte o Taiwán.

Montevideo | Todo El Campo | El libre comercio entre las personas, las regiones, los países e incluso los bloques de países, es un valor suprior históricamente demostrado. El ejercicio comercial tiende lazos entre quienes lo operan y los que participan se ven beneficiados mutuamente.

Las naciones que mantienen fuertes vínculos comerciales pueden llegar a desarrollar una cercanía profunda que sirve de colchón que absorbe y ayuda a prevenir o solucionar cualquier divergencia que pudiera existir, además de que los buenos negocios entre los países contribuyen al desarrollo económico y social, y por tanto favorece el crecimiento de los ciudadanos, que es lo que todo gobernante quiere.

Por eso, cuando se habla o escribe sobre la política económica o comercial de los países -en estos días se está hablando y escribiendo mucho sobre las decisiones arancelarias de Donald Trump-, en realidad se están tratando temas que van más allá del movimiento de mercancías.

Esta semana el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que impondrá, “sin excepciones ni exenciones” aranceles del 25% a las importaciones de aluminio y el acero de todo el mundo, incrementando la escalada bélica comercial.

Lo curioso es que las medidas arancelarias afectan principalmente países amigos de Estados Unidos, o por lo menos aliados, o estratégicamente posicionados respecto a los estadounidenses. La decisión, además, quiebra el tratado de libre comercio que Estados Unidos tiene con Canadá y México; y golpea a un jugador clave en Latinoamérica, Brasil.

Canadá, Brasil, México, Corea del Sur y Alemania, son los principales proveedores de acero; mientras que Canadá, Emiratos Árabes, Rusia y China lo son de aluminio, según informó El País de Madrid esta semana.

Es cierto que hubo un aplazamiento en la ejecución de la medida, pero en realidad eso no significa nada y hasta puede ser una estrategia de Trump para ver cómo reaccionan esos países y el mundo para luego tratar de sacar alguna ventaja. De todas formas, el solo anuncio fue suficiente como para enturbiar aún más las aguas globales que hace tiempo no están calmas.

Asimismo, está claro que la sola imposición arancelaria significa que el acero y el aluminio subirán de precio en Estados Unidos, encareciendo todo el proceso industrial, el que deberá ser pagado con plata de los propios estadounidenses. Desde el Gobierno se acepta ese coletazo, pero esperan que el beneficio sea mayor para las empresas locales, compensando así el encarecimiento.

¿Qué sucederá de aquí en más?, esa es una pregunta que nadie se atreve a responder. Trump aún no lleva 30 días de Gobierno y ha cambiado los esquemas globales de forma radical. Hay que decir que está haciendo cosas que todos sabíamos iba a hacer, porque no las ocultó en ningún momento. Así y todo ganó cómodamente.

PREOCUPACIÓN EN URUGUAY.

Desde Uruguay los actores del comercio internacional ya han expresado preocupación por el impacto que las medidas pueden tener aquí y por la forma en que responderá el mundo.

Estados Unidos es uno de los principales destinos de nuestras exportaciones, pero la incertidumbre se multiplica por cada país al que Uruguay exporta, porque cada uno tomará medidas que seguramente van a afectarnos directa o indirectamente.

¿Qué puede hacer el mundo para protegerse de las medidas anticomerciales de Trump?, es otra pregunta oportuna que los economistas aún no ha respondido, pero Estados Unidos es la principal potencia global y difícilmente se podrá prescindir de ella como ocurre con Corea del Norte o Taiwán, dos países totalmente diferentes política y económicamente, pero que nadie registra a la hora de pensar en el comercio global.

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