Sin renegar de lo público que también tienen su razón de ser, debemos entender que sin empresas privadas no hay trabajo, y que el trabajo es el sustento económico, social, sicológico y humano de las personas, y por extensión de las sociedades. Por tanto, cuanto se haga en ese sentido es calve para que el país funcione.

Hébert Dell’Onte | 2022 debería ser el año del despegue, y aunque en realidad nadie puede decirlo con certeza hay señales de que tal vez así sea.

Lo peor de la pandemia parece haber pasado, desde la ciencia hay quienes dicen que la nueva variante, Ómicron, tiene gran poder de contagio pero su gravedad es menor, por lo que es ideal para que la humanidad pueda desplegar la inmunidad de rebaño.

A su vez la ciencia ha desarrollado y profundizado el estudio del virus logrando un conocimiento acumulado que nos dará la posibilidad de lograr mejores y más efectivos instrumentos para su combate.

El mundo está cansado de los tapabocas, de las distancias, de los encierros, de la restricción de actividades sociales, económicas o de cualquier naturaleza, y por tanto todo cuanto podamos avanzar para regresar a nuestra vida de hace dos años, previo a la pandemia, sería un logro clave.

A nivel país, los indicadores también son positivos. Uruguay supo llevar adelante el manejo de la crisis pandémica, con muchos sectores sufriendo en extremo los perjuicios, es verdad, pero las actividades se van normalizando, la economía se reactiva, aumenta la generación de empleo y cuando esto ocurre, volvemos a navegar.

No menos importante es que el país vuelva a concentrar su esfuerzo y energía en el progreso. Tenemos por delante desafíos como desarrollar estrategias de inserción internacional para colocar nuestros productos de calidad en el mundo y generar ingresos de divisas genuinas y frescas que se volcarán para hacer funcionar mejor el país.

La inversión extranjera es otro punto a atender, para eso se deben generar condiciones donde no las hay, y reafirmar o mejorar las que ya estén.

Lograr un Uruguay más competitivo es otra materia pendiente. No podemos seguir con el combustible más caro de la región y los políticos deberían ponerse de acuerdo en cuál es el instrumento más adecuado para lograr una rebaja real.

La política monetaria es otro factor del cual casi no se ha hablado en todos estos meses, pero su incidencia en los resultados económicos de las empresas es clave. Tal vez haya que pensar en un Banco Central con más independencia del Gobierno de turno.

La facilidad en la instalación de empresas nacionales o extranjeras es otro tema importante. Quienes generan fuentes de trabajo genuinos -léase los privados- tienen que tener el camino fácil a la hora de instalarse. Para eso es necesario simplificar la burocracia, los trámites y los costos.

Sin renegar de lo público que también tienen su razón de ser, debemos entender que sin empresas privadas no hay trabajo, y que el trabajo es el sustento económico, social, sicológico y humano de las personas, y por extensión de las sociedades. Por tanto, cuanto se haga en ese sentido es calve para que el país funcione.

No hay política laboral más absurda que aquella que cobra por trabajar.

Hay que decir que a pesar de ser un país pequeño, las realidades laborales y de competitividad varían según el departamento, por ejemplo, no es lo mismo un emprendimiento comercial en Artigas que en Maldonado, sus fortalezas y debilidades son diferentes y esas diferencias deben tenerse en cuenta por parte de quienes nos gobiernan.

La seguridad social es otro tema pendiente que desde hace décadas espera por una solución que si no puede ser definitiva lo sea en el mayor plazo posible.

La lista es larga, y ahora que la pandemia parece comenzar a ceder en sus embestidas, deberíamos ponernos a trabajar en esos temas, sin mezquindades políticas y con generosidad, pensando en el bien del país.

Lamentablemente los tiempos y las circunstancias políticas no son tan simples como redactar un artículo periodístico. Nuestro sistema político es rico en propuestas, ideas y filosofías de país, eso es bueno, pero tenemos que aprender a limar esas diferencias y fraccionamientos cuando el país está en juego.

El objetivo está adelante, es el de un Uruguay mejor, y todos tenemos la obligación moral, política y ciudadana de ponernos de acuerdo para llegar a él lo antes posible.

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